22 mayo 2006

Pierre Bourdieu






Hace unos días terminé de leer este libro, el primero que leo de este autor. Me parece una aportación fundamental para el conocimiento del sistema patriarcal, hecha con todo el rigor de la ciencia sociológica y partiendo del estudio de una sociedad concreta, conservada en toda su pureza de dominio masculino, sin disfraces ni capas culturales superpuestas, como es la de la Kabilia argelina. Un libro completísimo y esclarecedor, desde un punto de vista científico y masculino, pero comprometido con la realidad. Una idea destaca en todo el libro: la construccion que la violencia simbólica hace de nuestros cuerpos.

Para conocer la biografía del escritor y otras obras suyas

17 mayo 2006

Ha muerto Cheikha Rimitti

Recuerdo cuando vino a mi ciudad y fui a verla con verdadero entusiasmo y mucha expectación. Superó todo lo que yo esperaba. Fue ver la vida hecha canción, la mezcla de alegría, carnalidad y amargura en forma de una señora, ya entonces de avanzada edad, vestida completamente de blanco, maquillada y enjoyada a la manera bereber, con más energia que cualquiera de la mucha gente joven que había acudido a la convocatoria. Su figura era tan imponente como la fachada barroca de la catedral, sobre cuyas sombras y contraluces nocturnos se destacaba la blancura de su kaftán. Hoy ha muerto la dama argelina del rai y me he llenado de melancolía. Gracias por tu voz, Cheikha.

Escuchar su voz, ver su imagen y leer su vida.

16 mayo 2006

Cecile Chaminade







Sigue el rastreo de mujeres compositoras. De esta mujer, Cecile Chaminade, otro compositor dijo algo tremendamente patriarcal, pero halagador para ser en aquel tiempo: que no era una mujer compositora, sino un compositor que casualmente era mujer. ¿Cómo se quedan los cuerpos y las almas después de semejante apreciación? Si no se llora, puede soltarse la carcajada que el paso del tiempo nos permite.
Enlaces para saber más de esta mujer y quizás poder oír algo, aunque sea breve, sigan los siguientes enlaces.

Biografía
Escuchar

15 mayo 2006

La monja portuguesa Mariana Alcoforado





Hace unos años leí por primera vez un libro para mí lleno de significado, aunque no en el sentido que cualquiera pudiera suponer. Tanto se ha alabado el retrato psicológico de una mujer, de la Mujer, según decían, que se plasmaba en las cinco cartas de amor –ficticias o reales– de la monja portuguesa Mariana Alcoforado, que podría parecer que eso precisamente era lo que me había impresionado en el breve libro. Lo que me sorprendió en él era precisamente que no era la psicología de una mujer, sino lo que un hombre pensaba que podía ser la psicología femenina, que es más o menos lo que toda la literatura –evidentemente escrita por hombres– ha venido haciendo. Un escritor plasmaba en una novela o en cualquier otro género un carácter que no era sino proyección de todos sus fantasmas acerca de las mujeres o los fantasmas comunes a todos los hombres, y entonces todos los demás hombres, a coro, decían que era una maravilla cómo plasmaba la psicología femenina. Las mujeres, mucho más lectoras, terminaban creyendo que esa era precisamente su psicología, y la imitaban cuidadosamente, y así la naturaleza imitaba al arte estupendamente y se iban confirmando todas los prejuicios, los estereotipos, las figuras fantasmáticas de los hombres, los cuales se encontraban tan a gusto, reduciendo a las mujeres a la Mujer. Y ante el dilema de sor Juana, “queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las queréis”, dan muchas ganas de contestar: ¿y por qué no dejan de una vez de atormentarse todos estos artistas e intelectuales con el misterio de lo femenino, que ellos mismos se crean para su complacencia de hombrecitos y permiten ser a las mujeres lo que ellas son o lo que quieran, y luego, si les gusta bien, y si no, que se vayan a un club masculino a burrear como quieran?

Pues bien, vuelvo a coger el libro, lo abro, creyendo que lo leí así, como a la ligera, y me lo encuentro lleno de notas mías a lápiz que vienen a decir esto mismo, y que no me creo que todo aquello lo escribiera monja alguna y menos portuguesa. Así las cosas, Carmen Martín Gaite, que hace el prólogo, me da por completo la razón, mientras que Emilia Pardo Bazán, tan realista, dice que la monja existió y que lo dice un portugués muy investigador llamado Cordeiro, pero que posiblemente las cartas fueron pulidas y engalanadas por un abate francés, que para mí que fue el único autor, un perverso babeante que escribió aquellas cartas y las hizo pasar por auténticas.

Lo más grande de las cartas es que, con todo, se leen con gusto, resultan incluso psicológicamente interesantes, pero no como retrato femenino, sino como retrato de cierto tipo de estupidez humana que acomete a quien anda sobrado de ingenuidad y necesidades afectivas. Así lo dice, en un destello de intuición, Emilia Pardo Bazán, hablando de un hipotético falsificador de las cinco epístolas: “hábil y a la vez profundo conocedor del corazón humano”. No dice femenino, sino humano. Genial.

12 mayo 2006

Salud y República


Una representación clásica de la República. ¿De cuál de ellas? De la mismísima República, ella, la única, la inimitable, la que cualquier republicano desearía tener. Rodeada de todos los atributos del arte, de la ciencia, de la industria; garante de la ley y de la justicia; defendida por un león que para ella es manso, o al menos debería serlo, porque a veces... A sus pies sus pilares conceptuales: libertad, igualdad, fraternidad. Y encima, que es una buena moza, morenaza y carnal. Lástima que no haya Repúblico. ¡Salud y República!

02 mayo 2006

¿Quién era Martin Niemöller?

Martin Niemöller es, quizás, la figura emblemática de la resistencia alemana al Tercer Reich. Había nacido en Lippstadt, Westphalia, el 14 de enero de 1892. Fue teniente de un submarino durante la Primera Guerra Mundial, por lo que recibió una condecoración. Finalizada la guerra se dedicó al estudio de la teología. En 1924 fue ordenado pastor. Entre 1931 y 1937 tuvo a su cargo la iglesia Berlín-Dahlem y, como muchos otros alemanes protestantes, le dio la bienvenida al nazismo cuando asumió el poder en 1933. Creyó, como creyó la mayoría en un comienzo, que Hitler encarnaba el renacimiento del nacionalismo alemán, mitología devaluada por la derrota y los acuerdos de Versailles.

Niemöller compartía con el régimen nazi el desprecio por los comunistas y por la República de Weimar sobre la cual él mismo decía que sólo le había dado a Alemania “catorce años de oscuridad”.

Muy pronto, sin embargo, a comienzos de 1934, la ilusión de Niemöller se desvaneció cuando Hitler subordinó a la Iglesia Evangélica de Alemania con la colaboración de Ludwig Müller, obispo del Reich. Se instauró una suerte de neo-paganismo. El Antiguo Testamento fue abandonado. Todos los pastores fueron obligados a jurar lealtad al Reich bajo la consigna “Un Pueblo, un Imperio, una Fe”. Quienes se opusieron fueron arrestados y muchos murieron en las cámaras de gas. “El Nacional Socialismo y el Cristianismo son irreconciliables”, repetía Martin Bormann, la sombra de Hitler.

Con el objeto de preservar la independencia de la iglesia luterana de los avances del poder totalitario, Niemöller fundó en 1934 la Liga Pastoral de Emergencia y asumió la conducción de la Iglesia Confesional, movimiento opositor que se diferenció claramente de los cristianos simpatizantes del nazismo.

En el marco del Sínodo General de mayo de 1934, la Iglesia Confesional se declaró como la legítima representante del protestantismo en Alemania y atrajo a sus filas a más de siete mil pastores. A sabiendas de cuáles eran los planes que la autoridad tenía para él, Niemöller dijo en uno de sus últimos sermones en el Reich: “Debemos usar nuestros poderes para liberarnos del brazo opresor de la autoridad así como lo hicieron los Apóstoles de antaño. No estamos dispuestos a guardar silencio por mandato del hombre cuando Dios nos ordena hablar”.

Hitler, furioso por la actitud de abierta rebeldía del otrora elogiado ministro de la fe, ordenó su arresto el 1 de julio de 1937. Enjuiciado en marzo de 1938, Niemöller fue encontrado culpable de acciones subversivas contra el Estado y se lo condenó a siete meses de reclusión y a pagar una multa de dos mil marcos.

Luego de cumplir la pena, Niemöller continuó practicando su tenaz desobediencia y fue nuevamente arrestado. Esta vez la condena resultó más severa y debió pasar siete años preso en el campo de concentración de Sachsenhausen bajo la figura legal de “custodia protectiva” y, por órden de Hitler, como “prisionero personal del Führer”. Las tropas aliadas lo liberaron en 1945. Ese mismo año y durante una de sus clases, ya restituído a la vida académica, un alumno, azorado por el relato de Niemöller sobre lo sucedido en Alemania, le preguntó cómo había sido todo eso posible. Luego de meditar unos segundos, le respondió con el famoso poema que conocemos, pero cuya autoría tantas personas desconocen.

En 1947 fue elegido presidente de la iglesia protestante en Hessen y Nassau, cargo que ocupó hasta su retiro en 1964, a la edad de setenta y dos años.

Pacifista consumado, dedicó los últimos años de su vida a predicar sobre el peligro de las armas nucleares, actividad que lo condujo a múltiples encuentros con políticos y organizaciones del bloque soviético. Murió en Wiesbaden, el 6 de marzo de 1984.

Biografía e información

MARTIN NIEMÖLLER

Als die Nazis die Kommunisten holten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Kommunist.

Als sie die Sozialdemokraten einsperrten;
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Sozialdemokrat.

Als sie die Gewerkschafter holten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Gewerkschafter.

Als sie die Juden holten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Jude.

Als sie mich holten,
gab es keinen mehr,
der protestieren konnte.


Mucha gente conoce este poema. Se ha usado, tergiversado y hasta profanado, valga la fuerte palabra, para muchos fines, incluso algunos no demasiado inocentes. El poema sigue queriendo decir lo mismo: que los derechos humanos atropellados no son cuestionables, no son una cuestión de ideología, sino de simple humanidad. Quiere decir que cuando estamos en posición de protestar y levantar nuestra voz, tenemos que hacerlo, aunque seamos degradados y maltratados por ello. Yo diría que por humanidad; el poeta resalta que hasta por puro y sano egoísmo. Al final somos parte de un cuerpo y lo que a alguien le pase, a todas las personas les pasa.
Lo que muchas personas no saben es que no es de Bertolt Brecht. Se le atribuye equivocadamente. En realidad es de Martin Niemöller. Su biografía vendrá en la siguiente entrada, con el enlace correspondiente.



Traducción literal del poema

Cuando los nazis detuvieron a los comunistas,
yo me callé;
es que yo no era comunista.
Cuando los nazis encarcelaron a los socialistas,
yo me callé;
es que yo no era socialista.
Cuando detuvieron a los sindicalistas,
yo me callé;
es que yo no era sindicalista.
Cuando detuvieron a los judíos,
yo me callé;
es que yo no era judío.
Cuando me detuvieron a mi,
ya no quedaba nadie
que pudiera protestar.