Inicio con esta entrada una serie de fotos y comentarios sobre los grafitti de mi ciudad. Me interesan los escritos de las paredes, muros, puertas, monumentos, porque son la expresión de lo oculto, de lo clandestino, de lo juvenil. Son la rebeldía de la expresión. Son la salida nocturna y subrepticia del inconsciente colectivo -¿sigue existiendo algo así?, me pregunto. Sigue existiendo, a pesar de este mundo de pensamiento uniforme sólo variado en las diferentes formas de la publicidad.
Nos encontramos en estos grafitti lo políticamente correcto, lo políticamente incorrecto, el pensamiento reaccionario, el pensamiento progresista, el no pensamiento, la gracia y la mala hostia, la inteligencia y la denuncia.
Puedo imaginar, de hecho me gusta imaginar, al joven solitario, al grupo de muchachos y muchachas con su spray negro, con su plantilla de dibujo, o con los colores nebulosos, en la madrugada, en el silencio de las altas horas, abrigados y escurridizos, vigilantes, poniendo en un rapto de inspiración su pensamiento o su sentimiento inmediato, o la frase largamente meditada, la consigna política, subrayada a veces por la A encerrada en el círculo ácrata.
Comienzo con un grafitti muy reciente. Llevo desde mayo siguiendo por el blog de León los broncos acontecimientos de Oaxaca. Hasta principios de otoño no se han conocido en los medios estos sucesos y la lucha del pueblo oaxaqueño contra un gobernador dictatorial que ganó las elecciones de aquella manera, o sea, a la manera del pucherazo. Hoy por primera vez, en un oscuro callejón de Murcia, aparece un grafitti alusivo, firmado por un partido muy, muy minoritario, casi ya olvidado. Da igual quien lo firme, si en el fondo late la solidaridad con gente que está luchando día a día contra la pobreza y la injusticia. Ya van once muertos allí. Menos que en Irak, desde luego, pero la maldad no se mide por muertos, se mide por maldad, simplemente.
Desde esta ciudad, vuelan hasta México, hasta el estado de Oaxaca este grito gráfico en un oscuro callejón.