Lo
local es el marco en el que se encuadra lo universal en la novela
negra. Creo que esto ya lo dije, ¿verdad? Bueno, es que estoy mayor
y me repito un poco, y más cuando no sabes cómo empezar. Aparte de
una torpeza para los comienzos que puede ser algo congénito en mí,
es que cuando hay tanto que decir, una empieza a decirse que si por
este tema que si por el otro, y no se sabe por dónde tirar. Pues
directamente. ¿Alguien en la sala ha leído ya La chica olvidada de
Francisco Segura? Los que la hayan leído que no estorben. Los que
no, atentos. Si os gusta la novela negra y os gusta su localismo,
tenéis que leerla. Os sentáis cómodamente, porque no la podréis
dejar, y os armáis de valor y ecuanimidad, porque es fuerte. Si sois
de Cartagena, ya mismo, que si este alcalde se lleva Cartagena, con
todo su teatro romano, su marinería y su puerto, a Almería, ya va a
tener menos gracia la cosa.
Muertes
horribles y misteriosas de unas jóvenes en los años ochenta son
investigadas por el comisario Campillo, que inicia así la narración
de sus andanzas en una saga que promete mucho. Esta investigación lo
remite a sus años juveniles, a finales de los años cincuenta, a su
pandilla, a sus amigos de entonces y a los escenarios de sus escapes
y atrevimientos adolescentes. Por tanto, lo local se vuelve también
temporal, puesto que a través de sus recuerdos y de su
investigación, conocemos la ciudad de Cartagena, en dos tiempos
distintos, y además la ciudad querida del autor. Diacronía y
sincronía, espacios en el momento narrativo y en un tiempo lejano
traído al recuerdo. Este juego de tiempos y espacios constituye
además la solución del caso. Y una solución que se ajusta a lo que
suele pasar en la realidad, que no hay un desvelamiento inmediato del
culpable, sino un lento proceso de acumulación de pruebas que puede
llevar años desarrollándose en una comisaria, gracias a la
perseverancia de un buen comisario. Al final, hay justicia,
tranquilos. Pero es una amarga justicia, porque el mal está hecho y
los crímenes no son precisamente de salón y mayordomo, ni siquiera
de mafiosos y hampa que se matan entre ellos y aquí no pasa nada.
Digamos que además de negra es costumbrista. Esto tiene la novela
negra, que no puedes hablar mucho porque puedes descubrir más de lo
que se debe para preservar la intriga de quien la lea.
El
autor, Francisco Segura, es un novelista tradío, pero es un
novelista nato. Un narrador que parece soltar sus historias y sus
personajes como un torrente. Esa es la impresión que se tiene,
aunque lógicamente no puede ser así, dado que la estructura
novelesca es compleja y está muy bien dosificada y organizada. De
estilo seco y natural, como debe ser en estos casos, de diálogos
rápidos y coloquiales, la novela corre por delante del lector, el
cual la va persiguiendo sin poder dejarla.
Leedla,
que nunca podréis olvidarla. La chica olvidada ya no lo es, va a
quedar en la memoria de todos los que lean esta novela.