Dice el Poema de Mío Cid, bien antiguo, por cierto, plena Edad Media,"burgueses y burguesas", cuando quiere decir que la gente de Burgos o la gente de la ciudad, según se entienda, se asoma a las ventanas para ver marchar al Cid al exilio. ¿Por qué duplicó el nombre? Por incluir a todo el mundo, está claro, para no dejar a las mujeres dentro de las casas y universalizar la admiración por el héroe. Es decir, el juglar que componía o que interpretaba sabía perfectamente que si hubiera dicho sólo burgueses la gente habría entendido que estaban sólo los varones burgaleses o los ciudadanos. Y más adelante, es continuo el doblete con "moros y moras", cuando hay mujeres huyendo del saqueo junto a sus hombres. Bien se guarda el juglar de doblar el nombre en relatos de batalla, porque allí, precisamente allí, ellas no estaban.
Lo que un juglar sabía en la Edad Media, parece que ahora lo queramos olvidar: que lo que no se nombra no está. A las mujeres nos han hecho no estar durante muchos siglos.
Cuando se realizó la Declaración de los Derechos del Hombre, tras la Revolución Francesa, entendieron las protofeministas revolucionarias que tras ese nombre, que ellas creían genérico, ellas también estaban, listas para gozar de esos mismos derechos proclamados, puesto que allí se decia que lo accidental de un hecho de nacimiento no hacía a los hombres diferentes. Pues no era así, y quedó bien claro: pronto los padres revolucionarios se apresuraron a decir que donde decían hombres se referían exactamente a eso, a los varones, y que las mujeres estaban excluidas de esa declaración porque no pertenecían a la ciudad, sino a la naturaleza: eran simplemente las hembras de su especie para su reproducción. Este principio lo mantiene hoy en día la RAE, haciendo que "hembra" signifique también mujer, mientras que "macho", si acaso se refiere alguna vez a un varón es como adjetivo, ponderando su potencia viril, o a un hombre necio y torpe. Claro, es necio y torpe aquello que pertenece a la naturaleza, como las mujeres. La RAE no es capaz ni de incluir una nota aclaratoria que le sirva de excusa, ni en ésta ni en otras tropelías que comete con las mujeres.
Es cierto que no se puede violentar el lenguaje, producto de tantos siglos y aportes culturales. Pero se puede modelar suavemente, sin abusos y sin mojigaterías. Hay que visibilizar, por una parte; hay que evitar los usos preyorativos, condenándolos desde la oficialidad. A nadie se le puede prohibir que hable como quiera, es cierto, pero sí puede crearse un ambiente social en el que decir ciertas cosas esté cada vez peor visto. De hecho, ya ocurre. Si a algún periodista se le ocurriera calificar una tropelía de "judiada" lo iba a tener claro con el embajador de Israel. Que prueben.
Pasma a estas alturas que se organice semejante guirigay con una palabra que dijo una joven ministra. Resaltar la palabra "miembra" no es más que minimizar un discurso, que en definitiva representa una posición social indeseable para algunos. Quizás no es lo más adecuado, si se conoce la etimología, que en latín era una palabra neutra y no masculina, pero hay que tener en cuenta que ya se nos olvidó el latín hace tiempo y que lo que acaba en -o se siente como masculino, aunque haya muchas excepciones. No deberiamos pasmarnos, si se conoce medianamente la historia de las reivindicaciones femeninas. Junto a la naturalización -las cosas son así porque así lo dicta la naturaleza, que es una gran falacia- y la represión, la actitud más importante y constante en los hombres patriarcales ha sido siempre la caricatura y la ridiculización. Estamos acostumbradas, por ejemplo, a que a una mujer compositora de música se le dijera que también los perros andan sobre dos patas, pero que eso no les hacía más humanos; también una mujer podía componer, pero eso no la convertía en música, quizás tampoco en humana. Todas sabemos que la mofa precede al asentamiento en la sociedad de derechos y libertades en el caso de las mujeres. Las sufragistas y las sansimonianas dieron para muchos chistes, pero ya se ve que ellas fueron pioneras y madres de las actuales mujeres que siguen luchando por lo mismo que ellas.
Ya cansa el chistecillo continuo de los hombres más retrógrados de poner en doblete lo que nadie ha pensado poner en doblete. Es la ridiculización más estúpida y lerda que nunca haya oído una mujer sensata, y le han tomado tal gusto que hasta los hombres que se llaman progresistas (progresistos, dirían los muy torpes) lo utilizan. Ya les vale, ignorantes plagiarios. El primero que lo hizo sembró escuela, pero algún día leerán sus artículos en tiempos futuros y quedarán más antiguos y misóginos que Santo Tomás de Aquino, que ya es decir.
El lenguaje es producto de la sociedad. Lo que me lleva a pensar que esta sociedad sigue siendo profundamente patriarcal y machista. También la sociedad es en cierto modo un producto del lenguaje. Ambos se retroalimentan mutuamente. No hay que temer a las modificaciones del lenguaje ni de la sociedad.
Mientras la "generala" fue la mujer del general, todo estuvo bien, y mientras la "sargenta" fue una mujer mandona y autoritaria, también. Veremos cuando la generala sea la generala de verdad y la sargenta la sargenta. Cuando un enfermero empujaba las camillas y las enfermeras eran las ayudantes de los médicos, todo estaba bien, pero cuando los hombres empezaron a ser "enfermeros" se convirtieron en ATS. Vaya, qué fácil fue cambiar el lenguaje para dignificarlos a ellos. Y así vamos. Los ejemplos serían innumerables, y por más que se den no se convencerá a los faltos de conciencia. Que sigan ridiculizando y berreando. El tiempo los pondrá en su sitio. Como otras veces ha ocurrido.