27 noviembre 2009

La Casa: Taller de Arte Experimental


Hace unos meses mi amigo y compañero Manuel Delgado, pintor excelente y profesor de Arte, tanto en el IES Floridablanca como en la Facultad de Bellas Artes de Murcia, me pidió un favor muy especial: que escribiera un texto sobre un tema determinado, La Casa. La finalidad de este texto era aparecer en un catálogo también muy especial. Manolo lleva muchos años ya impartiendo un taller de Arte a un grupo de personas, la mayoría de ellas mujeres, en Puente Tocinos. En el curso pasado tomaron como tema de trabajo precisamente éste, La Casa. No recuerdo en qué momento me senté a escribirlo, ni cómo me surgió la idea. No fui demasiado consciente de lo que hacía, y a lo mejor por eso el texto ha sido tan apreciado.
Tuve un rato de conversación con las autoras de la exposición en La Nave de Puente Tocinos, en el mes de octubre, junto con Elisa, una pintora que me encanta, como artista y como persona. Fue un acto muy agradable e intimista: hablábamos de las relaciones entre las diferentes artes.




Anoche fue la inauguración de la exposición, ampliada, en el espacio de exposiciones de las Casas Consistoriales de Mazarrón. La casa consistorial es una maravilla del Modernismo, y el espacio habilitado para exposiciones temporales, casi mágico. Las pinturas y grabados lucían allí de una manera muy especial. Leí el texto en voz alta, y una vez más comprobé que un texto puesto en la voz humana crea fascinación entre los oyentes, atrapa, embelesa. Recibí muchas felicitaciones inmerecidas. Las que de verdad merecían felicitaciones eran las autoras (muchas) y los autores (unos pocos) de la exposición colectiva. Un catálogo es algo muy limitado, y puedo asegurar que había allí verdaderas joyas artísticas. La gente que las hace es gente del pueblo, mujeres y hombres que gustan de la pintura y el dibujo como forma de expresión personal, incluso con razonables aspiraciones artísticas.


Copio a continuación el texto del catálogo.

Si alguna vez, en la noche, piensas que querrías volver a casa, mira qué casa es esa a la que deseas regresar. Pues bien sabes que no te es permitido por tu misma naturaleza, si eres lo que eres sin poder evitarlo. Mientras tanto, verás en tu imaginación los rectángulos blancos que dejaron los cuadros al ser retirados de la última casa de la que te fuiste y volverás a sentir la melancolía del abandono. Quizás veas ese sillón de orejas tapizado en recia cretona floreada que tan amorosamente te acogía con sus brazos de crin. No dejarás de recordar la mesa de camilla del invierno, sin piedad sustituida por la moderna mesita de cristal, y si te dejas llevar, traerás a la memoria ese reposo sensualen la música de cierto artista vienés al volver de un día ajetreado; incluso puede ser que mentalmente hagas el acopio de aquel olor caliente de la cocina, donde los azulejos se empañaban con el vapor de una olla bullente. Todo eso vendrá a tu imaginación y a tu recuerdo, pero tú sabes que tu casa no es un habitáculo con un suelo que pisar y un techo por encima de tus pensamientos, y que ni siquiera es los muebles con que se va llenando, con la justificada excusa de que son necesarios, ni aún las personas que la habitan, ni los objetos que terminan por amarse como parte del tiempo vital; ni siquiera los olores cálidos, ni la música encantadora de ningún artista.
Si piensas en volver a casa, toma tus lápices de colores y una hoja de un cuaderno escolar, preferentemente de dos rayas. Apoya la barbilla en tu mano y sóplate el molesto flequillo que siempre se te viene a los ojos, saca la punta de la lengua por un lado y muérdela un poco, suavemente. Concénrate, que tu tarea no es cualquier cosa fácil. Haz, como buenamente puedas, un cuadrado bien recto y ponle encima un triángulo que quede bien sentado; pinta ese triángulo de rojo vivo y no dejes de ponerle un pequeño rectángulo a un lado, del que brotará una línea rizada. Ahora recuerda que debes dibujar dos cuadraditos azules con un marco verde y una sencilla cruz que los divida en cuatro; traza, en el centro y bajo ellos, un rectángulo pequeño y lo redondeas por arriba; mejor lo pintas de color chocolate y le dibujas un pequeño pomo negro; un poco de hierba fresca abajo quedará bien con trazos serrados en verde. Dibuja a aun lado un tronco marrón y una buena copa redonda y verde. No olvides hacer tres círculos de rojo lozano. A lo mejor te gustaría que un sencillo pájaro, como dos cejas juntas en el ceño fruncido de la pregunta, volara por encima, cerca de una nube muy blanca y muy rizada, y si allí ha de ser siempre de día, harás un círculo coronado de rayos amarillos, con ojos y labios amigables. Sonríe y escribe debajo tu nombre en torpes mayúsculas. Entonces podrás decir que has vuelto a casa, a la única casa que tenemos.



25 noviembre 2009

Violencia contra las mujeres

 

He ido esta tarde, como todos los años, a la concentración que la Comisión 8 de marzo convoca en la plaza de Santo Domingo. Me he dejado la cámara en casa, así que se perdonará que las fotos sean testimoniales, de pancartas de años anteriores, pero que han estado también presentes esta tarde, lo cual me hace pensar en la necesidad de la repetición reivinidicativa cuando los problemas no se ha solucionado, ni tienen visos de solucionarse en bastante tiempo. Es cierto que se ha avanzado mucho. Una compañera me dice allí que se va a las Jornadas feministas de Granada; hace treinta años también acudió y quiere saber qué ha cambiado. Le digo que para empezar hace treinta años ni se hablaba de violencia contra las mujeres, por ejemplo, por lo que este colectivo tiene que estar orgulloso de su labor, tantas veces machacada, denigrada, ridiculizada por los grandes patriarcas intelectuales de este país y de otros países. En fin, ladran, luego cabalgamos.
El último que ha ladrado ha sido un estético y poco ético profesor de rancio abolengo patriarcal, de esos que saben mucho y sobre todo lo dicen con la voz muy campanuda, y que además pone cara interesante para hacerse la foto. Un perfecto varón en el uso de todos sus poderes, que se atreve a tachar de necedades todo lo que no haya salido de su cráneo privilegiado. Mejor le habría ido si hubiera dedicado sus energías a estudiar, por ejemplo, el autismo.  Con todo, no quiero poner ningún enlace a su hilarante artículo en El País, simplemente por no darle más cancha, que ya ha tenido bastante por el momento. Bueno, un mérito hay que reconocerle: su atrabiliario artículo ha desatado una tormenta de rechazos de hombres y mujeres de toda España, y un debate abierto sobre los límites de los cabestros. De vez en cuando hay que poner un rancio en el centro para que nos acordemos de cómo eran los rancios y no nos descuidemos.

Yo sólo digo, a propósito de esta violencia contra las mujeres, que es estructural y sistemática, que el sistema está basado en ella, pues es imposible que la mitad de la población haya podido someter a la otra mitad durante tanto tiempo, y aún continuar, sin ejercer violencia. ¿O alguien cree que el colonialismo (político, cultural o de género) es echar agua de colonia al que se quiere colonizar? Pues es que no. Lo que se echan son palos, muertes, en el peor de los casos, y en el caso más liviano, desprecio, ninguneo, ocultación, o sea, violencia. Las causas las conocemos, su extensión y alcance, también. Hay leyes, pero nunca las cosas se arreglan con leyes, aunque ayuden. Es un cambio de mentalidad social lo que tendría que suceder, y eso sólo se hace con educación, después educación y luego más educación. Eso para el futuro. Para el presente, protección a las víctimas, rechazo social del violento, colaboración ciudadana y punición del maltratador.



19 noviembre 2009

El metro de Mluz



Por lo general, cuando se va a Correos ya se sabe por lo que se va. Así y todo, siempre hay una emoción, una ilusión infantil, cuando el aviso amarillo dice que se trata de un paquete. Se espera un regalo que viene de lejos, o algo maravilloso que has comprado, o un mensaje de un amigo en forma de libro o de imágenes. Con todas esas esperanzas me he acercado yo esta tarde a la oficina que hay detrás de mi casa, calle Simón García, de empleados estúpidamente correctos. Me ha preguntado el empleado de turno si era grande o pequeño el paquete. Y yo qué sabia, si era una sorpresa. Debo de haber puesto cara de niña, porque se ha vuelto impasible hacia su armario de pared y se ha puesto a buscar entre cinco o seis paquetes más o menos del mismo tamaño. Era pequeño, finico, pero sólido, muy bien empaquetado, y yo sabía lo que contenía, aproximadamente: unos ejemplares del libro que ha publicado Mluz Flores, la bloguerade Cuentos de Bolsillo. He salido de la oficina, disimulando mi ansia de abrir el paquete, pero no he podido esperar: lo he abierto en la calle. Más de lo que yo esperaba, porque contenía además unos puntos de lectura preciosos y una nota encantadora de Mluz, a la que ya contesto: me gusta mucho, me encanta, es una joyita del dibujo, y de la observación humana. En este barrio tenemos gente así de creativa, de buena, de artista.
Explico de qué va el libro, por si alguien se interesa. Se ve que Mluz viaja en una línea determinada de metro con frecuencia, yo diría que a diario, y en su camino, en vez de pensar en las musarañas, que es lo propio, ella se pone a observar a la gente, y no sé si luego o en el momento, dibuja lo que ha observado, con tal maestría, gracia y ternura por las personas que le salen unos dibujos del alma, más que de la pluma. Conocí el blog de Mluz por Ernesto -gracias, amigo Ernesto- y nunca terminaré de agradecérselo. Por varias cosas, por los dibujos, que son siempre un estímulo para mí y me producen una gran admiración, y por la misma persona de Mluz, a la que no conozco personalmente, pero que adivino encantadora, humana, amable.

Como su email está en su blog y ahí está el enlace, quien quiera disfrutar de un pequeño libro, con los deliciosos dibujos y sus breves pero enjundiosos comentarios, que se ponga en contacto con ella o lo pida en su librería, que lo ha publicado la editorial Blur Ediciones S.L. y no será difícil de encontrar.


17 noviembre 2009

Anatomía de un instante


En mi modesta opinión de lectora, Javier Cercas no es un novelista. Es un estupendo escritor, pero no un novelista, si entendemos la novela como una construcción, todo lo libre que queramos, pero una construcción de sólidos cimientos dentro de la ficción. Si entendemos la novela como la definía Cela, "cualquier escrito en forma de libro bajo cuyo título se ponga la palabra novela", entonces sí es novelista, pero me parece que la definición es demasiado amplia.
He leído de este autor dos libros. Uno se parecía más a una novela, que era "Soldados de Salamina", y llegué a la conclusión de que no era una novela, sino un relato precioso, espléndido, enmarcado con unas historias que no me interesaban apenas. El relato del que hablo es el núcleo central, el encuentro de Sánchez Mazas fugitivo, escapado de la muerte, con el soldado republicano. Lo demás era para hacer páginas y que aquello se pareciera a una novela. No vi la película, y creo que no hacía mucha falta.
Este que he leído hace poco, "Anatomía de un instante", me parece muy superior al anterior, y no sé si es novela o no, ni me interesa, porque leerlo ha sido un placer muy por encima de cualquier clasificación de género. La retórica es posterior a la poesía, aunque a veces y en épocas se tome prerrogativas de ordenanza municipal. Quiero decir que los escritores escriben, y luego los eruditos y críticos hacen las normas según lo que hayan escrito, dándole entonces categoría de género. Si los seguimos un poco, esta sería una novela ensayo o un ensayo novelado. Sea como sea, es un libro espléndido, con una escritura inteligente y tersa, como un pliego de papel blanco con líneas rectas y letra pequeña.
Como ya se sabe, trata del 23 F, ese día en el que todos los españoles con edad suficiente recordamos dónde estábamos y qué hacíamos en el justo momento en que la radio se cortó y se oyeron tiros a lo lejos. La estructura de la novela o lo que sea es sencilla pero absolutamente adecuada: parte de las imágenes de la entrada en el congreso de Tejero y las actitudes diferentes de cada uno de los protagonistas de esas imágenes. De ahí se lanza al análisis histórico, psicológico y político de cada personaje -Suárez, Tejero, Carrillo, Gutiérrrez Mellado, el Rey- con una agudeza extraordinaria. Hay artículos memorables -le llamo artículos y no capítulos, por lo ya dicho- como los dedicados a Suárez, cuya personalidad queda dibujada con potentes trazos combinados con finos matices observados. Pero en realidad esto mismo se podría decir de cualquiera de los retratos que aparecen.
En cuanto a las diferentes teorías sobre aquel intento de golpe de estado -me pregunto si finalmente no triunfó por caminos desconocidos-, Cercas se manifiesta en la línea más oficial. Podría haber sido cualquiera tratándose de una "novela", pero prefiere centrarse en el análisis de cada personaje y en su actuación y antecedentes, antes que aventurarse en un camino de ficción donde todo sería posible, pero no todo creíble. Si está a mano, merece la pena leerlo, y de paso recordar qué se estaba haciendo, dónde se estaba en aquel preciso instante. Seguro que Encarna se acuerda perfectamente, y seguro que le gustará esta lectura.

13 noviembre 2009

Qué semana


Hoy es viernes, lo cual para nadie es una novedad. Todas las semanas, al final, tenemos un viernes para empezar el fin de semana y terminarla con mejor o peor fortuna. Dentro de un par de horas desaparezco, sin echarme polvos de la madre Celestina ni nada, por mi propio pie, o sea, por las cuatro propias ruedas de mi coche-furgón, rumbo al campo, con dos abuelos, él y yo, y dos niños, él y ella, dentro. Fin de semana familiar, haciendo de canguros de nuestras dos joyas.
Pero antes de irme, hago un repaso a la semana, que no ha sido muy diferente a otras, y sin embargo, he tenido más conciencia de la cantidad de medicación que me habrían dado de niña si hubiera nacido en estos tiempos, por hiperactiva.

Para empezar, he hecho Tai Chi dos tardes, en el gimnasio, con el maestro Won. Este es el tercer año que practico tan sabio ejercicio oriental, al que se llama "meditación en movimiento", pero que quizás tiene más que ver con hartar de tortas al personal adverso que con la meditación, sólo que visiblemente suavizado, estilizado y refinado. Ya controlo bien la secuencia de diez movimientos (es lo más fácil), hago con cierta fluidez la de veinticuatro, y me peleo con la de cuarenta y ocho. Estoy contenta, porque a este ritmo, a los ochenta años, si llego, seré una estupenda practicante de tai chi chuan (de la chen ya ni hablo), pero no me quejo, que todo aprendizaje oriental es lento.

La tarde del lunes la dediqué a ponerles a mis alumnos de Artes Escénicas una película ilustrativa de la Ópera de Pekín, "Adiós a mi concubina". De cinco a ocho, fuera de horario escolar. Vinieron sólo media docena, pero hay que ver lo que les gustó, contra lo que yo esperaba. A todo el mundo no le gusta esta película, pero a mí siempre me ha gustado, y eso que dura casi tres horas de gorgoritos en chino. Aparte bromas, la película es muy recomendable, pues a través de la historia de unos artistas de la Ópera se va observando la historia reciente y determinante de China. Dura, emotiva y muy estética. Para no dejar el continente asiático y seguir viendo cine, en la noche de no me acuerdo qué día, va mi Cinéfilo y pone "La ducha", de la misma nacionalidad, pero de estilo completamente distinto. Aprovechando que puedo hacer dos cosas a la vez, empiezo a hacerme un bolso de ganchillo con una lana que me sobró de no sé qué labor.
Y a todo esto, termino de leer una amena historia del Teatro, de cuyo primer capítulo sacó un resumen para ofrecerlo a mis alumnos, como parte de la Unidad Didáctica II. También programo las sesiones prácticas, pongo las notas de la Unidad Didáctica I, resuelvo el comentario de texto del examen y la cita comentada, y con el último aliento que me queda corrijo unos cuantos trabajos sobre Teatro Noh, Kabuki, Budismo Zen y Tantrismo, todo ello aplicado al teatro. No salgo de Asia. Menos mal que el texto que preparo sobre historia del Teatro es sobre Grecia y Roma. A propósito de eso, me voy a la librería Encuentros, que está en el corazón libre de mi barrio, y encargo a Puri que me traiga un montón de libros sobre Artes Escénicas. Como ella es diligente, va y me los trae, y hoy paso a recogerlos. Qué susto, me los tengo que leer todos.
El miércoles voy a ver a mi madre. Por suerte, ella es tranquila y mi trabajo consiste sólo en ver el Pasapalabra y criticar a mis hermanos un poco. Cuando yo no voy, con otro hermano y/o hermana, me critican a mí. Es ya un clásico familiar.
Visito blogs amigos, dejo comentarios, todos los que me da tiempo y me provocan. A la izquierda está el rollo de blogs, tonto el último. Sólo hay que ir pinchando en donde haya un título chulo y, hala, de visita por el ciberespacio. De paso, me acuerdo de "El secreto de sus ojos" de Campanella, le hago un resumen de mi impresión, procurando no desvelar el final ni lo esencial del desarrollo. Me encantó esta película. Hago siete entradas seguidas en el blog de Artes Escénicas, para mis alumnos y para quien quiera ver lo que estoy haciendo. Contesto a una locatis que está muy enfadada porque los licenciados en Arte Dramático no pueden ser profesores de esta asignatura. Paciencia, todo llegará, pero para entonces, ésta que lo es habrá dejado el trabajo muy primorosamente terminado.

Adapto en un par de horas un cuento de Jardiel Poncela, "Una imaginación desbordante", para el grupo de teatro de profesores. Voy al ensayo, organizo improvisaciones, actuamos, nos reímos, planeamos puesta en escena. Ya está casi todo organizado, al menos en mente, la estética del espectáculo, los papeles, etc. Le doy la lata al director para que nos ponga focos en el escenario. Que sí, que no, que te quiero mucho, pero ahora no puedo. Bueno. Lecturas compartidas, con tablón nuevo y vistoso para poner los carteles. El de esta semana lo hago dos veces, porque el lector ha cambiado de opinión respecto a su lectura.


Una noche, que ya no sé cuál, me voy a un recital poético, porque lee sus poemas un amigo y además bloguero: Rafa, fisioterapeuta de mi centro, y además estupendo poeta. Además, leerá Soren Peñalver, consagrado, consagrado por los dioses de la poesía, amigo muy querido. Un lujazo. Me regalan las dueñas del bar Andestán, (Rafa me dijo que se llamaba Understand, y no veas para encontrarlo) como a todos los concurrentes, un rollito de papel, entre pétalos de rosa, con un fragmento de Ángel González. El destino sabe que es uno de mis preferidos. El fragmento dice así:

¿A qué llorar por el caído
fruto,
por el fracaso
de ese deseo hondo,
compacto como un grano de simiente?

Parece que me han adivinado el pensamiento. Allí estaba tambień, de hecho habíamos quedado, Eme, mi joven amiga bloguera.

Disfrutamos un montón de la poesía y de la amistad. Y de unas cuantas cervezas.

Y luego, a leer el periodico. Hace tiempo que ya no compramos El País. Nos hartó. Ni por sentimentalismo. Nos pasamos a Público, pero hete aquí que nos desaparece uno de nuestros preferidos, Rafael Reig, por dar demasiado la lata, dicen. Yo digo que porque no se casaba con nadie y ponía los puntos sobre las íes en un trabajo de periodismo pedagógico. Mi Cinéfilo dice que ya no lo compra más. ¿Entonces qué, nos pasamos al ABC? Qué disparate. Que lo compre yo si quiero. Bueno, al final lo compra quien antes llega al kiosco. También me entero de lo del Muro, pero, como dicen otros blogueros, para muros los que hay levantados piedra a piedra, en las fronteras de la UE, en Gaza, en la frontera de los EEUU con México, y otros muros invisibles pero igualmente efectivos, el del hambre, el de la injsuticia, el de la guerra. No sale muy bien leer periódicos; por un euro te dan el día. Pero yo sigo leyendo, indignada. Así vamos.
Seguro que se me escapan cosas de esta semana. Cocinar, recoger, lavadora, esas cosas domésticas tan bonitas, y menos mal que María me ayuda.
Hoy, esta mañana, un descanso. Un café con Encarna en la Placica, tan tranquilas. Siempre tiene que haber un remanso. La tengo últimamente abandonada de recomendaciones de libros. La semana que viene será. A ver si a la próxima le saco más provecho.

09 noviembre 2009

El secreto de sus ojos


Hace algunas semanas que fuimos a ver "El secreto de sus ojos". No la había comentado antes porque aún me la estaba pensando, como saboreando unas imágenes y unas ideas que me impresionaron vivamente. Ahora quiero compartir este placer. Nadie creería que es la primera película que veo de este director. Amigos me habían hablado de otras películas suyas, pero no había tenido oportunidad de ir a verlas. De esta me gustó, desde el principio, el título. Luego me llegaron muy buenas opiniones de gente de la que suelo fiarme, así que fui a comprobar si podía seguir fiándome de ellas y si podía fiar en mi instinto para los títulos. Acierto pleno. Es una película magnífica, y así lo he hecho constar en la página oficial, cuyo enlace queda más arriba, en el sector de comentarios de espectadores.
El guión de esta película es apasionante desde los primeros pasos, pero el último paso es impresionante, un impacto absoluto para los que creen que pueden predecir el desarrollo de una historia y su final aproximado. La interpretación de todos y cada uno de los artistas, un lujo auténtico. Escenas crudas y entrañables se suceden, como en la vida misma, sobre un fondo de injusticias y turbulencias políticas, dominado por la corrupción y la arbitrariedad del poder. El tema, si se mira bien, podría ser de lo más manido; un agente judicial jubilado, que pretende escribir una novela, indaga sobre un caso de su pasado, un caso que le impresionó especialmente y que quedó prácticamente sin resolver y archivado. Esta indagación, que se vuelve personal, se combina y complica con un amor no realizado y con el reconocimiento de sus errores. A mí me emocionó la historia de amistad, que de modo secundario pero eficaz, va jalonando el desarrollo, pero también esa escena de bar y conversaciones de bebedores, donde uno de ellos pone su inteligencia vital al servicio de la realidad que se anda buscando. Una maravilla de creatividad y eficacia.
Y ese final para la reflexión, del cual no puedo decir nada, porque nombrar el asunto sería en parte desvelar la resolución de la trama total y deshacer la intriga que nos mantiene toda la historia.

05 noviembre 2009

Otra idea de don Juan




El catálogo de mujeres conquistadas por don Juan, según Da Ponte, para el Don Giovanni de Mozart.


El don Juan que estos días se representa, con mayor o menor fortuna, con más o menos empeño popular, en los escenarios españoles y latinoamericanos es puro folclore ya, incluso folclore del que hay que mantener con un esfuerzo, dado el estado social en que vivimos.

Sin embargo, hay otras versiones de don Juan. A la primera que voy a explicar yo la llamaría antropológica, por sus raíces primitivas, y también histórica, pues es mito que se ha ido formando nada menos que en las mismas corrientes de pensamiento que dominaban a cada sociedad.

Don Juan es personaje mítico relacionado con el culto a los muertos. Este culto es el rasgo de espiritualidad humana más antiguo que se conoce y, junto con la magia propiciatoria, está en el origen de las religiones. La conciencia y la memoria hacen del hombre un ser excepcional en este sentido; el ser humano recuerda a los seres que le han precedido y los honra, por lo tanto este culto se considera fundacional, o sea, sagrado. Quien lo desprecie o actúe de modo irrespetuoso está poniendo en peligro todos los fundamentos sociales humanos. Para la configuración del mito de don Juan es imprescindible la figura del sacrilegio. En las Cantigas de Alfonso X encontramos un soldado temerario y descreído que da una patada a una calavera en un cruce de caminos y la desafía a volver del más allá para cenar con él. Naturalmente, la calavera acepta tan cortés invitación, acude a cenar con el soldado y de paso se lo lleva de los pelos al infierno, que es lo suyo. Posiblemente desde tiempos más remotos existía ya el relato del sacrílego castigado por su falta de respeto a los muertos. Lógicamente, este culto, para el tiempo de don Alfonso, está ya en la órbita de las tradiciones cristianas y no primitivas.

Todo esto podría ser así, tan simple, y don Juan no sería sino una figura de terror gótico, pero la cosa se complica, pues si hay algo tan sagrado como el culto a los muertos es el pacto de fratría de preservación de la transmisión de los genes. Para resumirlo, el pacto tácito de la fratría dice así: si tú respetas a mis mujeres, como respetas mis posesiones, yo respetaré a tus mujeres y tus posesiones. Con un proceso de sacralización de la mujer en tanto en cuanto posesión masculina, se sella el pacto, y ya para el siglo XVII el convenio ha llegado a su paroxismo máximo. Dos grupos de mujeres se instituyen: las madres (y potenciales madres) y las putas. Las putas son de todos y de nadie. Las madres, y las potenciales madres, pertenecen siempre a un clan masculino dominado por el padre, luego por los hermanos, y por el marido finalmente. Los grandes dramas de honor del siglo XVII son el reflejo literario de este estado de cosas. Otra vez, Calderón y sus crueldades escénicas de perfecta factura, de potente poesía, y de lamentable ideología. En este contexto se forja el mito de don Juan definitivamente y se une al sacrilegio de la deshonra de los muertos, el sacrilegio de la deshonra de las madres y potenciales madres; desde Tirso a Da Ponte, pasando por Moliére, la historia se repite con ligeras variantes. Don Juan es doblemente sacrílego porque rompe y pisotea dos convenios importantes y muy enclavados en la cultura humana: el culto a los muertos y el pacto de fratría entre varones. Don Juan es un asocial, es un marginal, aunque sea aristócrata y caballero. Esta vena de radicalismo contra lo establecido es lo que lo convierte en un héroe romántico y lo dota del tirón morboso que aún tiene en el imaginario cultural. Adornado además de múltiples gracias de galán, de un perfecto arte de amar, de la seducción, del arrojo, de la temeridad, todo ello proveniente de su ruptura social, don Juan multiplica su seducción, no sobre las mujeres, sino sobre la sociedad. De añadidura, al final todo vuelve a lo suyo, pues don Juan es castigado y la gente de orden puede dormir tranquila. Hasta que llega el Romanticismo, en que don Juan es rescatado de nuevo para la escena, con una última configuración del mito, antes de entrar en agonía gracias a los tiempos modernos y el cambio radical del concepto de lo sagrado. Pero el don Juan Romántico lo dejamos para otro día, que ahora me voy a soñar un rato con el Comendador. Que ya no tengo edad de don juanes.

03 noviembre 2009

Don Juan en los escenarios

Hay ya algunas voces, tanto en la red como en la vida cotidiana, que piden la recuperación de las tradiciones relativas a Todos los Santos y las Ánimas. Con toda seguridad esto es debido a la cada vez mayor extensión de costumbres foráneas, como el Halloween, que convierte a los jóvenes por una noche en monstruos americanos, pidiendo por ahí dulces y aporreando todo lo que encuentran a su paso. El joven coquetea con la muerte porque la cree lejana y ajena. El joven se puede permitir jugar con la muerte, sin ser consciente de lo que dice en toda su sabiduría la Celestina: “Tan presto muere el carnero como el cordero. No hay joven que no pueda morir mañana ni viejo que no pueda vivir un año más”. Tampoco saben lo que dice Ortega acerca de la vida, a la cual define como un tiempo entre dos relatos; el primero, que es mítico pues sólo lo conocemos por el relato que nos hacen, el de nuestro nacimiento; el otro, que se convertirá en mítico, pero que nosotros no escucharemos jamás como relato, el de nuestra muerte, la de cada uno. El tiempo -tiempo, no otra cosa- que hay entre ambos relatos es nuestra vida. A mí me parece estremecedora la definición de vida de este pensador, porque es cierta por completo. De los dos acontecimientos que más nos atañen no somos conscientes nunca. A veces, tampoco del tiempo entre ambos.




De cómo un gran actor, como Paco Rabal, rescata el ripio para la poesía.

Yo digo que querría que esta vida que se me ha dado, este tiempo entre dos relatos, fuera una especie de ensayo general, y volver a nacer habiendo ensayado muy bien mi papel, como si del Gran Teatro del Mundo -véase Calderón- se tratara. Quizás haber leído ya a Ortega y a otros, quizás tener recuerdo de los errores cometidos, quizás realizar otros proyectos de vida que se me ocurren a veces debido a un defecto congénito de imaginación desbordada.




Pues una de las cosas que en el relato de mi vida recuerdo con consciencia es una representación del Tenorio, cuando yo tenía unos cuatro años. Se representaba en Yecla, y mi padre hacía el personaje del Comendador, el padre de doña Inés, convidado fantasmal a la mesa de don Juan. A mí no me dio miedo verlo en ese traje y con el rostro completamente blanco, pero mi hermano, un año menor, dio un alarido de espanto. En eso veo que ya estaba destinada al gusto por el teatro, pues sabía que era mi padre disfrazado, no un fantasma. Es ésta una de las tradiciones que merecería la pena recobrar. En los escenarios españoles y americanos, sobre todo en México, desde el éxito total de la obra de Zorrilla, se tiene o se tenía costumbre de poner “El Tenorio”, y lo remarco así, obviando el título real de la obra, porque es “El Tenorio” como “La Celestina” o “El Quijote”, obras que son en su totalidad dominio de un personaje magistralmente creado. Que “El Tenorio”, como obra dramática, tiene defectos es algo que todos sabemos. Jamás en mi vida he leído una obra tan ripiosa y forzada. Sin embargo, cuando se oye en el teatro, si está bien interpretada, con voluntad de arte, ni se advierte lo forzado del verso, y lo que queda en la mente del espectador es el personaje y el misterio. En otras ocasiones, cuando se hace mal, queda bien. Quiero decir que es tan popular, tan de la gente, que en ese contexto del pueblo que celebra la muerte y el más allá con una función de teatro de aficionados, necesariamente ha de estar mal, pero entonces está bien. Con todos sus ripios y sus convenciones. Los fallos literarios de la obra y los excesos románticos han pasado a ser parte de la convención escénica en las representaciones populares.