Cuando era niña siempre me decían las profesoras, y la gente conveniente en general, que había que leer metódicamente, con orden, con una meta a la vista. Válgame, era justo lo contrario de lo que yo hacía y que, en cierto modo, sigo haciendo. Qué persona más desordenada para leer, sin una meta, sin un método. Un desastre total y así me va.
Mi padre no me decía nada acerca del orden en la lectura; más bien no me decía nada acerca de ningún orden, pero menos aún de la lectura. “Ahí tienes la biblioteca” era lo más orientador que me podía decir. Y yo me iba a la biblioteca y me leía lo que buenamente se me ocurría: por las tapas duras, por el color, por los dibujos, por el nombre raro del autor, unos libros por grandes y otros por pequeños, por cosas todas que nada tenían que ver ni con el método ni con el orden, así que pienso ahora la de cosas, que por fortuna no recuerdo, que habré leído sin ninguna meta ni orden conocido. Algunos libros sí los recuerdo, pero eso lo contaré otro día.
Pues así mismo he leído esta semana. Al voleo. Lo que fuera encontrando, aunque confieso la falacia, porque ahora los libros los compro yo, los pido prestados, los saco de la biblioteca, así que en cierto modo yo los elijo. Eso sí, sin orden ni concierto.
Reconozco que no me ha ido mal. Una semana de pasión, de pasión lectora. Sin embargo, como ya no soy tan joven, ahora sí sé encontrar cierto orden en el aparente caos de las cosas, o al menos establecerlo a posteriori para disimular el desastre. Veamos.
Ensayo
“El siglo de las mujeres” de Victoria Camps.
(Cátedra. Feminismos)
De este no tengo que dar mucha explicación, siendo como soy feminista de raíz. Un libro ameno, esclarecedor y muy bien construido teóricamente.
Documento
“La soldado Quíñoá” de Llum Quiñonero.
Este tiene relación con el anterior, pero se me mezcla otro convencimiento, el del antimilitarismo, no porque me caigan mal los militares, que tengo algún que otro conocimiento en esa historia, y son buena gente, sino por la cosa en sí como institución. Ya me imaginaba yo que el ejército sería algo así como la iglesia, aparte de institución voraz, gente muy corporativa de mantenerla y no enmendarla. Ya contaré el caso de esta soldado, muy penoso, y muy comprensible cuando en la segunda parte del libro se cuenta su biografía.
Poesía:
“La certeza” de Eloy Sánchez Rosillo y “Cantos” de Leopardi.
(El primero en Tusquets, el segundo en una estupenda edición bilingüe del Círculo de lectores)
Seguramente para compensar de tanto estropicio, poesía, siempre poesía. Esta última ha sido una buena combinación. No es que los haya leído como una novela, con intriga, a ver qué dice el poema siguiente. Los he leído poco a poco, todos los poemas, pero no he terminado con esos libros. Seguirán a mi lado mucho tiempo, porque así leo la poesía, eligiendo para cada momento, buscando el poema que me gustó tanto en la primera lectura o el que no me dijo nada en el momento, a ver qué me dice ahora. Y así. Del primero he ido siguiendo la trayectoria desde sus primeros libros y además es un buen y viejo amigo. Del segundo ya había hecho lecturas anteriores, pero nunca en una edición bilingüe como la que tengo ahora.
Para saber algo más: siguiendo los enlaces se puede leer algún poema, las biografías, las imágenes.