Me puse en mi página de correo, por curiosidad, una especie de pequeño indicador de efemérides, o sea, de hechos históricos por la fecha del día, que eso significa la palabreja griega. Me avisan de cosas que me dan un poco igual, pero a veces también de curiosidades interesantes y de algunos acontecimientos que son para mi importantes. Hoy me avisa de que en 1895 uno de mis escritores preferidos fue condenado a dos años de trabajos forzados por su homosexualidad. Si Wilde me gusta por su inteligente y elegante teatro, más aún por sus delicadas historias cortas, que es como los ingleses llaman a lo que nosotros llamaríamos cuentos, relatos y hasta novelas cortas. Desde niña lo he leído con mucho gusto e interés, pero en cada lectura he ido descubriendo un mundo cada vez más amplio de ternura, de delicadeza, de profundidad, y es que las obras maestras tienen eso, que los niños se quedan con la pura historia, y poco a poco, la madurez nos va haciendo entrar por otros caminos más complejos, éticos, reflexivos. Recuerdo "El fantasma de Canterville" como una obra de magia en mi infancia, y como uno de los relatos más divertidos y tiernos en mi juventud, y como un triste relato lleno de melancolía e ironía en mi madurez. De todos sus cuentos podría ir diciendo esa evolución hacia una mayor comprensión y compasión.
Hace unas semanas comencé a leer un libro de Todorov muy atractivo: "Los aventureros del absoluto", tres ensayos biográficos sobre dos escritores y una escritora. De Wilde y de Rilke lo he leído casi todo, pero de la escritora, Marina Tsvitáieva, nada en absoluto. Reconozco mi ignorancia, a la que procuraré poner remedio en breve. Ya he terminado de leer las biografías de ellos dos, pero aún no la de la escritora rusa.
La idea de Todorov es que los dos escritores y la escritora comparten un mismo conflicto de principio. En realidad se trata de un viejo conflicto de la literatura y del arte en general, la relación problemática entre vida y literatura, conflicto que en realidad no se plantea antes del Romanticismo, cuando se produce la exaltación de la figura del artista o del escritor, como un ser elegido y especial, cuya vida suele ser desgraciada porque se sacrifica por completo al arte. Si en el caso de Rilke la vida fue anulada -tampoco gozaba el pobre de muy buena salud para entregarse- en aras de la creación, en el caso de Wilde el empeño en conseguir hacer de su vida, precisamente de su vida, una obra de arte, le llevó a convertirla en una verdadera tragicomedia, pues ya sabemos que un error de apreciación sobre la sociedad victoriana que le rodeaba, y un exceso de seguridad en sí mismo, le llevó a acusar al padre de su frívolo amante, de difamación. De aquel proceso salió absuelto el acusado, el aristócrata padre de Bossie, amante explotador y caprichoso, y Wilde acusado de sodomía, juicio en el que no se le hizo ni la menor concesión, hasta recluirlo en la prisión de Reading, de la cual salió, tras dos años de penalidades, completamente destruido para la creación, para volver a caer en los lazos de su antiguo amante, hasta su muerte en París, en 1915, en cuyo cementerio de Père Lachaise está enterrado.
Ayer también vi en varios periódicos que una asociación llamada Triángulo está llevando a cabo una campaña de concienciación en Institutos de la provincia de Madrid, para luchar contra la homofobia. Bien por ellos. No sabemos qué hubiera sido del arte de Wilde, si no hubiera tenido que luchar contra el absoluto, si no hubiera tenido que conducir su vida hacia el desastre. No sabemos tampoco qué habría pasado si nunca hubiera estado en la prisión de Reading por su condición de homosexual. Son cosas que ya nunca podremos saber, pues las vidas cumplidas son aguas que no pueden volver a su origen. Sí sabemos que la sociedad tiene que aceptar la naturaleza de cada ser humano, y en esa naturaleza entra su tendencia sexual, sea la que sea, lo que desee hacer de su vida, incluso si su opción es no definirse según los esquemas típicos y tópicos, en sistema binario, donde el ser homosexual es la tercera, problemática y desviada alternativa. Dos cuestiones. ¿Es necesaria la definición según esquemas clásicos? ¿Es necesario que un artista tenga que elegir entre vida y arte?
Hace unas semanas comencé a leer un libro de Todorov muy atractivo: "Los aventureros del absoluto", tres ensayos biográficos sobre dos escritores y una escritora. De Wilde y de Rilke lo he leído casi todo, pero de la escritora, Marina Tsvitáieva, nada en absoluto. Reconozco mi ignorancia, a la que procuraré poner remedio en breve. Ya he terminado de leer las biografías de ellos dos, pero aún no la de la escritora rusa.
La idea de Todorov es que los dos escritores y la escritora comparten un mismo conflicto de principio. En realidad se trata de un viejo conflicto de la literatura y del arte en general, la relación problemática entre vida y literatura, conflicto que en realidad no se plantea antes del Romanticismo, cuando se produce la exaltación de la figura del artista o del escritor, como un ser elegido y especial, cuya vida suele ser desgraciada porque se sacrifica por completo al arte. Si en el caso de Rilke la vida fue anulada -tampoco gozaba el pobre de muy buena salud para entregarse- en aras de la creación, en el caso de Wilde el empeño en conseguir hacer de su vida, precisamente de su vida, una obra de arte, le llevó a convertirla en una verdadera tragicomedia, pues ya sabemos que un error de apreciación sobre la sociedad victoriana que le rodeaba, y un exceso de seguridad en sí mismo, le llevó a acusar al padre de su frívolo amante, de difamación. De aquel proceso salió absuelto el acusado, el aristócrata padre de Bossie, amante explotador y caprichoso, y Wilde acusado de sodomía, juicio en el que no se le hizo ni la menor concesión, hasta recluirlo en la prisión de Reading, de la cual salió, tras dos años de penalidades, completamente destruido para la creación, para volver a caer en los lazos de su antiguo amante, hasta su muerte en París, en 1915, en cuyo cementerio de Père Lachaise está enterrado.
Ayer también vi en varios periódicos que una asociación llamada Triángulo está llevando a cabo una campaña de concienciación en Institutos de la provincia de Madrid, para luchar contra la homofobia. Bien por ellos. No sabemos qué hubiera sido del arte de Wilde, si no hubiera tenido que luchar contra el absoluto, si no hubiera tenido que conducir su vida hacia el desastre. No sabemos tampoco qué habría pasado si nunca hubiera estado en la prisión de Reading por su condición de homosexual. Son cosas que ya nunca podremos saber, pues las vidas cumplidas son aguas que no pueden volver a su origen. Sí sabemos que la sociedad tiene que aceptar la naturaleza de cada ser humano, y en esa naturaleza entra su tendencia sexual, sea la que sea, lo que desee hacer de su vida, incluso si su opción es no definirse según los esquemas típicos y tópicos, en sistema binario, donde el ser homosexual es la tercera, problemática y desviada alternativa. Dos cuestiones. ¿Es necesaria la definición según esquemas clásicos? ¿Es necesario que un artista tenga que elegir entre vida y arte?