19 julio 2017

Piquete de ejecución para un fascista, por Edda Ciano





Encontramos en el trastero del campo este libro, Piquete de ejecución para un fascista, de Edda Ciano, viuda de Galeazzo Ciano e hija de Mussolini. Seguramente, perteneció el libro a mi suegro, que era muy aficionado a leer sobre la historia más o menos reciente de Europa.

La idea primera era deshacernos de todos esos libros que iban apareciendo en trasteros y armarios, en un ejercicio de limpieza general de los espacios y de las mentes. Sin embargo, al ver este libro, en esa edición tan antigua y pasada de moda a la mirada de quien está acostumbrada a las ediciones actuales, me llamó la atención la portada con las no muy claras fotografías del piquete de ejecución y del cadáver del conde Ciano, junto a la silla derribada en la que había sido fusilado.

Salvé de la purga el libro con un pretexto un poco tonto: que cierto amigo había estado en un momento muy interesado en esta historia del proceso de Verona y en la muerte del conde Ciano, por lo que deberíamos entregarle el libro a él. Digo pretexto tonto porque si de verdad estuvo interesado en tal tema, seguro que lo tendría y lo habría leído. Pero, bueno, cualquier excusa es buena para salvar y leer un libro.

Y lo he leído. Lo he hecho con sentimientos contradictorios de principio a fin. Es difícil separar al ser humano que fue Ciano, un hombre joven, en la plenitud de su vida, que es fusilado en un juicio al parecer no muy ortodoxo ni legal, del conde Ciano, ministro fascista italiano. Ni es fácil distinguir el límite entre una mujer viviendo una tragedia personal y con la intención de salvar primero la vida de su marido, después al menos su buen nombre y su memoria, de una muchacha arrogante, de mucho carácter, en la cumbre del poder, de la riqueza y el lujo, viviendo totalmente de espaldas a la vida cotidiana de todo un pueblo, de espaldas a la represión y a la tortura. Si se mira desde el punto de vista de lo político, se piensan muchas cosas; por ejemplo, que es un juego al que ellos jugaban con todas sus ambiciones, en una Europa convulsa y belicosa, juego que perdieron, tanto Ciano como sus rivales, y hasta el propio Mussolini. Y, por tanto, mirando con los ojos fríos de la Historia ninguna piedad surge. Fascista contra fascista, ellos mismos se arreglan, así como suscitan poca piedad los mafiosos acribillados por mafiosos.Tampoco por Edda Ciano, que habla de Hitler, por ejemplo, como si fuera un señor afable y magnífico anfitrión, de Himmler como un ser encantador y extravagante, y así sucesivamente con todos los asesinos nazis. Desde luego, sus simpatías estaban claras. Así también cuando habla de los bienes robados a los judíos, que según ella, todos fueron adquiridos legalmente, mediante documento de compra, y que al término de la guerra, sus propietarios reclamaron y tuvieron que devolverlos por orden judicial, lo que a ella le parece una gran injusticia. O esta señora no se enteraba de nada o era una gran cínica; yo me inclino por lo segundo, después de leer todos sus tejemanejes y las acciones que su padre le encargaba realizar en sus primeros años de gobierno. Después de leer sus declaraciones, no me cabe la menor duda de que nada se le escapaba a esta mujer.

Luego está la otra parte, la de una esposa que ve cómo su padre abandona a su suerte a su marido hasta la ejecución, después de un juicio que al parecer no era precisamente justo, y esto sí es muy creíble. Entonces surge la piedad por la mujer, el ser humano que ama, la madre de tres niños. Así como por ese hombre joven que es fusilado atado a una silla, que no muere de los primeros disparos y tiene que ser rematado en el suelo. Me ocurre lo mismo que con la muerte de su suegro, Benito Mussolini, que desde el punto de vista histórico miro con frialdad, como diciéndome que fue un raro caso de justicia histórica, pero que me conmueve en las imágenes de su cadáver desfigurado por la venganza salvaje de un pueblo que lo odiaba. Los mismos sentimientos contradictorios tuve cuando vi en la televisión la ejecución sumarísima de Ceaucescu y su esposa, y otros casos más recientes de muertes violentas.

En cualquier caso, este libro salvado de una pequeña biblioteca casi extinta, me parece un testimonio histórico y humano muy interesante. Ahora que todo ha pasado. ¿O todavía no del todo?