28 febrero 2009

Albert Plá: El lado más bestia de la vida

Debo de tener una inclinación secreta, que ya no va a serlo a partir de este escrito, para que me guste tanto este cantante catalán. Me encanta el lado más bestia de la vida. Una tendencia un poco canalla, un gusto por lo suburbial y lo tremendo.






Debo suponer que muchos de los que leen este escrito no compartirán mi gusto. No es Albert Plá fácil de digerir. A veces resulta muy polémico y hasta su casa discográfica ha dudado en alguna ocasión de grabar ciertas canciones. Asistí una vez a un concierto en directo en el que pude ver las caras de consternación de público muy joven y de ciertas tendencias urbanas poco aceptadas, ante una canción en la que, a mi parecer, hay que darle mucho al coco para dejar a un lado el valor connotativo del lenguaje y entrar a la verdadera intención de la letra.

Debo también advertir que hay que estar muy libre de prejuicios y tener mucho sentido del humor para tragar con su imagen, que a mí me enternece y me alegra. Es feo de remate y suele presentarse con nulo encanto indumentario.



Pero me pasa como a la estudiante del olor agradable del amoníaco, que a mí me gusta.

Agradecimientos a Sancho, que me ha regalado la discografía completa de Albert Plá. Y a María y a Jesús, que me lo descubrieron.

Editando, editando... ¿Me soye? Una recomendación. Si alguien no está demasiado cansado que se vaya para el blog Artículos, que también es mío, que hay un cuentecillo de menos de diez líneas, que a lo mejor le gusta. Para literatos y aficionados a la ficción.




25 febrero 2009

Historia de una maestra de Josefina Aldecoa

Hace tiempo que no escribo de lecturas. Parece que leo en secreto. En cierto modo, es verdad. Leer es una costumbre muy silenciosa y secreta. Cada día descubro esa intimidad de la lectura como uno de los grandes placeres de la vida. Sigo con mis libros, con variados temas de interés. Hay una imagen a la izquierda de las entradas que dice "Libro en la mesilla". Más o menos, dice la verdad, porque no es nunca un único libro el que está allí, junto a la cabecera de los sueños. Ahora mismo tengo uno de poesía, de Isabel Escudero, dos de ensayo, uno de Beauvoir y otro de Germaine Greer, unas memorias de Shonagon... Una mesilla superpoblada de ideas, sentimientos y narraciones.
Este que traigo aquí, me ha impresionado especialmente. Fue una recomendación de un grupo de profesoras y maestras, las Sofías. Siento esta novela como la vida de tantas y tantas mujeres, como la obra de tantas y tantas mujeres en la historia: ahí está, perfecto, fecundo, la gente lo trae, lo lleva, se lee, se vende y se regala, pero no reluce, no se comenta apenas. Hace su pequeña labor callada.
La novela de Josefina Aldecoa es la humilde historia de una mujer que dedica su vida a educar niños, como tradicionalmente han hecho las mujeres. Sanidad y Educación han sido las profesiones válidas para mujeres desde hace siglos, porque, como se dijo en algún momento, "son extensión de su función natural", cuidar y educar. Es la razón por la cual son labores consideradas de poca valía en la sociedad, malpagadas y mal consideradas. No sé si por eso las hacen las mujeres o si, por el contrario, las hacen las mujeres por eso.
Además de la educación, de la que envía una imagen totalmente distinta a la que tradicionalmente ha primado, la novela trata el tema de los sueños truncados por la realidad; del drama de la guerra; de la ignorancia intencionadamente mantenida en las pobres gentes; de la ternura y de la amistad que se transforma en ayuda mutua entre mujeres; de la obcecación masculina en un mundo gobernado por esa misma obcecación.
Lo más impresionante para mí es la naturalidad. Es de esas novelas que parece que se han esscrito ellas solas, a pesar de que se trata de un relato en primera persona. Esa magia de la narración que se desarrolla a sí misma, a pesar del narrador y a la par de él, con la naturalidad de lo que cuenta el pueblo, es algo difícil de encontrar, pero cuando ocurre, una se siente como ante un milagro.
Dejo unos párrafos de muestra, el primero sobre la vocación pedagógica.

"La escuela sería mi único recurso. Por entonces ya empezaba a sentir esa profunda e incomparable plenitud que produce la entrega al propio oficio. Me sumergia en mi trabajo y el trabajo me estimulaba para emprender nuevos caminos. Cada día surgía un nuevo obstáculo y, a la vez, el reto de resolverlo. Los niños avanzaban, vibraban, aprendían. Y yo me sentía enardecida con los resultados de ese aprendizaje que era al mismo tiempo el mío".

"Tenía que pasar mucho tiempo hasta que yo me diera cuenta de que lo que me daban los niños valía más que todo lo que ellos recibían de mí".

"Y aprendí una cosa más: que tan importantes eran esas lecciones como las otras, las oficiales, las obligadas por principio, porque todas guardaban relación entre sí, si pretendíamos educar de verdad a aquellos hombres y mujeres en ciernes".

"Lo que no se comparte no deja huella ni nostalgia. No se siente pesar por el bien perdido en soledad. Tampoco el dolor sufrido a solas sirve de referencia pesarosa".

"Pero ya entonces creía yo más en la justicia que en la caridad. Respetaba la labor de las monjas pero no era mi labor. Mi sueño iba por otros rumbos. Educación, cultura, libertad de acción, de elección, de decisión. Y lo primero de todo, condiciones de vida dignas,, alimentos, higiene, sanidad".

23 febrero 2009

Murcia, una noche


Murcia, por la noche. Un paseo, de nuevo. No es que cambie gran cosa la ciudad, por lo menos al anochecer, pero hay algo diferente en el aire, y en la gente que te cruzas. A este joven no me lo crucé, que casi que iba conmigo, pues era uno de mis sobrinos, así de guapo. Es un artista, para que no decaiga, para que haya más muñoces artistas por esta ciudad. Pero él es moderno, y de vuelta de una preciosa exposición, encontró este panel publicitario. No pudo resistirlo; se hizo con él para cualquier uso creativo que se le ocurriera. ¿De qué se iba a vestir en carnaval? Pues a ver de qué, con esos pelos, de Corazón de Jesús. Que el carnaval no pierda nunca su espíritu transgresor.





En la Plaza de Santo Domingo, unos niños hacían unas enormes pompas de jabón, que, si Machado las ve, cambia lo de los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón, por pompones de casi increíble vuelo. Acérquese la foto para un mejor visionado del asunto. Si hubiera podido, me habría ido detrás de la fina bola de aire, flotando, hasta la altura del enorme ficus de la plaza, el Ficus por excelencia, que es nuestro árbol tutelar.

Del mismo modo en que habría entrado en ese emblemático establecimiento murciano, si no fuera por las arterias y otros deterioros debidos al tiempo que hace que nací, para saborear todo lo que se podía ver en el escaparate. Tiene su punto también que el Horno se llame como yo, pero puedo asegurar que no se lo pusieron en mi honor, sino en el de la Patrona de Murcia. No pierdo la esperanza de que alguna vez la gente crea que es por mi el rótulo, los helados del mismo nombre, la calle, la plaza y las mil cosas que aquí se llaman "de la Fuensanta" o "de la Fuensantica", que es como me decían de pequeña, y algunos muy cariñosos también de mayor.

Nadie puede negar que con un escaparate así tiene mucho mérito que me reprimiera y me siga reprimiendo, tanto más que casi todos los días paso por delante, con gran sacrificio por mi parte para no entrar y ponerme púa de chocolates y otras monerías que hacen para el mantenimiento de los murcianos.



¿A quién no le habría gustado alguna vez volverse invisible? Hay situaciones en las que sería la solución perfecta, pero yo, la verdad, no lo he conseguido nunca. Este hombre sí, por gracia del arte y del ingenio. Un niño que pasaba, estaba estupefacto mirando. Su madre tiraba de él para que dejara de mirar, pero al fin tuvo que echarle una moneda en la caja, para que hiciera algo y se rompiera el hechizo del crío. Como era el hombre invisible, cabía la tentación de echarle una moneda invisible también.



No así a los músicos rumanos, los de siempre. No hay vez que pase junto a este hombre, el moreno del bigote y la gorra de visera, que no le eche unas monedas. Toca maravillosamente bien. Antes iba siempre solo y nos deleitaba en las noches de primavera y verano con hermosísimas canciones francesas al acordeón. Ahora lo acompañan sus hijos, que como dúo no se comían una rosca. Por desgracia no se puede añadir a esta foto la deliciosa música austríaca que interpretaba. Un toque en la noche.



Desfile de meninas en no sé qué metalazo en la Trapería. Esculturas de Manuel Valdés con las que han inundado la plaza de Santo Domingo y todo su entorno. No sé, me pasa que cada vez que las veo me parecen morteros puestos boca abajo, pero también reconozco que esta sucesión de meninas amorteradas tiene su gracia. No sé si serán para siempre o sólo para unos días. Preferiría esta última opción, pero vaya usted a saber con los modernísimos gobernantes o lo que sea que tenemos.

Y al final, siempre estará esta torre, con su reloj luminoso dando sin tregua el tiempo de los murcianos. La torre es como nosotros, de distintos siglos, de distintos estilos, pero con su reloj. De noche impone más, es más grande, más inaccesible y parece vigilarnos desde su altura. Si no se mira hacia arriba, los naranjos de la plaza de la Cruz, las charlas de la gente, el bullicio de la Trapería, puede hacerte olvidar la severidad de la Torre. Pero ahí está, como una dama eterna, gobernando vidas.


19 febrero 2009

Murcia, la ciudad

No tengo muchas ganas de escribir. No tengo buen humor, lo que es raro en mí. Casos y cosas, pero, sobre todo, mucho cansancio. He llevado una semana tremenda: organizaciones, burocracia, trabajos acumulados, y otras cosas que contar no quiero. En estos casos, lo mejor es callar y mostrar imágenes. Volveré con ánimos recobrados en breve. Dejo aquí imágenes de Murcia, un pequeño paseo matinal de hace unas semanas. Voy mostrando la cara amable, para que nadie piense que todo lo que tenemos es un pequeño Nerón haciendo de las suyas. Espero que no le dé por quemar todo esto un día. Por suerte, no sólo tenemos al sobrinísimo, sino también mucha gente normal y en sus cabales. Y estas calles y edificios que dejo aquí.

Esta es la Glorieta de España vista desde su entrada frontera al Hotel Victoria, del cual pondré imagen en próximas entradas. A la izquierda, el Ayuntamiento, y al fondo, lo que se llama el Martillo, parte del Palacio Episcopal.


Este puente, que a mí particularmente me parece la imagen emblemática de la ciudad, es el Puente Viejo. Da paso hacia el Barrio del Carmen, el Barrio por antonomasia para los murcianos, antiguo extramuros.

Al final del Puente Viejo está la preciosa casa de los Peligros, donde está la hornacina de la Virgen de los Peligros. Se invocaba a la Virgen al pasar delante de ella, porque a partir de ahí se abandonaba la ciudad y se comenzaba el azar del viaje hacia Andalucía. La antigua propietaria y camarera de la Virgen, Peligritos, era de mi familia, una mujer simpatiquísima y verdadera fuente de anécdotas. Algún día contaré algo de ella.


Catedral en todo su esplendor. Con cielo azul típico murciano, del que este invierno hemos disfrutado poco. Esa es la célebre fachada de Salzillo. Cuanto más sol hace, más luce sus claroscuros barrocos.

Fachada del Palacio Episcopal en la plaza Belluga, en honor del Cardenal Belluga, ilustre hombre que reformó Murcia en el siglo XVIII y mandó construir este palacio italianizante, hace unos años restaurado.

Frente a la fachada de la Catedral, lo que para unos es una aberración y para otros una joya. Yo no me he decidido aún. El edificio que construyó Moneo en la última remodelación de la Plaza de Belluga.


Esta es la iglesia barroca de Santa Eulalia, mejor dicho sus tejados y cúpula, que yo veo desde mi balcón. Tiene adosada la pequeña ermita de San José, que ahora mismo han tapado por completo con un horror, tan horror que no tengo ganas de poner una foto. A mi parecer, una de las vergüenzas culturales murcianas. Dicen que es Centro de Observación de la Muralla Árabe, pero la muralla ha quedado tapada también. Como pasaba justamente por la calle Cánovas del Castillo, antiguo Val de San Juan, marcaba el extramuros de la ciudad, donde vivían moriscos y judíos. Parece que nuestras autoridades hayan querido terminar de cerrar el paso a los que vivimos de este lado de la calle.

Y de momento, nada más. Volveré, ya digo, con mejor ánimo. Si puedo, seguiré enseñando otros aspectos de la ciudad de Murcia, entre otras cosas.

15 febrero 2009

Cada llave en su llavero


Bueno, esta vez ha sido fácil, porque todos los enigmáticos escritores no lo eran, que los conocía todo el mundo, pero la cosa estaba en adelantarse a los demás, como hizo el astuto

ERNESTO

El cual dijo todos los nombres, excepto uno, el número cinco, el cual lo desveló el no menos astuto

UN PROFE CUALQUIERA

Y por cierto, la llave apareció, que es esa que se puede ver en la foto, sobre un etéreo traje de hada de una brujilla. La llave corresponde a los cajones de una cómoda antigua de marquetería donde guardo las sábanas en el campo, así que ya se ve que ofrezco lo mejor que tengo.


En efecto, el número uno era el comienzo de
"Por el camino de Swan",
la primera novela de la larga serie que conforma "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust, el llamado por mí "galo neurótico", con todas las razones del mundo. Neurótico y todo, lo adoro y lo tengo entre mis neuróticos preferidos. Como además tengo la suerte de no tener que convivir con él, me puedo permitir la demasía de adorarlo hasta el embeleso. Lo tomé de la Biblioteca Proust de Alianza Editorial, que no tiene más defecto que ser un poco leísta. Los castellanos no lo notarán. Dedicado a SUPERSALVAJUAN.

El "ruso misterioso" era Dostoievsky, con su intenso comienzo de "Crimen y Castigo". Tengo que confesar que he leído hasta la última línea de este hombre, algunas obras varias veces, y que pienso que lo volveré a leer en cuanto me dé la añoranza. Lo extraje de la obra completa que publicó Aguilar, cuando los balcones de madera eran el último grito. Dedicado a MINERVA.

Puse en tercer lugar al "alemán de prolijo mapa", el Hans Castorp de "La Montaña Mágica" de Thomas Mann, viajando hacia el sanatorio donde tantas vivencias iba a encontrar y tantas discusiones filosóficas iba a mantener entre tos y tos de tísico. La leí tan joven que me enamoré, como era natural, y luego al volver a ella, me recaló en el alma como un amor viejo. Quizás también la recupere para una nueva lectura. Obra completa, tomo III, de Plaza y Janés. Dedicado a MATAPOLLOS.

Y siempre, siempre volveré a embarcarme con Melville en el barco que él me diga y con la tripulación que toque sin hacer demasiadas preguntas, más que nada porque no sea que me conteste y me suma en abismos de los que luego no pueda salir yo sola. Claro, era el comienzo de "Moby Dick", una de las obras más intensas de la literatura de todos los tiempos, aunque luego, poco a poco, se pueda ir quedando esta lectora entretenida y fascinada con otras obras suyas, como "Benito Cereno", o "Chaqueta Blanca", con marineros bonitos o con escribanos reticentes. Siempre con el aduanero Melville. Editorial Planeta, traducción de José María Valverde. Dedicado a LA PISTOLA DE LARRA.


El "germánico entusiasta", tanto que en un arrebato termina pegándose un tiro, y de paso a todo el Prerromanticismo, por si acaso, era "Los sufrimientos del joven Werther", de Goethe. Sí, profe cualquiera, era una vetusta traducción, pero magnífica. La de Rafael Cansinos Assens, en las Obras Completas, Editorial Aguilar, Tomo I. Creo que el gran maestro de la traducción, nunca bien ponderado erudito, quiso conservar ese aire romántico del Werther, y para mí que hizo bien. Nuevas traducciones he leído, pero nunca me saben igual que esta. Dedicado al buen amigo bloguero MIGUEL, que con tanta justeza escribe.


"Madame Bovary soy yo", dijo Flaubert, y hay que ver lo que dio que hablar con la frase. El comienzo es la entrada del que luego sería el marido de Emma Bovary en el colegio, hecho un pobre palurdo. Esta novela, y no lo digo por presumir, sino para hacer comprender mi devoción, la he leído hasta en francés. No es que los demás no despierten en mi tanto entusiasmo, es que en ruso, alemán e inglés no podría. Respecto a la célebre frase, nada más que puedo decir que lo comprendo, como se comprende a un amigo que te expone un problema que guarda una ligera semejanza con algo que a uno mismo le ha ocurrido. Pues claro, Gustave, te comprendo, ya sé que Madame Bovary eres tú y entiendo tu conflicto. Dedicado a EME, porque ella también es Madame Bovary. Lo tengo en un pequeño tomo de Editions Jean-Claude Lattés, de 1988. También la tengo en dos ediciones en español, pero en francés presumo más.



Y éste se lo voy a dedicar a MIGUEL ÁNGEL, porque sé que Tolstoi le gusta, si lo ha leído, se calla, pero le gusta, si no lo ha leído, le gusta sin saberlo. Sí. era el principio de "Ana Karenina", qué maravilla de novela, qué novelón, qué historia, qué finura y delicadeza para la narración. Otro de mis grandes entusiasmos que nunca pierdo, por tiempo que pase y por diferentes que sean las obras que lea de este genio. Editorial Cátedra, Letras Universales.


Galdós, nuestro gran escritor, el maestro de los narradores españoles, aunque generaciones nuevas quieran huir de él con una rebanada de pan y cremillas de nueces falsas en la mano. Que se tomen todos los petisuis que quieran y se relaman los bigotillos infantiles, pero Galdós siempre estará tras ellos esperándolos, y si no lo saben ver, peor para ellos. Era el comienzo de "Fortunata y Jacinta", la magistral obra de la dualidad, cuyo análisis no ha dejado de estar vigente. Y al que le duela, que se tome una aspirina. Dedicado a CLARA Y PEPE. Obra completa en Editorial Planeta.

Esta vez eran fáciles. Pero ¿habríais reconocido a doña Emilia Pardo Bazán, a Virginia Wolf, a Jane Austen, a Charlotte Brönte, a Georges Sand, a Georges Elliot, a Jean Rhys? Las mujeres son siempre más difíciles, porque son más desconocidas. Y esto que parece un dicho masculino, dadle la vuelta y miradlo por el otro lado.










13 febrero 2009

Concurso de Comienzos magistrales


Un amigo mío muy querido, magnífico escritor, decía que en una obra literaria lo más difícil es el comienzo. Según su particular fórmula, había que solucionar rápido esa angustia del papel vacío, poniendo cualquier tontería que se ocurriese, como por ejemplo: "Dónde están las llaves, matarile, rile, rile en el fondo del mar, matarile, rilerón", para comenzar, y después dedicarse uno tranquilamente a contar lo que le diera la gana. Supongo, dada la calidad de sus obras, y que ninguna de las suyas que yo conozco hasta ahora, comienza de ese modo, supongo, digo, que luego eliminaria la primera frase de las llaves, una vez que las hubiera encontrado. Que a lo mejor no es ningún truco de escritor, sino una simple argucia de despistado que se deja las llaves en cualquier sitio.
Pues a lo que vamos. Dejo el sitio solo. Me voy a cuidar chiquillos al campo. Que conste. No a descansar. Dejo a la gente al cuidado de esto, con un encargo. Mirar a ver si alguien sabe de qué obras maestras son estos comienzos. Naturalmente, daré unos premios, los premios... "Escribir y rascar, todo es empezar", que se me acaba de ocurrir. Aunque tampoco habría estado mal: "Premios Dónde están las llaves". Y como no tengo fotos de llaves, válgame que poca fotodiversidad tengo, he puesto una de un picaporte de una casa de Castelserás, provincia de Teruel, al lado de Alcañiz, que es donde vive mi amiga Wilma.
Para facilitar las cosas, doy una pista sobre el autor o la obra.

1. Galo neurótico.

"Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: "Ya me duermo".
(Como pretexto para empezar, no tiene precio)

2. Ruso misterioso.

"Expiraba una tarde sumamente calurosa de comienzos de julio cuando un joven abandonó el cuartucho que alquilaba en el pasadizo S. y encaminó sus pasos, lentamente y como indeciso, hacia el puente K."
(Una excelente situación espacial para no perdernos)

3. Alemán de prolijo mapa.

"Un modesto joven se dirigía, en pleno verano, desde Hamburgo, su ciudad natal, a Davos-Platz en el cantón de los Grisones. Iba allí a hacer una visita de tres semanas".
(Otro joven en verano, pero este, como alemán, sabe perfectamente lo que hace)

4. Americano decidido.

"Llamadme Ismael. Hace unos años -no importa cuánto hace exactamente-, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo".
(Situación temporal irrelevante, pero si se decuida, ve la parte acuática del mundo por dentro)

5. Un germánico entusiasta.

"¡Qué alegría verme ya lejos de ahí! ¡Lo que es el corazón humano, mi óptimo amigo! ¡Dejarte a ti, cuyo era yo el inseparable, y estar alegre! Ya sé que me perdonas".
(Así, con tanta exclamación, es fácil empezar. Matarile, rile, rile).

6. Comienzo escolar francés.

"Estábamos en la hora de estudio, cuando entró el director seguido de un chico nuevo con atuendo provinciano y de un bedel que traía un gran pupitre. Los que estaban dormitando se espabilaron y todo el mundo se puso de pie, fingiendo que había sido interrumpido en su tarea".
(Para que digan de los escolares de ahora. Aquellos hasta se dormían)

7. Ruso sentencioso.

"Todas las familias dichosas se parecen, y las desgraciadas lo son cada una a su manera".
(Toma del frasco de las grandes sentencias, pero verdad de la buena)

8. Español puntilloso.

"Las noticias más remotas que tengo de la persona que lleva este nombre me las ha dado Jacinto María Villalonga, y alcanzan al tiempo en que este amigo mío, y el otro, y el de más allá, Zalamero, Joaquinito Pez, Alejandro Miquis, iban a las aulas de la Universidad".
(Por referencias que no quede)

Hasta aquí hemos llegado desde los comienzos. Siempre, siempre hay que saber cómo empezar, que bien acaba lo que bien empieza y la viceversa antonímica, o sea, que mal acaba lo que mal empieza. No dirá nadie que estos comienzos no son de antología. Siento decepcionar a los que esperaban algo así como "En un lugar de la Mancha", porque ése es tan de antología, que lo saben hasta los estudiantes dormidos.

11 febrero 2009

Instrucciones previas

Ha tenido una enorme repercusión mediática. Ha sonado en todas las radios, ha hecho correr las palabras, muchas en vano, otras muy cargadas, porque las palabras también las carga el diablo, y todo el mundo ha tenido que opinar y todo el mundo ha sabido que esa foto de una hermosa joven hacía diecisiete años que no era real. Eluana, precioso nombre y preciosa muchacha. No voy a dar mi opinión. La tengo, y no me cabe la menor duda, se puede imaginar. Sólo tengo que decir que esta tarde mismo me he ido a una página de internet. No era fácil encontrar los documentos necesarios, a no ser que supieras que aquello se llama "instrucciones previas". Previas a la muerte, claro, a qué iba a ser. Bonito eufemismo. En otros sitios lo he visto como "testamento vital", que también tiene su cosa: tendría que llamarse testamento mortal, pero en fin, los vivos, ya se sabe, siempre disimulando que estamos aquí de alquiler.


Pues bien, me he bajado todos los documentos necesarios, a saber: documento de instrucciones previas, solicitud de inscripción en el registro de instrucciones previas, datos sanitarios del otorgante, nombramiento del representante, declaración de testigos y declaración de veracidad de los datos. Un tocho. Más dos fotocopias del carnet de identidad.
Y para que se sepa, digo (por si se me cae el techo encima esta noche y no da tiempo), entre otras cosas, como los casos calamitosos en que me puedo ver:

"Teniendo en cuenta que para mi proyecto vital es muy importante la calidad de vida, es mi deseo que no se prolongue cuando la situación es ya irreversible.
Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, y de acuerdo con los criterios señalados, es mi voluntad que, si a juicio de los médicos que entonces me atiendan (siendo por lo menos uno de ellos especialista) no hay expectativas de recuperación sin que se sigan secuelas que impidan una vida digna según yo lo entiendo, mi voluntad es que:
  1. No sean aplicadas -o bien se retiren si ya han empezado a aplicarse- medidas de soporte vital o cualquier otra que intenten prolongar mi supervivencia.
  2. Se instauren medidas que sean necesarias para el control de cualquier síntoma que pueda ser causa de dolor o sufrimiento.
  3. Se me preste una asistencia necesaria para proporcionarme un digno final de mi vida, con el máximo alivio del dolor, siempre y cuando no resulten contrarias a la buena práctica clínica.
  4. No se me administren tratamientos complementarios y terapias no contrastadas, que no hayan demostrado su efectividad para mi recuperación y prolonguen fútilmente mi vida".

Además, dono mis órganos, los que haya dejado en buen uso, que eso ya veremos con el trote que llevo, para trasplantes, digo que deseo ser inhumada, por decir algo, que ya más o menos me da igual, y que la asistencia deseo recibirla en mi domicilio. De la asistencia espiritual, nada, lo que buenamente me llegue sin nadie por medio. Si puedo decirlo, que tengo que consultarlo, deseo que nadie hable fuerte a mi lado y tampoco de mi situación, así como oír un poco de música y que esté todo en penumbra, que la luz siempre me molesta mucho. Y nada más. Morirme, y sanseacabó. De verdad, de verdad, yo preferiría no morirme en absoluto, nada, ni un poco ni un mucho, pero como no hay más remedio, por lo menos me doy el gusto de dejar instrucciones previas, que tal y como se están poniendo las cosas, ya no hay compasión para nadie.

Y la foto que he puesto no tiene nada que ver con esto, aunque en el fondo sí. Era una niña de porcelana que tenía mi abuela María en su vitrina; a mí de niña me gustaba mucho verla, por esas ropas tan bonitas, porque le faltaba un zapato y lloraba con el dedo en la boca. Ahora la tiene una prima mía, porque a mí me dio gusto dársela, ya que por circunstancias la tenía yo. Sabía que ella la quería, así que pensé que le hacía unas fotos y que se la daba. Al final, de todo hay que despedirse. Si me despedí de mi abuela, que yo la quería mucho, con menos pena me iba a despedir del bibelot, ya que la niña que era yo mirando aquella otra niña de porcelana, con esas ropitas, sin un zapato y llorando, hacía mucho tiempo que ya no existía. Mi prima, me parece, no filosofa tanto como yo. Que la disfrute mucho, que es muy buena chica y se lo merece.

09 febrero 2009

Dona del Ventall de Just NIcolás

Suelo visitar un blog curioso, mantenido por dos personas. Sé poco de ellos, pero me caen bien. Conjeturo que uno, Quicus Magnificus, está en Madrid, y el otro, Dave Newaza, en Baleares. No sé mucho más. Creo que tienen cierta amistad, no sé cuánta, con Oshimatoti, pero ya digo, todo son conjeturas. Y así se deben quedar, porque uno de los encantos del blog y sus barrios es a veces la posibilidad de conjeturar.
Pues bien, hace unos meses publicaron -creo que fue Dave, también por conjeturas, una entrada sobre un pintor catalán, Just Nicolás. A mí me gustó su pintura, y comenté algo al respecto: dije que me parecía muy bueno, sólo eso, pero dejé caer que era hija de un pintor y que eso, aunque no me daba un mayor gusto, me proporcionaba cierto criterio. También envidié a quien pudiera comprar alguna obra suya. Y nada más.
Al cabo de cierto tiempo, recibo un correo cuyo título era "Olor a pintura". Sólo con eso ya me mandó a los sucesivos estudios de pintor que he ido conociendo a lo largo de mi vida: el que estaba en la casa familiar, el que hubo en un desván de la Iglesia de San Antolín, el de la casa de Sangonera la Seca, el de la casa de los Peligros en el Puente Viejo. Todos con algo común: el olor a pintura. Y añadiría más: a barniz, tan aromático, a cola de conejo cociéndose en un infiernillo, a esencia de trementina, a aceite de linaza, untuoso y antiguo, al bronco aguarrás, a óleo fresco, a maderas viejas. A tabaco negro, a leña quemada en la estufa y a café algunas veces. Pero si tuviera que resumir todos esos olores juntos en uno solo, diría: "Olor a pintura". Aquel título sólo lo podía poner un pintor que supiera que la persona que lo iba a recibir entendería perfectamente la secuencia. En ese correo Just Nicolás me daba las gracias por mi comentario y me adjuntaba una fotografía de ese cuadro que se puede ver aquí. Lo he tenido en mi escritorio, atesorándolo. Luego lo puse de fondo de escritorio. Después lo pasé al blog como un regalo espléndido del pintor. Y ahora cuento la historia. Oshimatoti, ahí lo tienes. He ido guardándolo, por timidez, por no sé qué, algo que da cuando alguien con su generosidad te ha tocado fibras sensibles, pero al final sale y así ya se puede saber la historia de ese cuadro en mi espacio, y por qué digo que es un regalo de Jus Nicolás. Se puede ver una buena colección de fotos en el enlace primero en que aparece su nombre. Gracias, Just, por este inmerecido y bonito regalo.

06 febrero 2009

Yehudá Ha-Leví


Estos días, en medio de un trabajo intenso, que además tenía un exacto plazo de presentación, me sale al paso este libro, del 97, que de vez en cuando recupero para una lectura siempre nueva y placentera. Es buena poesía, así que el diálogo se renueva. "Ah, sí, este poema de amor que me trajo una imagen lejana de la judería de Córdoba... " o aquel otro, en el que reconoci la cercanía con el misticismo de Ibn Arabí, también llamado el Mursí. Hablo de un frecuente reencuentro con Yehudá Ha-leví. Supongo que los grandes lectores de poesía -yo realmente no lo soy, pues tengo muy escogidos mis poemas y autores- conocerán muy bien a este poeta español del siglo XI, pero no creo que sea muy conocido en general. Por eso, al releerlo, me ha parecido bien dedicarle unas líneas y copiar mi particular selección poética.

Yehudá Ha-Leví nació en Tudela, en Navarra, en el 1075. Durante bastante tiempo se le conoció como el Castellano, pues se le creía nacido en Toledo. Fue autor de un Diván de poesía (colección de poesías de uno o de varios autores, en alguna de las lenguas orientales, especialmente en árabe, persa o turco), en el que se incluyen jarchas, pequeños poemas en castellano mozárabe muy primitivo, al final de largos poemas amorosos en árabe clásico o en hebreo, llamados moaxajas. Además de esta colección poética, que incluye poemas amorosos, filosóficos, religiosos de tendencia mística, y dedicatorias de amistad, escribió un tratado histórico-religioso llamado El Kuzarí.
Se formó culturalmente en la corte de los Banu Hud de Zaragoza, donde recibió educación bilingüe en árabe y en hebreo; también dominaba el castellano. Vivió en Toledo, Córdoba y Granada, y hacia el 1130 inició una peregrinación a Tierra Santa, de la que no regresó nunca. Su muerte está rodeada de misterio, y sólo se sabe que se detuvo en Alejandría y en El Cairo, protegido por las comunidades judías de esas ciudades. Dspués se pierde toda noticia sobre su persona.

Esta es mi pequeña antología personal. Si alguien quiere leer más sobre este autor o algunos poemas, en la página amediavoz podrá encontrar más.


El día en que la acaricié sentada sobre mis rodillas
y se vio reflejada en mis pupilas,
me besó entre risas los ojos;
pero no besó en ellos sino su imagen.

************

Despierta, amor mío, de tu duermevela,
me he de saciar de tu rostro al despertar;
si ves al que besa tus labios
soy yo, que adivino tus sueños.

************

Ofra lava sus vestidos en el agua de mis lágrimas
y los pone a secar al sol de su hermosura.
No necesita el agua de las fuentes, pues tiene la de mis ojos,
ni otro sol que el de su belleza.

***********

¿Por qué sales, oh sol, y por qué brillas?
Ya ha salido la hija de Abihail,
avergonzando al sol con su belleza
y disminuyendo los resplandores del rey del día.

No escogió para vivir el cielo,
sino que convirtió el mirto en su esfera.

************

Cuando vi en mi cabeza la primera cana
la arranqué con la mano.
"Has podido conmigo", me dijo, "porque estoy sola.
¿Qué harás cuando me siga un escuadrón?"

04 febrero 2009

El cuento de Boniface



Un viajero se perdió en la selva. Estaba hambriento y cansado. Pensó que había llegado su fin, cuando atisbó una solitaria cabaña en la lejanía, allí donde acababan los árboles. Con gran dificultad logró llegar hasta ella y encontró que allí vivía un hombre. Lo recibió con un saludo y lo invitó a sentarse a la puerta de su cabaña. El viajero le preguntó cómo podría llegar desde allí a la ciudad. El hombre le dijo que estaba lejos aún y que no llegaría ya antes de la noche. Le invitó a compartir lo que tenía para comer y a dormir aquella noche en su casa.
A la mañana siguiente, le indicó al viajero por dónde tenía que ir. El camino era largo y complicado, así que el viajero le pidió al hombre que lo acompañara para guiarlo. Si lo hacía así, le llevaría a ver al mismo rey. El hombre no tenía mucho que hacer. Acompañó al viajero que se lo pedía, también por la curiosidad de ver al rey en la ciudad, ya que nunca lo había visto.
Atravesaron llanuras, montes y ríos, y al fin llegaron a la ciudad.
-Fíjate bien, porque el hombre al que todo el mundo salude, pero él no salude a nadie, ése será el rey.
En las puertas de la ciudad, los guardianes saludaron con mucha cortesia y los dejaron pasar. Luego llegaron a la gran casa que era la del rey, y ocurrió lo mismo, los guardianes saludaron con una inclinación, pero ellos siguieron adelante. Pasaron a una gran sala y toda la gente se inclinaba ante ellos. Entonces el hombre de la cabaña dijo:
-Me gustaría mucho saber quién es el rey: ¿tú o yo?
El viajero se rio alegremente y contestó:
-El rey eres tú, porque sólo un rey puede recibir a un extranjero del modo en que tú lo has hecho.



02 febrero 2009

Boniface Ofogo, el cuentacuentos del Camerún


Lo prometí, y como lo prometido es deuda, que yo me acuerdo muy bien de cómo me educaron en mi casa, aquí tenemos a Boniface Ofogo. Es un encantador de personas, y viene del Camerún. Digo que es un encantador de personas, porque nos dejó en el más puro encantamiento con su palabra. Me hubiera gustado, aún sin entender nada, escucharle hablar en su propio idioma africano, pero todo lo que contó acerca de su país, sus narraciones orales, sus consejos de ancianos, la vida de la gente, arraigada en tradiciones milenarias, lo contó en castellano. Sin embargo, sólo su presencia imponente, con ese traje bordado por completo, en esos colores cálidos, africanos, ya nos traían las imágenes de su país, como un halo en torno a su persona. Cuenta cuentos allí donde lo llaman y es un embajador de la interculturalidad y el entendimiento entre los pueblos. Como no puedo robarle las palabras, dejo un pequeño cuento africano que he tomado de un libro precioso que recomiendo: "La memoria de los cuentos", un viaje alrededor del mundo y de todas las culturas y épocas a través de los cuentos y relatos fundacionales.
Lo publicó Espasa-Calpe en su ya legendaria Colección Austral, pero sigue vivo y se puede encontrar. El cuento es muy primitivo; para comprender todas sus implicaciones hace falta por lo menos un etnólogo serio, pero con un poco de conocimientos, habiendo leído algunos libros, y un poco de psicología, se comprende que hace alusión al mito de la concepción exclusivamente femenina, a un remoto matriarcado.

AMAAVUKUTU

Sucedió en el comienzo, en la primera aparición de la fuente de la vida, que unas palomas bravas fueron a una casa. Allí encontraron a una mujer, sentada afuera. Entraron y dispersaron las cenizas por la casa. La mujer grita. Era casada, no tenía hijos. Y dice:
-Han venido a burlarse de mí; han visto que no tengo hijos. Han desparramado las cenizas.
Entonces llegan seis palomas. Una dice:
-Vukutu.
La otra pregunta:
-¿Por qué dices Vukutu?
La primera repite:
-Vukutu.
La otra insiste:
-¿Por qué dices Vukutu?
Esto ocurría en presencia de la mujer. Entonces la primera paloma dice:
-Toma una espina y aráñate.
La otra repite:
-Vukutu.
La segunda continúa:
-Toma una espina y aráñate. Recoge un coágulo de sangre y ponlo en un cacharro. Ciérralo por abajo y tenlo apartado ocho meses. Ciérralo por abajo y en el octavo mes, destápalo.
La mujer lo destapa y encuentra un niño. En el cacharro el coágulo tenía un niño al lado.
La paloma dice a la mujer:
-Toma el niño, ponlo en un saco y dale de comer.
Llega otra y dice:
-Envuélvelo y ponlo detrás de la casa; acuéstalo, que no lo vean las demás mujeres; dale de comer en abundancia de manera que crezca inmediatamente.
Entonces el niño creció inmediatamente. De noche llega el marido. La mujer enciende buena lumbre. El marido no sabía nada del niño; el niño era solamente hijo del coágulo. La mujer va a buscarlo, lo trae a la parte delantera de la casa, se sienta y lo pone ante sí. Toma el alimento del niño, se lo pone delante y dice:
-Esta es tu comida. Come un poco, hijo mío.
El marido, asombrado, pregunta:
-¿De dónde has sacado este niño? ¿Qué niño es éste?
La mujer responde:
-Es mi hijo, el hijo de un coágulo de mi sangre, el hijo de las palomas que me han comunicado la sabiduría. Me dijeron que me arañase y cortase yo misma, que tomara un coágulo y lo pusiera en un cacharro, y que se haría un niño.
Entonces el marido se regocija, le da las gracias y dice:
-Hoy me siento feliz y contento. Ahora ya tienes un hijo. Está muy bien.