22 diciembre 2009

Dalí: Vestuario para Don Juan


 
 

Con esta colección de preciosos diseños de vestuario para Don Juan Tenorio, obra de Salvador Dalí, que están ahora mismo expuestos en el Museo de Santa Cruz de Toledo, quiero desearos a todos

FELICES FIESTAS

20 diciembre 2009

Encuentro en Zocodover


De izquierda a derecha, Fernando y Amaia, Sandra, Fuensanta,

No hay mejor sitio en Toledo para quedar y no perderse que el Zocodover, que para eso es un zoco de ver. Muy cerca de allí, en una tienda de un especiero y librero del Alcaná, encuentra Cervantes la continuación de los Anales de la Mancha, en aljamía, para poder continuar el Quijote donde lo dejó en el capítulo anterior, con el Vizcaíno a punto de ser acometido por el Héroe. Así que el sitio también es ideal para encontrar a un bibliotecario, que no es un bibliotecario cualquiera, sino Eusebio, amigo ciber hasta ese momento, en su blog Una vuelta por la red. Yo estaba allí para pasar unos días disfrutando de Toledo con la familia, y él iba de vuelta para Madrid desde La Puebla de Montalbán -exacto, donde nació Fernando de Rojas- y pasaba a comprar mazapanes en la confitería de Santo Tomé. A pesar de muchos errores anteriores, lo conocí a la primera, sin dudarlo. Fue un placer encontrarnos. Como era tarde, no nos dio tiempo a tomar un café, pero al menos hablamos de tomárnoslo la próxima vez en Madrid, organizando un encuentro de blogueros. Cuando se arme, aviso, que eso va estar muy bien. Él y Sandra nos recomendaron que compráramos los mazapanes en esa confitería a cuya puerta estamos, y eso hicimos. Estaban exquisitos. Gracias, Eusebio. Un placer encontrarte en el mundo real, después de tantas charlas en el virtual.

Te dedico este poema que recoge Isabel Escudero en su Cancionero didáctico:

Iba la niña Rahel,
carita de mazapán,
por el Zoco de Toledo,
¡quién la pudiera comprar!
Así la miraba el moro,
ojillos de gavilán,
así la miraba el moro,
de lo oscuro del zaguán.
Iba la niña Rahel,
carita de mazapán,
iba a casa del rabino
que la  tiene que casar
con su primito Samuel
como manda la Misná,
que ni niña ni mujer
doce añitos cumple ya,
Mírala el señor Obispo
de la umbría catedral:
¡quién meneara campanas
por novia tan celestial!

Toledo, ya se sabe, es tierra de las tres culturas, como la mía.

Noches toledanas III: psicofonía y el Infante

Estábamos, como ya sabemos por todo lo anteriormente dicho, en una calleja empinada de Toledo, y el Caballero se disponía, ante la puerta de una noble casona, a poner ante nosotros lo más impresionante de su narración. Nos puso antes en antecedentes de diversos sucesos y fenómenos extraños que se dan en casas de Toledo, como apariciones, movimientos violentos de cuerpos, escuchas de gritos, susurros y voces, y no sólo en casas, sino también en hoteles. El miedo cundió entre todos los asistentes, más que el frío. "Bueno, si no estáis alojados en algún hotel de la Puerta de Bisagra, no hay problema". Me repasé el plano de Toledo en un momento, a ver dónde estaba nuestro hotel, pero como me repasé el que hizo el Greco, que era el único que recordaba, no pude decidir si esa noche tendría visitas inoportunas en la madrugada.


La foto la he pedido prestada en Artehistoria,
que es gente muy culta y generosa.


 Ya tranquila, más o menos, sigo las maniobras del Caballero, que nos  avisa gentilmente de lo que vamos a oír: unas voces de mujeres que gritan "Miguel, Miguel, cerdos, cerdos, fascistas, fascistas". Y eso es exactamente lo que oímos. El niño me pregunta: "Yaya, si cuando uno ve cosas raras, ve visiones, cuando oye cosas raras, ¿qué oye?". "Audiciones, hijo, audiciones", le contesto, pero no se queda muy convencido, porque en su colegio las audiciones son otra cosa. Mientras nosotros dilucidamos esta cuestión tan profunda, el Caballero nos aclara la psicofonía. Ellos se van con todos sus aparatos a una casa abandonada o no donde parece ser que ocurren cosas extrañas. Se aseguran de que nadie diga nada, y a una hora en que los ruidos externos sean los mínimos. Ponen la cinta y graban el silencio, pero luego, cuando la escuchan, se oyen voces de gente que no estaba allí, o mejor dicho, que posiblemente estaban allí pero en forma fantasmal o en otro tiempo, porque, nos aclara el Caballero, no siempre la gente está muerta cuando sale en una psicofonía. En este caso, y a la vista de, perdón, a la audición de aquellas palabras, investigan quién vivía en esa casa entre 1936 y 1939, por la palabra "fascistas", claro, que no hay que ser muy perspicaz para suponerlo. Todo coincide. Una familia de tres mujeres y un chico que se llamaba Miguel, el cual huye cuando entran los nacionales en Toledo, es capturado y fusilado in situ. Su mejor

amigo corre a decírselo a la familia y entonces es cuando las mujeres dicen esas cosas que se oyen en la psicofonía. Los Caballeros de la Orden de Toledo, investigadores infatigables, miran si están vivas estas mujeres, y lo están. Confirman los hechos y las palabras y se oyen a sí mismas con estupor, pero reconociendo sus voces. Esto sí que da un poco de repelús, pero lo superamos, porque somos gente ya curtida en los misterios.
Ya parece que se deshace todo el miedo que traíamos al principio, porque el Caballero ha resultado ser, aunque serio como un Greco, amable e inofensivo. Nos conduce por más callejones y vericuetos, en cada uno de los cuales nos explica alguna anécdota misteriosa sin demasiada importancia, y terminamos en la puerta de la mismísima Escuela de Traductores de Toledo. Ya no es lo que era, desde luego. Ahora la gerencia está a cargo de la Universidad, y con eso y con las hamburgueserías que hay por toda la ciudad, léase tiempos modernos, ha perdido mucho. Pero, bueno, nunca tuvo un local y ahora sí lo tiene; antes eran todos sabios y ahora son todos aprendices. Ahora no tienen conocimientos esotéricos y antes eran todos unos magos redomados.
Alli, en tan insigne lugar, nos cuenta el Caballero un cuento, uno que yo tengo por el más redondo y hermoso de toda la cuentística española, el de don Illán y el deán de Santiago del Infante don Juan Manuel.
Como es cuento que me sé de memoria, voy comprobando si el Caballero olvida algún detalle, y no, se lo sabe muy bien. Yo le ayudo un poco al final, cosa que él no esperaba, pues pregunta al público presente: "¿Y qué vio delante de sí el deán de Santiago?" Y yo digo: "La perdices". Me apunta con un dedo casi mágico y yo me quedo petrificada, por si me va a lanzar algún hechizo, pero no era eso, era para declarar que eso era exactamente lo que vio el deán.
La noche era más fría que nunca; la hora de los espectros se acercaba. El Caballero nos repartió unos marcapáginas muy bonitos en rojo y negro, en cuya cabecera figuraba este título: "El pozo y el péndulo". Hay una librería esotérica que así se llama, que han tomado el título de un cuento de Poe que se desarrolla en Toledo, en los calabozos de la Inquisición toledana. Quien se anime a leerlo, sabrá de verdad lo que es, no una, sino muchas noches toledanas. Y con esto y un somero agradecimiento, se despidió el Caballero de la Orden de Toledo. Nos dejó en la puerta de la Catedral sumidos en nuestros amedrantadores pensamientos.

"¿Te ha gustado, Marcelo?", le pregunté al niño de vuelta al hotel. "Sí", contestó. No dijo ni una palabra más. El niño es enjundioso. No sé si será por los genes navarros o por la adolescencia.



18 diciembre 2009

Noches toledanas II



Continúo, pues, con mi espeluznante relato toledano, para que nadie diga que se quedó sin saber el final. Nos quedamos en la entrada de la iglesia de San Miguel, después de escuchar horripilantes cuentos verídicos sobre apariciones de caballeros templarios. Olvidé contar antes que el caballero de negro nos hizo un examen previo de conocimientos sobre magia de varios colores, y visto que éramos unos ignorantes, pasó a comunicarnos que pertenecía a la Orden de los Caballeros de Toledo, lo cual no era ninguna novedad, que la única palabra que había que añadir a lo que yo ya sabía era Orden. De allí nos dirigimos a una visita que sólo estaba a unos pasos de la iglesia, a visitar unas cuevas no menos misteriosas que la parroquia que dejábamos atrás, no sin volver la cabeza varias veces por si nos seguía algún espectro. Doña Manolita o Doña Teresita o Doña lo que Fuerita tardó un poco en abrirnos la puerta, y cuando abrió le dijo al Caballero -ya lo pongo como propio- que había aún otro grupo dentro. Esperamos un poco más y cuando salieron aquellos desventurados, entramos nosotros a un bonito patio toledano con sus plantas en tiestos que era una alegría verlas. Y bajamos a las cuevas. Ya nos avisó el Caballero de que nos anduviéramos con ojo, que era leyenda que siempre salía uno de menos. El niño no se inquietó, el padre del niño tampoco, la gente tan tranquila, y yo pensando en estar bien localizada siempre conmigo misma -usted está aquí- para no quedarme.

Recorrimos las cuevas, que tienen la fama de horadar el Toledo subterráneo, y allí mismo nos contó el Caballero la leyenda del tesoro de Hércules, que era un refrito de paganos, moros y cristianos. Al niño, acostumbrado a los mangas, le gustó mucho. En esas cuevas hubo en su tiempo de todo: acusados de masones, tertulias literarias y hasta cabaret. Últimamente, lo ocupó un alfarero, y de ahí el cacharrerío en cajas de madera. Había un respiradero que el Caballero tachaba de punto mágico y energético donde los haya, que el que se ponía debajo se sentía electrizado, con la piel de gallina y eso. Era verdad, que los que se atrevieron a ponerse debajo estaban como erizados. Pero a lo mejor era el biruji que entraba por el respiradero. "No tenéis temor de Dios", pensé yo, "que si no os entra energía diabólica en el cuerpo, al menos os puede entrar un mal aire y coger cualquier plaga de las que corren por el mundo".


De ahí salimos aliviados con la cuenta hecha de los que habíamos entrado, estando todos los mismos sin falta. El Caballero nos llevó por callejas y vericuetos toledanos, a buscar la casa de una bruja que intervino en los amores de un caballero cristiano y una hermosa judía. La pena fue que el caballero  enamorado de la judía no supo con quién se jugaba los cuartos, y cuando se vino a dar cuenta resultó que le había vendido su alma al diablo sin saberlo; que lo tengo dicho, que hay que mirar la letra pequeña y no firmar cualquier cosa que nos pongan delante. Verdaderamente, esto es lo único que el diablo nos dejó ver de su persona, la placa de la calle que Toledo le dedica, que ya es mucho, porque no todas las ciudades tienen una calle para este interesante personaje.
Para el siguiente paso tuvo que explicarnos el Caballero de negro que ellos no eran guías turísticos, no, sino investigadores de lo misterioso, y que habían participado en montones de congresos y de jornadas,  y que sabían lo que no está escrito de fenómenos extraños. De eso sé yo también un poco, pero no me mandan a congresos, a lo mejor porque los fenómenos extraños que yo veo son de otro orden. Lo que nos contó era bastante extraño, es cierto. Una psicofonía. Nos la puso en el aparato que llevaba en el maletín. Se oía perfectamente la voz de una mujer y se entendía lo que decía. Estábamos a la puerta de una casona toledana de aspecto noble. La psicofonía quedó explicada, pero como esta entrada ya está siendo demasiado larga, a otra cosa, mariposa, que mañana a lo mejor me da tiempo de explicarla y acabar de una vez con el Caballero de la Orden de Toledo.





17 diciembre 2009

Noches toledanas I






La próxima vez que alguien me diga que ha pasado una noche toledana, le diré que el dicho puede ya ir dejándose caer en desuso, porque para mí una noche toledana ya es otra cosa. Que no cunda el pánico, porque no voy a contar nada de orgías nocturnas ni de desenfrenos a la luz de la luna en la ciudad imperial. Mayormente porque la compañía no daba para eso y porque a esas horas hacía un frío, este sí, toledano. Que no estaba el ambiente para mucho escote.
Tres orígenes se suponen para el dicharajo: o los mosquitos del Tajo, tamaños como ninfas, que a lo mejor era eso lo que veía Garcilaso, o la salida de mozas a buscar novio en la noche de San Juan, que armaban un poco de lío en la calle, me imagino; o quizás, y dice mi fuente de información que es la más fundamentada, por un hecho histórico del tiempo de los moros, una traición acaecida en el año 800 en que un walí pasó a cuchillo a una pandilla de nobles que tenía invitados en su casa por un quítame allá esas pajas, que era bonita costumbre de la época.
Indudablemente, mi noche toledana no tiene nada que ver ni con mosquitos ninfa, ni con los novios de San Juan, ni con traiciones, sino con esto (que suenen redobles y que todo el mundo se espante):




Procedo a contar la aventura. Llegamos al hotel y comienzan los trámites que hay que hacer para que te admitan como huésped. Yo me entretengo por allí con folletos, tarjetas y anuncios de los que hay en todos los hoteles para que los viajeros encuentren los peores restaurantes y los entretenimientos más idiotas de la ciudad. Entre ellos, al menos cuatro anuncios de paseos nocturnos por Toledo, referidos a sucesos mágicos que parecen muy propios de tan vetusta ciudad. El que más me llama la atención es uno bien negro, lleno de signos cabalísticos, que anuncia momias, apariciones, cuevas, brujas, y misterios de los más misteriosos. Los demás folletos son en vistosos colores fosforitos. Le pregunto al recepcionista si el más siniestro será apropiado para un niño de doce años y el hombre se trasmuda patéticamente y me dice que no, que son más apropiados los de vistosos colores, porque ese en negro es una secta satánica. Madre mía, qué susto. No me lo puedo creer. Pues justo a ese es al que llamo, a ver qué dicen. Me dicen que claro que puedo llevar a un niño, pero ya no sé si fiarme, porque a lo mejor al niño lo quieren para un sacrificio humano o algo así, después de haberle dado a la abuela alguna pócima soporífera. Nada, que yo, erre que erre, me arriesgo a caer en las garras del mismo satanás, junto con mi pobre Marcelo, que también se arriesga. Dice que no le da miedo, toma ya. Allá él. Su padre, que no parece tenerlas todas consigo, y que es buen mozo para defendernos, dice que se viene también. Tres posibles víctimas, tres, que se van para un pub irlandés, donde hemos quedado con los demoníacos guías de Toledo, los cuales, después de tomar nota de que estamos allí, vaya una precaución, digo yo, nos invitan a una cerveza. Los satánicos es que son así, te invitan a una cerveza normal en un pub irlandés para disimular y luego sacarte el saín. Me dicen además que el niño no paga por el paseo nocturno; qué mosqueo. Y empieza a llegar gente muy normal, posibles víctimas también, algunos con un carricoche con niño dentro, que hay padres un poco alocados que llevan niños de teta a paseos misteriosos por Toledo. Eso sí, los llevaban forrados de lana. Por el frío, no por los colmillos, aunque no sé yo.


Dos de las presuntas víctimas
tan campantes ellos, como si no 
pasara nada.


A las ocho en punto, nos recoge un caballero todo vestido de negro con cara de personaje del Greco, concretamente de uno de los que están mirando con estupor al Conde de Orgaz. Lleva un interesante abrigo negro y un maletín en la mano; ojos penetrantes y fina perilla. Qué estampa. Un servidor, seguro. Nos saluda muy misteriosamente y nos propone empezar la visita en el Corralillo de San Miguel. Ya empezamos con propuestas siniestras. Pues bajo estas vigas, junto a la iglesia de San Miguel, que es arcángel muy viajado y culto, nos cuenta el caballero unas historias de templarios y pilas bautismales sangrantes, y noches toledanas de las de verdad, con abundante cerveza del santo del mismo nombre, y apariciones de esos templarios de ultratumba, que ponen unos pocos pelos de punta, no todos, que  la totalidad queda para más adelante. Y el niño, que no ha pagado el paseo y que no sabemos con qué lo pagará, dice: "Yaya, eso es como el Monte de las Ánimas". Se refiere al de Bécquer, y le digo que sí, pero que no llame mucho la atención con pedanterías de niño sabio, no sea que en vez de sacarle el saín lo capten para la secta. Y no sigo, que es de noche y me está dando miedo. Mañana, con la luz del día, sigo contando, que yo soy como aquel personaje de Dostoievsky, que de noche creía en Dios y de día ya no.


09 diciembre 2009

Marcelo y el Greco

No lo anuncié como otras veces, por falta de tiempo, pero es el caso que parte de este largo puente lo he pasado en Toledo, en estrecha comunidad familiar, para entendernos, con un casi adolescente y una pequeñaja de cuatro años, que, cómo no, aparecía misteriosamente en todas las camas, en todas las sillas, por todas partes, siempre presente y mágica, como un duende o un ratoncillo, preguntando dónde estaba la cocina de la habitación, mientras el grandullón de su hermano se quejaba de ella, de Toledo, de sus warhammer abandonados, de sus deberes sin hacer, de todo, menos de la comida y del Greco, que parece que le gusta mucho. Y la prueba está aquí, en esta foto, en la que hace la intención de convertirse en uno de sus retratos, para lo cual le sobra un poco de redondez y de buen color en la cara.


Aquí se puede apreciar el enorme parecido con cualquier cuadro del Greco que ha logrado Marcelo, y, como es consciente de que le sobra un poco de buena vida para lograr la perfección, ha prometido no comer chuches, estudiar un poco más y salir a caminar para perder un poco de lustre y parecerse más a los personajes del ilustre inmigrante griego.
Los padres de este místico muchacho, lo mismo que los abuelos, soportando y disfrutando de la murga del adolescente y persiguiendo a la enana por doquier. Para demostrar su querencia al Greco, hizo unas cuantas fotos él solito de algunos detalles de la Asunción, los que más le impresionaban, a cuyo fin yo misma le presté mi cámara.
Estos fueron los motivos del cuadro que más le gustaron, me parece, porque no hizo ningún comentario al respecto, sólo los fotografió. 





Luego descubrió que el Greco era un inmigrante y que se alquiló -o compró- su casa en un barrio no muy céntrico, en la Judería, donde ya no quedaban judíos porque habían hecho la gracia de echarlos, y esos eran españoles, pero los convirtieron en inmigrantes en el Norte de África y en el Este de Europa, para desgracia suya y vergüenza nuestra. Era el Greco, sin embargo, un inmigrante legal, porque en la época no se hacían distingos, y mira por dónde, por no ponernos pesados con esas cosas, nos encontramos con el Greco y con un tesoro pictórico exquisito para toda nuestra historia posterior. Aunque al fondo de ese callejón está la casa del pintor, no la pudimos ver, porque la tienen en obras, pero nos paseamos por los alerededores.

También hicimos otro descubrimiento importante: que el San Esteban del Entierro del Conde de Orgaz se parecía a él, pero algo mayor y, otra vez, con menos carnes.  El colorcillo de las mejillas sí coincide. Pues algo que tenemos ganados en la carrera de grequización, si es que esa palabra existe, y si no, pues nada, me la acabo de inventar.

Y pensar que de cría a mí me daba miedo la pintura del Greco, y más tarde en mi juventud pensaba que no me gustaba nada, que era algo así como incompatible con las Meninas. Apenas hace unos años empezó a gustarme, a maravillarme, a dejarme suspensa y sin palabras, como adentrándome en otro mundo desconocido. Marcelo me lleva una gran ventaja en esto, porque a él ya le parece de lo más grande.


Mientras tanto, Amaia, la duende, aprovechaba cualquier servilleta de bar, cualquier papelucho que había a mano para dibujar, uno, la casa y la yaya, dos, la casa y las flores, tres, un monstruo, cuatro, una composición abstracta sobre fondo rojo, y cinco, la casa y Marcelo. El sol, siempre presente. Mira que si luego es una greca... porque las casas son algo larguiruchas, la verdad.


04 diciembre 2009

Cambios históricos, y tanto

Dave Newaza, que es bloguero de pocas palabras, enlazó el siguiente perfil de Facebook:


Para unas risas en el puente kilométrico.

27 noviembre 2009

La Casa: Taller de Arte Experimental


Hace unos meses mi amigo y compañero Manuel Delgado, pintor excelente y profesor de Arte, tanto en el IES Floridablanca como en la Facultad de Bellas Artes de Murcia, me pidió un favor muy especial: que escribiera un texto sobre un tema determinado, La Casa. La finalidad de este texto era aparecer en un catálogo también muy especial. Manolo lleva muchos años ya impartiendo un taller de Arte a un grupo de personas, la mayoría de ellas mujeres, en Puente Tocinos. En el curso pasado tomaron como tema de trabajo precisamente éste, La Casa. No recuerdo en qué momento me senté a escribirlo, ni cómo me surgió la idea. No fui demasiado consciente de lo que hacía, y a lo mejor por eso el texto ha sido tan apreciado.
Tuve un rato de conversación con las autoras de la exposición en La Nave de Puente Tocinos, en el mes de octubre, junto con Elisa, una pintora que me encanta, como artista y como persona. Fue un acto muy agradable e intimista: hablábamos de las relaciones entre las diferentes artes.




Anoche fue la inauguración de la exposición, ampliada, en el espacio de exposiciones de las Casas Consistoriales de Mazarrón. La casa consistorial es una maravilla del Modernismo, y el espacio habilitado para exposiciones temporales, casi mágico. Las pinturas y grabados lucían allí de una manera muy especial. Leí el texto en voz alta, y una vez más comprobé que un texto puesto en la voz humana crea fascinación entre los oyentes, atrapa, embelesa. Recibí muchas felicitaciones inmerecidas. Las que de verdad merecían felicitaciones eran las autoras (muchas) y los autores (unos pocos) de la exposición colectiva. Un catálogo es algo muy limitado, y puedo asegurar que había allí verdaderas joyas artísticas. La gente que las hace es gente del pueblo, mujeres y hombres que gustan de la pintura y el dibujo como forma de expresión personal, incluso con razonables aspiraciones artísticas.


Copio a continuación el texto del catálogo.

Si alguna vez, en la noche, piensas que querrías volver a casa, mira qué casa es esa a la que deseas regresar. Pues bien sabes que no te es permitido por tu misma naturaleza, si eres lo que eres sin poder evitarlo. Mientras tanto, verás en tu imaginación los rectángulos blancos que dejaron los cuadros al ser retirados de la última casa de la que te fuiste y volverás a sentir la melancolía del abandono. Quizás veas ese sillón de orejas tapizado en recia cretona floreada que tan amorosamente te acogía con sus brazos de crin. No dejarás de recordar la mesa de camilla del invierno, sin piedad sustituida por la moderna mesita de cristal, y si te dejas llevar, traerás a la memoria ese reposo sensualen la música de cierto artista vienés al volver de un día ajetreado; incluso puede ser que mentalmente hagas el acopio de aquel olor caliente de la cocina, donde los azulejos se empañaban con el vapor de una olla bullente. Todo eso vendrá a tu imaginación y a tu recuerdo, pero tú sabes que tu casa no es un habitáculo con un suelo que pisar y un techo por encima de tus pensamientos, y que ni siquiera es los muebles con que se va llenando, con la justificada excusa de que son necesarios, ni aún las personas que la habitan, ni los objetos que terminan por amarse como parte del tiempo vital; ni siquiera los olores cálidos, ni la música encantadora de ningún artista.
Si piensas en volver a casa, toma tus lápices de colores y una hoja de un cuaderno escolar, preferentemente de dos rayas. Apoya la barbilla en tu mano y sóplate el molesto flequillo que siempre se te viene a los ojos, saca la punta de la lengua por un lado y muérdela un poco, suavemente. Concénrate, que tu tarea no es cualquier cosa fácil. Haz, como buenamente puedas, un cuadrado bien recto y ponle encima un triángulo que quede bien sentado; pinta ese triángulo de rojo vivo y no dejes de ponerle un pequeño rectángulo a un lado, del que brotará una línea rizada. Ahora recuerda que debes dibujar dos cuadraditos azules con un marco verde y una sencilla cruz que los divida en cuatro; traza, en el centro y bajo ellos, un rectángulo pequeño y lo redondeas por arriba; mejor lo pintas de color chocolate y le dibujas un pequeño pomo negro; un poco de hierba fresca abajo quedará bien con trazos serrados en verde. Dibuja a aun lado un tronco marrón y una buena copa redonda y verde. No olvides hacer tres círculos de rojo lozano. A lo mejor te gustaría que un sencillo pájaro, como dos cejas juntas en el ceño fruncido de la pregunta, volara por encima, cerca de una nube muy blanca y muy rizada, y si allí ha de ser siempre de día, harás un círculo coronado de rayos amarillos, con ojos y labios amigables. Sonríe y escribe debajo tu nombre en torpes mayúsculas. Entonces podrás decir que has vuelto a casa, a la única casa que tenemos.



25 noviembre 2009

Violencia contra las mujeres

 

He ido esta tarde, como todos los años, a la concentración que la Comisión 8 de marzo convoca en la plaza de Santo Domingo. Me he dejado la cámara en casa, así que se perdonará que las fotos sean testimoniales, de pancartas de años anteriores, pero que han estado también presentes esta tarde, lo cual me hace pensar en la necesidad de la repetición reivinidicativa cuando los problemas no se ha solucionado, ni tienen visos de solucionarse en bastante tiempo. Es cierto que se ha avanzado mucho. Una compañera me dice allí que se va a las Jornadas feministas de Granada; hace treinta años también acudió y quiere saber qué ha cambiado. Le digo que para empezar hace treinta años ni se hablaba de violencia contra las mujeres, por ejemplo, por lo que este colectivo tiene que estar orgulloso de su labor, tantas veces machacada, denigrada, ridiculizada por los grandes patriarcas intelectuales de este país y de otros países. En fin, ladran, luego cabalgamos.
El último que ha ladrado ha sido un estético y poco ético profesor de rancio abolengo patriarcal, de esos que saben mucho y sobre todo lo dicen con la voz muy campanuda, y que además pone cara interesante para hacerse la foto. Un perfecto varón en el uso de todos sus poderes, que se atreve a tachar de necedades todo lo que no haya salido de su cráneo privilegiado. Mejor le habría ido si hubiera dedicado sus energías a estudiar, por ejemplo, el autismo.  Con todo, no quiero poner ningún enlace a su hilarante artículo en El País, simplemente por no darle más cancha, que ya ha tenido bastante por el momento. Bueno, un mérito hay que reconocerle: su atrabiliario artículo ha desatado una tormenta de rechazos de hombres y mujeres de toda España, y un debate abierto sobre los límites de los cabestros. De vez en cuando hay que poner un rancio en el centro para que nos acordemos de cómo eran los rancios y no nos descuidemos.

Yo sólo digo, a propósito de esta violencia contra las mujeres, que es estructural y sistemática, que el sistema está basado en ella, pues es imposible que la mitad de la población haya podido someter a la otra mitad durante tanto tiempo, y aún continuar, sin ejercer violencia. ¿O alguien cree que el colonialismo (político, cultural o de género) es echar agua de colonia al que se quiere colonizar? Pues es que no. Lo que se echan son palos, muertes, en el peor de los casos, y en el caso más liviano, desprecio, ninguneo, ocultación, o sea, violencia. Las causas las conocemos, su extensión y alcance, también. Hay leyes, pero nunca las cosas se arreglan con leyes, aunque ayuden. Es un cambio de mentalidad social lo que tendría que suceder, y eso sólo se hace con educación, después educación y luego más educación. Eso para el futuro. Para el presente, protección a las víctimas, rechazo social del violento, colaboración ciudadana y punición del maltratador.



19 noviembre 2009

El metro de Mluz



Por lo general, cuando se va a Correos ya se sabe por lo que se va. Así y todo, siempre hay una emoción, una ilusión infantil, cuando el aviso amarillo dice que se trata de un paquete. Se espera un regalo que viene de lejos, o algo maravilloso que has comprado, o un mensaje de un amigo en forma de libro o de imágenes. Con todas esas esperanzas me he acercado yo esta tarde a la oficina que hay detrás de mi casa, calle Simón García, de empleados estúpidamente correctos. Me ha preguntado el empleado de turno si era grande o pequeño el paquete. Y yo qué sabia, si era una sorpresa. Debo de haber puesto cara de niña, porque se ha vuelto impasible hacia su armario de pared y se ha puesto a buscar entre cinco o seis paquetes más o menos del mismo tamaño. Era pequeño, finico, pero sólido, muy bien empaquetado, y yo sabía lo que contenía, aproximadamente: unos ejemplares del libro que ha publicado Mluz Flores, la bloguerade Cuentos de Bolsillo. He salido de la oficina, disimulando mi ansia de abrir el paquete, pero no he podido esperar: lo he abierto en la calle. Más de lo que yo esperaba, porque contenía además unos puntos de lectura preciosos y una nota encantadora de Mluz, a la que ya contesto: me gusta mucho, me encanta, es una joyita del dibujo, y de la observación humana. En este barrio tenemos gente así de creativa, de buena, de artista.
Explico de qué va el libro, por si alguien se interesa. Se ve que Mluz viaja en una línea determinada de metro con frecuencia, yo diría que a diario, y en su camino, en vez de pensar en las musarañas, que es lo propio, ella se pone a observar a la gente, y no sé si luego o en el momento, dibuja lo que ha observado, con tal maestría, gracia y ternura por las personas que le salen unos dibujos del alma, más que de la pluma. Conocí el blog de Mluz por Ernesto -gracias, amigo Ernesto- y nunca terminaré de agradecérselo. Por varias cosas, por los dibujos, que son siempre un estímulo para mí y me producen una gran admiración, y por la misma persona de Mluz, a la que no conozco personalmente, pero que adivino encantadora, humana, amable.

Como su email está en su blog y ahí está el enlace, quien quiera disfrutar de un pequeño libro, con los deliciosos dibujos y sus breves pero enjundiosos comentarios, que se ponga en contacto con ella o lo pida en su librería, que lo ha publicado la editorial Blur Ediciones S.L. y no será difícil de encontrar.


17 noviembre 2009

Anatomía de un instante


En mi modesta opinión de lectora, Javier Cercas no es un novelista. Es un estupendo escritor, pero no un novelista, si entendemos la novela como una construcción, todo lo libre que queramos, pero una construcción de sólidos cimientos dentro de la ficción. Si entendemos la novela como la definía Cela, "cualquier escrito en forma de libro bajo cuyo título se ponga la palabra novela", entonces sí es novelista, pero me parece que la definición es demasiado amplia.
He leído de este autor dos libros. Uno se parecía más a una novela, que era "Soldados de Salamina", y llegué a la conclusión de que no era una novela, sino un relato precioso, espléndido, enmarcado con unas historias que no me interesaban apenas. El relato del que hablo es el núcleo central, el encuentro de Sánchez Mazas fugitivo, escapado de la muerte, con el soldado republicano. Lo demás era para hacer páginas y que aquello se pareciera a una novela. No vi la película, y creo que no hacía mucha falta.
Este que he leído hace poco, "Anatomía de un instante", me parece muy superior al anterior, y no sé si es novela o no, ni me interesa, porque leerlo ha sido un placer muy por encima de cualquier clasificación de género. La retórica es posterior a la poesía, aunque a veces y en épocas se tome prerrogativas de ordenanza municipal. Quiero decir que los escritores escriben, y luego los eruditos y críticos hacen las normas según lo que hayan escrito, dándole entonces categoría de género. Si los seguimos un poco, esta sería una novela ensayo o un ensayo novelado. Sea como sea, es un libro espléndido, con una escritura inteligente y tersa, como un pliego de papel blanco con líneas rectas y letra pequeña.
Como ya se sabe, trata del 23 F, ese día en el que todos los españoles con edad suficiente recordamos dónde estábamos y qué hacíamos en el justo momento en que la radio se cortó y se oyeron tiros a lo lejos. La estructura de la novela o lo que sea es sencilla pero absolutamente adecuada: parte de las imágenes de la entrada en el congreso de Tejero y las actitudes diferentes de cada uno de los protagonistas de esas imágenes. De ahí se lanza al análisis histórico, psicológico y político de cada personaje -Suárez, Tejero, Carrillo, Gutiérrrez Mellado, el Rey- con una agudeza extraordinaria. Hay artículos memorables -le llamo artículos y no capítulos, por lo ya dicho- como los dedicados a Suárez, cuya personalidad queda dibujada con potentes trazos combinados con finos matices observados. Pero en realidad esto mismo se podría decir de cualquiera de los retratos que aparecen.
En cuanto a las diferentes teorías sobre aquel intento de golpe de estado -me pregunto si finalmente no triunfó por caminos desconocidos-, Cercas se manifiesta en la línea más oficial. Podría haber sido cualquiera tratándose de una "novela", pero prefiere centrarse en el análisis de cada personaje y en su actuación y antecedentes, antes que aventurarse en un camino de ficción donde todo sería posible, pero no todo creíble. Si está a mano, merece la pena leerlo, y de paso recordar qué se estaba haciendo, dónde se estaba en aquel preciso instante. Seguro que Encarna se acuerda perfectamente, y seguro que le gustará esta lectura.

13 noviembre 2009

Qué semana


Hoy es viernes, lo cual para nadie es una novedad. Todas las semanas, al final, tenemos un viernes para empezar el fin de semana y terminarla con mejor o peor fortuna. Dentro de un par de horas desaparezco, sin echarme polvos de la madre Celestina ni nada, por mi propio pie, o sea, por las cuatro propias ruedas de mi coche-furgón, rumbo al campo, con dos abuelos, él y yo, y dos niños, él y ella, dentro. Fin de semana familiar, haciendo de canguros de nuestras dos joyas.
Pero antes de irme, hago un repaso a la semana, que no ha sido muy diferente a otras, y sin embargo, he tenido más conciencia de la cantidad de medicación que me habrían dado de niña si hubiera nacido en estos tiempos, por hiperactiva.

Para empezar, he hecho Tai Chi dos tardes, en el gimnasio, con el maestro Won. Este es el tercer año que practico tan sabio ejercicio oriental, al que se llama "meditación en movimiento", pero que quizás tiene más que ver con hartar de tortas al personal adverso que con la meditación, sólo que visiblemente suavizado, estilizado y refinado. Ya controlo bien la secuencia de diez movimientos (es lo más fácil), hago con cierta fluidez la de veinticuatro, y me peleo con la de cuarenta y ocho. Estoy contenta, porque a este ritmo, a los ochenta años, si llego, seré una estupenda practicante de tai chi chuan (de la chen ya ni hablo), pero no me quejo, que todo aprendizaje oriental es lento.

La tarde del lunes la dediqué a ponerles a mis alumnos de Artes Escénicas una película ilustrativa de la Ópera de Pekín, "Adiós a mi concubina". De cinco a ocho, fuera de horario escolar. Vinieron sólo media docena, pero hay que ver lo que les gustó, contra lo que yo esperaba. A todo el mundo no le gusta esta película, pero a mí siempre me ha gustado, y eso que dura casi tres horas de gorgoritos en chino. Aparte bromas, la película es muy recomendable, pues a través de la historia de unos artistas de la Ópera se va observando la historia reciente y determinante de China. Dura, emotiva y muy estética. Para no dejar el continente asiático y seguir viendo cine, en la noche de no me acuerdo qué día, va mi Cinéfilo y pone "La ducha", de la misma nacionalidad, pero de estilo completamente distinto. Aprovechando que puedo hacer dos cosas a la vez, empiezo a hacerme un bolso de ganchillo con una lana que me sobró de no sé qué labor.
Y a todo esto, termino de leer una amena historia del Teatro, de cuyo primer capítulo sacó un resumen para ofrecerlo a mis alumnos, como parte de la Unidad Didáctica II. También programo las sesiones prácticas, pongo las notas de la Unidad Didáctica I, resuelvo el comentario de texto del examen y la cita comentada, y con el último aliento que me queda corrijo unos cuantos trabajos sobre Teatro Noh, Kabuki, Budismo Zen y Tantrismo, todo ello aplicado al teatro. No salgo de Asia. Menos mal que el texto que preparo sobre historia del Teatro es sobre Grecia y Roma. A propósito de eso, me voy a la librería Encuentros, que está en el corazón libre de mi barrio, y encargo a Puri que me traiga un montón de libros sobre Artes Escénicas. Como ella es diligente, va y me los trae, y hoy paso a recogerlos. Qué susto, me los tengo que leer todos.
El miércoles voy a ver a mi madre. Por suerte, ella es tranquila y mi trabajo consiste sólo en ver el Pasapalabra y criticar a mis hermanos un poco. Cuando yo no voy, con otro hermano y/o hermana, me critican a mí. Es ya un clásico familiar.
Visito blogs amigos, dejo comentarios, todos los que me da tiempo y me provocan. A la izquierda está el rollo de blogs, tonto el último. Sólo hay que ir pinchando en donde haya un título chulo y, hala, de visita por el ciberespacio. De paso, me acuerdo de "El secreto de sus ojos" de Campanella, le hago un resumen de mi impresión, procurando no desvelar el final ni lo esencial del desarrollo. Me encantó esta película. Hago siete entradas seguidas en el blog de Artes Escénicas, para mis alumnos y para quien quiera ver lo que estoy haciendo. Contesto a una locatis que está muy enfadada porque los licenciados en Arte Dramático no pueden ser profesores de esta asignatura. Paciencia, todo llegará, pero para entonces, ésta que lo es habrá dejado el trabajo muy primorosamente terminado.

Adapto en un par de horas un cuento de Jardiel Poncela, "Una imaginación desbordante", para el grupo de teatro de profesores. Voy al ensayo, organizo improvisaciones, actuamos, nos reímos, planeamos puesta en escena. Ya está casi todo organizado, al menos en mente, la estética del espectáculo, los papeles, etc. Le doy la lata al director para que nos ponga focos en el escenario. Que sí, que no, que te quiero mucho, pero ahora no puedo. Bueno. Lecturas compartidas, con tablón nuevo y vistoso para poner los carteles. El de esta semana lo hago dos veces, porque el lector ha cambiado de opinión respecto a su lectura.


Una noche, que ya no sé cuál, me voy a un recital poético, porque lee sus poemas un amigo y además bloguero: Rafa, fisioterapeuta de mi centro, y además estupendo poeta. Además, leerá Soren Peñalver, consagrado, consagrado por los dioses de la poesía, amigo muy querido. Un lujazo. Me regalan las dueñas del bar Andestán, (Rafa me dijo que se llamaba Understand, y no veas para encontrarlo) como a todos los concurrentes, un rollito de papel, entre pétalos de rosa, con un fragmento de Ángel González. El destino sabe que es uno de mis preferidos. El fragmento dice así:

¿A qué llorar por el caído
fruto,
por el fracaso
de ese deseo hondo,
compacto como un grano de simiente?

Parece que me han adivinado el pensamiento. Allí estaba tambień, de hecho habíamos quedado, Eme, mi joven amiga bloguera.

Disfrutamos un montón de la poesía y de la amistad. Y de unas cuantas cervezas.

Y luego, a leer el periodico. Hace tiempo que ya no compramos El País. Nos hartó. Ni por sentimentalismo. Nos pasamos a Público, pero hete aquí que nos desaparece uno de nuestros preferidos, Rafael Reig, por dar demasiado la lata, dicen. Yo digo que porque no se casaba con nadie y ponía los puntos sobre las íes en un trabajo de periodismo pedagógico. Mi Cinéfilo dice que ya no lo compra más. ¿Entonces qué, nos pasamos al ABC? Qué disparate. Que lo compre yo si quiero. Bueno, al final lo compra quien antes llega al kiosco. También me entero de lo del Muro, pero, como dicen otros blogueros, para muros los que hay levantados piedra a piedra, en las fronteras de la UE, en Gaza, en la frontera de los EEUU con México, y otros muros invisibles pero igualmente efectivos, el del hambre, el de la injsuticia, el de la guerra. No sale muy bien leer periódicos; por un euro te dan el día. Pero yo sigo leyendo, indignada. Así vamos.
Seguro que se me escapan cosas de esta semana. Cocinar, recoger, lavadora, esas cosas domésticas tan bonitas, y menos mal que María me ayuda.
Hoy, esta mañana, un descanso. Un café con Encarna en la Placica, tan tranquilas. Siempre tiene que haber un remanso. La tengo últimamente abandonada de recomendaciones de libros. La semana que viene será. A ver si a la próxima le saco más provecho.

09 noviembre 2009

El secreto de sus ojos


Hace algunas semanas que fuimos a ver "El secreto de sus ojos". No la había comentado antes porque aún me la estaba pensando, como saboreando unas imágenes y unas ideas que me impresionaron vivamente. Ahora quiero compartir este placer. Nadie creería que es la primera película que veo de este director. Amigos me habían hablado de otras películas suyas, pero no había tenido oportunidad de ir a verlas. De esta me gustó, desde el principio, el título. Luego me llegaron muy buenas opiniones de gente de la que suelo fiarme, así que fui a comprobar si podía seguir fiándome de ellas y si podía fiar en mi instinto para los títulos. Acierto pleno. Es una película magnífica, y así lo he hecho constar en la página oficial, cuyo enlace queda más arriba, en el sector de comentarios de espectadores.
El guión de esta película es apasionante desde los primeros pasos, pero el último paso es impresionante, un impacto absoluto para los que creen que pueden predecir el desarrollo de una historia y su final aproximado. La interpretación de todos y cada uno de los artistas, un lujo auténtico. Escenas crudas y entrañables se suceden, como en la vida misma, sobre un fondo de injusticias y turbulencias políticas, dominado por la corrupción y la arbitrariedad del poder. El tema, si se mira bien, podría ser de lo más manido; un agente judicial jubilado, que pretende escribir una novela, indaga sobre un caso de su pasado, un caso que le impresionó especialmente y que quedó prácticamente sin resolver y archivado. Esta indagación, que se vuelve personal, se combina y complica con un amor no realizado y con el reconocimiento de sus errores. A mí me emocionó la historia de amistad, que de modo secundario pero eficaz, va jalonando el desarrollo, pero también esa escena de bar y conversaciones de bebedores, donde uno de ellos pone su inteligencia vital al servicio de la realidad que se anda buscando. Una maravilla de creatividad y eficacia.
Y ese final para la reflexión, del cual no puedo decir nada, porque nombrar el asunto sería en parte desvelar la resolución de la trama total y deshacer la intriga que nos mantiene toda la historia.

05 noviembre 2009

Otra idea de don Juan




El catálogo de mujeres conquistadas por don Juan, según Da Ponte, para el Don Giovanni de Mozart.


El don Juan que estos días se representa, con mayor o menor fortuna, con más o menos empeño popular, en los escenarios españoles y latinoamericanos es puro folclore ya, incluso folclore del que hay que mantener con un esfuerzo, dado el estado social en que vivimos.

Sin embargo, hay otras versiones de don Juan. A la primera que voy a explicar yo la llamaría antropológica, por sus raíces primitivas, y también histórica, pues es mito que se ha ido formando nada menos que en las mismas corrientes de pensamiento que dominaban a cada sociedad.

Don Juan es personaje mítico relacionado con el culto a los muertos. Este culto es el rasgo de espiritualidad humana más antiguo que se conoce y, junto con la magia propiciatoria, está en el origen de las religiones. La conciencia y la memoria hacen del hombre un ser excepcional en este sentido; el ser humano recuerda a los seres que le han precedido y los honra, por lo tanto este culto se considera fundacional, o sea, sagrado. Quien lo desprecie o actúe de modo irrespetuoso está poniendo en peligro todos los fundamentos sociales humanos. Para la configuración del mito de don Juan es imprescindible la figura del sacrilegio. En las Cantigas de Alfonso X encontramos un soldado temerario y descreído que da una patada a una calavera en un cruce de caminos y la desafía a volver del más allá para cenar con él. Naturalmente, la calavera acepta tan cortés invitación, acude a cenar con el soldado y de paso se lo lleva de los pelos al infierno, que es lo suyo. Posiblemente desde tiempos más remotos existía ya el relato del sacrílego castigado por su falta de respeto a los muertos. Lógicamente, este culto, para el tiempo de don Alfonso, está ya en la órbita de las tradiciones cristianas y no primitivas.

Todo esto podría ser así, tan simple, y don Juan no sería sino una figura de terror gótico, pero la cosa se complica, pues si hay algo tan sagrado como el culto a los muertos es el pacto de fratría de preservación de la transmisión de los genes. Para resumirlo, el pacto tácito de la fratría dice así: si tú respetas a mis mujeres, como respetas mis posesiones, yo respetaré a tus mujeres y tus posesiones. Con un proceso de sacralización de la mujer en tanto en cuanto posesión masculina, se sella el pacto, y ya para el siglo XVII el convenio ha llegado a su paroxismo máximo. Dos grupos de mujeres se instituyen: las madres (y potenciales madres) y las putas. Las putas son de todos y de nadie. Las madres, y las potenciales madres, pertenecen siempre a un clan masculino dominado por el padre, luego por los hermanos, y por el marido finalmente. Los grandes dramas de honor del siglo XVII son el reflejo literario de este estado de cosas. Otra vez, Calderón y sus crueldades escénicas de perfecta factura, de potente poesía, y de lamentable ideología. En este contexto se forja el mito de don Juan definitivamente y se une al sacrilegio de la deshonra de los muertos, el sacrilegio de la deshonra de las madres y potenciales madres; desde Tirso a Da Ponte, pasando por Moliére, la historia se repite con ligeras variantes. Don Juan es doblemente sacrílego porque rompe y pisotea dos convenios importantes y muy enclavados en la cultura humana: el culto a los muertos y el pacto de fratría entre varones. Don Juan es un asocial, es un marginal, aunque sea aristócrata y caballero. Esta vena de radicalismo contra lo establecido es lo que lo convierte en un héroe romántico y lo dota del tirón morboso que aún tiene en el imaginario cultural. Adornado además de múltiples gracias de galán, de un perfecto arte de amar, de la seducción, del arrojo, de la temeridad, todo ello proveniente de su ruptura social, don Juan multiplica su seducción, no sobre las mujeres, sino sobre la sociedad. De añadidura, al final todo vuelve a lo suyo, pues don Juan es castigado y la gente de orden puede dormir tranquila. Hasta que llega el Romanticismo, en que don Juan es rescatado de nuevo para la escena, con una última configuración del mito, antes de entrar en agonía gracias a los tiempos modernos y el cambio radical del concepto de lo sagrado. Pero el don Juan Romántico lo dejamos para otro día, que ahora me voy a soñar un rato con el Comendador. Que ya no tengo edad de don juanes.

03 noviembre 2009

Don Juan en los escenarios

Hay ya algunas voces, tanto en la red como en la vida cotidiana, que piden la recuperación de las tradiciones relativas a Todos los Santos y las Ánimas. Con toda seguridad esto es debido a la cada vez mayor extensión de costumbres foráneas, como el Halloween, que convierte a los jóvenes por una noche en monstruos americanos, pidiendo por ahí dulces y aporreando todo lo que encuentran a su paso. El joven coquetea con la muerte porque la cree lejana y ajena. El joven se puede permitir jugar con la muerte, sin ser consciente de lo que dice en toda su sabiduría la Celestina: “Tan presto muere el carnero como el cordero. No hay joven que no pueda morir mañana ni viejo que no pueda vivir un año más”. Tampoco saben lo que dice Ortega acerca de la vida, a la cual define como un tiempo entre dos relatos; el primero, que es mítico pues sólo lo conocemos por el relato que nos hacen, el de nuestro nacimiento; el otro, que se convertirá en mítico, pero que nosotros no escucharemos jamás como relato, el de nuestra muerte, la de cada uno. El tiempo -tiempo, no otra cosa- que hay entre ambos relatos es nuestra vida. A mí me parece estremecedora la definición de vida de este pensador, porque es cierta por completo. De los dos acontecimientos que más nos atañen no somos conscientes nunca. A veces, tampoco del tiempo entre ambos.




De cómo un gran actor, como Paco Rabal, rescata el ripio para la poesía.

Yo digo que querría que esta vida que se me ha dado, este tiempo entre dos relatos, fuera una especie de ensayo general, y volver a nacer habiendo ensayado muy bien mi papel, como si del Gran Teatro del Mundo -véase Calderón- se tratara. Quizás haber leído ya a Ortega y a otros, quizás tener recuerdo de los errores cometidos, quizás realizar otros proyectos de vida que se me ocurren a veces debido a un defecto congénito de imaginación desbordada.




Pues una de las cosas que en el relato de mi vida recuerdo con consciencia es una representación del Tenorio, cuando yo tenía unos cuatro años. Se representaba en Yecla, y mi padre hacía el personaje del Comendador, el padre de doña Inés, convidado fantasmal a la mesa de don Juan. A mí no me dio miedo verlo en ese traje y con el rostro completamente blanco, pero mi hermano, un año menor, dio un alarido de espanto. En eso veo que ya estaba destinada al gusto por el teatro, pues sabía que era mi padre disfrazado, no un fantasma. Es ésta una de las tradiciones que merecería la pena recobrar. En los escenarios españoles y americanos, sobre todo en México, desde el éxito total de la obra de Zorrilla, se tiene o se tenía costumbre de poner “El Tenorio”, y lo remarco así, obviando el título real de la obra, porque es “El Tenorio” como “La Celestina” o “El Quijote”, obras que son en su totalidad dominio de un personaje magistralmente creado. Que “El Tenorio”, como obra dramática, tiene defectos es algo que todos sabemos. Jamás en mi vida he leído una obra tan ripiosa y forzada. Sin embargo, cuando se oye en el teatro, si está bien interpretada, con voluntad de arte, ni se advierte lo forzado del verso, y lo que queda en la mente del espectador es el personaje y el misterio. En otras ocasiones, cuando se hace mal, queda bien. Quiero decir que es tan popular, tan de la gente, que en ese contexto del pueblo que celebra la muerte y el más allá con una función de teatro de aficionados, necesariamente ha de estar mal, pero entonces está bien. Con todos sus ripios y sus convenciones. Los fallos literarios de la obra y los excesos románticos han pasado a ser parte de la convención escénica en las representaciones populares.



31 octubre 2009

Hipatia en el Ágora


En 1997 hice la última revisión, pasándolo desde el manuscrito que venía elaborando desde un par de años antes de una obra de teatro, a la que llamé "Hipatia. Una oración fúnebre". Las fuentes que consulté en su momento no eran muchas, pero realmente no me interesaba la fidelidad histórica de lo que contara, pues se trataba más bien de aprovechar lo histórico para una representación de la ambigëdad identitaria en las mujeres que habían sobrepasado los límites del patriarcado, renunciando a su papel reproductor y dedicando su vida a tareas de pensamiento o creación.
Como de Hipatia se sabe poco, cada creador y cada soñador puede dar la versión que quiera, sueñe o cree, de modo que Hipatia es personaje que se modula desde la casi inexistencia de datos. Las feministas la hemos convertido en un icono de la dedicación a tareas no incluidas en el proyecto de vida diseñado por el sistema para toda mujer, y, debido a su terrible muerte a manos del fanatismo, en protomártir de la intransigencia, la intolerancia y el patriarcado feroz en que se convierten las religiones monoteístas. En otra línea, casi todas las versiones sobre este personaje apuntan a algo muy parecido.

En primer lugar, había escrito un monólogo, siguiendo la línea de los tres monólogos femeninos a los que llamé "La celada fuente", que tenían como títulos "Corina de Tanagra", "Christine de Pizan" y "María en Éfeso", que fueron estrenados en 1988 por el Sur Grupo de Teatro, dirigidos por César Bernad, en el Teatro Romea de Murcia, y posteriormente publicados por la Universidad de Murcia, libro actualmente descatalogado. Una vez escrito el monólogo, me pareció que el tema psicológico podía extenderse en un drama y en eso lo convertí. Nunca lo publiqué, pero algunos amigos míos pueden dar fe de esta creación.


Anoche fui en busca de la Hipatia soñada por Amenábar, director al que tengo bastante aprecio. Desde luego, no encontré a mi Hipatia, pero creo que tampoco a la Hipatia de Amenábar, que es un personaje blando y desdibujado, sin carácter. Quizás lo que Amenábar ha querido decir es otra cosa. Es decir, Hipatia le ha servido para vertebrar en una película de masas, muy vistosa, pero algo aburrida a veces, y provista de unas cuantas ingenuidades, unas ideas más o menos evidentes en la historia. A mi parecer la primera idea que rige la historia es la intolerancia violenta, tema muy del día, y yo diría que de milenios y milenios de cultura humana. En segundo lugar, muestra el triunfo de la ignorancia y la superstición sobre el pensamiento racional. Y en tercer lugar, y no sé si esto lo habrá hecho notar alguien, es una meditación sobre una de las causas más crueles del derrumbamiento del mundo clásico: la esclavitud. Si el Cristianismo triunfó sobre otras corrientes religiosas de la época, que las había pululando por el ambiente como moscas, fue, entre otras condiciones no menos importantes, porque era la religión de los esclavos, la que prometía la igualdad de todos los seres humanos ante Dios. No sé cómo habría sido la historia si hubiera triunfado, por ejemplo, el culto de Mitra, dios solar que en cierto modo contribuyó a la iconografía paleocristiana, pero que limitó su extensión al ejército. Sabido es que propietarios de esclavos, sobre todo en zonas rurales, los manumitían al convertirse al cristianismo, lo que creó los problemas consecuentes de paso de un sistema a otro; tras los desórdenes provocados por la ruptura del sistema acechaba el feudalismo como alianza entre los señores de la guerra y la protección de las poblaciones amenazadas por el desorden. Pese a esta manumisión colectiva en la Baja Edad Media, habría que plantearse si realmente se abolió la esclavitud, visto que los esclavos se convirtieron en siervos de la gleba, unos casi esclavos, y fueron pasando los siglos y aquí están y siguen, que no hay más que mirar una plantación de frutas tropicales en América del Sur, o las maquilas de las multinacionales, o las fábricas chinas, modelos de esclavitud moderna, o directamente el secuestro y venta de niños y niñas en China, o en Marruecos, o las bandas organizadas para la explotación sexual en régimen esclavista, que no está en países lejanos, sino ahí mismo, en cualquier carretera española. Siempre, siempre, la dominación extrema de una clase de seres humanos por otra es el cáncer de cualquier sistema, pero mientras tanto, se mantiene el negocio. Los cambios son muy lentos y siempre se encuentra un modo de seguir manteniendo la esclavitud.
Otra idea expuesta es la asociación de los poderes, el religioso con el temporal, ya contraviniendo las palabras del fundador, "al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios". No está ausente, en términos generales, la abstracción que el intelectual puede hacer de los sucesos presentes en su tiempo. Mientras todo se agita alrededor, los "académicos" viven en sus elucubraciones y trabajos abstractos. De otro modo no podrían hacer su tarea, es cierto, pero parece que no calibran en ningún momento el cambio que su mundo está sufriendo. Hipatia sólo lo reconoce en un momento, cuando dice a Orestes que Cirilo, el patriarca de Alejandría, ya ha vencido.
Ingenuidades y anacronismos marcan la película. ¿Nadie le ha dicho a Amenábar que en el mundo antiguo no había cristales en las ventanas, por muy bonito que sea romperlos a mazazos? ¿Le han inspirado esas escenas aéreas juegos de ordenador y playstation, como Imperium? ¿Es intencionado que Cirilo el patriarca de Alejandría parezca un terrorista islámico suicida? ¿Alguien le ha supervisado los diálogos, donde Hipatia y sus discípulos hablan como personajes de un cómic? Son detalles que convierten a la película en un producto de masas, asimilable por jóvenes y población media, no demasiado ilustrada, pero que le restan gravedad y enjundia. Por eso triunfa y yo me alegro. Al menos, es uno de los nuestros. Los americanos lo habrían hecho mucho peor, desde luego.

Para quien quiera leer bien el Monólogo de Hipatia, bien el drama "Oración fúnebre", aquí dejo los documentos. El monólogo fue publicado el curso pasado por una revista literaria, llamada "Ágora", qué curiosidad, pero el drama es inédito.

27 octubre 2009

Un poco de risa

Para pasar un buen rato con este vídeo que me acaba de llegar sobre un cómico italiano, Ennio Marchetto, cuya creatividad se plasma en el cambio de vestuario, realizado exclusivamente con papel. Lo usaré para que mis alumnos vean con sus propios ojos cómo todo se puede realizar con imaginación y pocos recursos. Si no logro esto, al menos se reirán un rato, que no es poco.

26 octubre 2009

Un regalo de Marcelo


Marcelo tiene ya doce años, aunque a él no le guste y prefiera seguir teniendo once. Acaba de llegar al instituto Floridablanca, de mi mano como aquel que dice, y parece que no le va mal de momento. Es trabajador y le gusta quedar bien, así que ha empezado bien su nueva vida de estudiante de Secundaria. Puedo dar fe de que me quiere mucho, y a las pruebas me remito. Como pasé mi cumpleaños fuera, no pudo hacerme un regalo ni felicitarme en directo. A mi vuelta, esta mañana lo he recogido como cada día que coincidimos en la entrada al instituto y durante el camino hemos ido hablando de nuestras cosas, a saber, de Naruto, un cómic manga, de las películas que nos gustan, como Tiempos Modernos o El gran dictador, de Chaplin, de sus profesores, de los deberes y las notas, de venirse con nosotros a comer lentejas, como cada lunes, en fin, cosas corrientes entre una yaya y su nieto.
Por la tarde, después de hacer los deberes, ha desaparecido de la casa diciendo que iba a comprar algo. Como su abuelo le había dado la "paga" de nieto, hemos pensado que se había ido a comprar el último manga Naruto. Pues no. Ha vuelto con este libro como regalo de cumpleaños para mí.
Nos hemos quedado estupefactos. ¿Le había aconsejado alguien? Decía que no. ¿Su madre? ¿Su padre? ¿Puri, la dueña de la librería Encuentros, donde solemos comprar? No, no, que no. Él ha entrado en la librería, se ha ido directamente a las novedades. Dice que le ha llamado la atención el color morado, que sabe que es mi preferido. Que ha leído el título y la contraportada, y que le ha parecido que a mí me iba a gustar ese libro. Con toda la razón, por otra parte. Mujeres exiliadas tras la guerra civil, mujeres escritoras de la república, exiliadas. Un acierto.



Ahora estoy orgullosa, es cierto, pero también algo melancólica. No sé qué fue de ese bebé al que llevé a retratar en Ceuta, con ocho meses, tan redondito y hermoso que la gente me paraba por la calle para bendecirlo, y que lució en un escaparate de fotos de niños junto a otros niños vestidos de fiesta de circuncisión y niñas con ropa nueva para las fiestas de Ramadán.
Es tan mayor ya que es capaz de ir a comprar un libro para regalármelo y encima acertar sin consejo de nadie.

Imágenes de Ceuta

Vista nocturna del foso de la muralla portuguesa, con un barco que vuelve a su punto de amarre con gran pericia marinera.



La hermosa plaza de los Reyes en todo el centro de la ciudad de Ceuta.




La casa modernista de los Dragones. Cuando yo vivía allí estaba de pena y encima sin sus dragones. Ahora la han restaurado y le han restituido sus impresionantes monstruos.



La Catedral, un edificio precioso donde algunas veces he oído estupendos conciertos.




Pequeño monumento mariano en el centro de la plaza de la Virgen de África.

CEUTA ES UNA CIUDAD DESCONOCIDA PARA LA MAYORÍA DE LOS QUE HABITAMOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA. QUE YO LE TENGA TANTO CARIÑO NO LE AÑADE NADA, PERO SÍ ME INCLINA A DARLA A CONOCER.