21 diciembre 2012

Feliz Navidad con Los Auroros

Campana de Auroros

Tuvimos la suerte de acompañar a una campana de Auroros en todo su recorrido por el Rincón de Seca y pueblos cercanos, hace ya bastantes años y gracias a un amigo que formaba parte de esa campana, Antoñico Orenes, amigo muy entrañable. Fue un hermoso regalo en aquel momento y sigue siéndolo para la memoria. Verdaderamente era impresionante escucharlos en la oscuridad de la Huerta, por aquellas sendas húmedas y silenciosas, a la luz de un farol. Si alguien quiere escuchar La Correlativa solo tiene que pinchar en el enlace del nombre, porque esto que se escucha es muy parecido a lo que nosotros escuchamos aquella noche, y semejante a todos los coros de hombres de carácter religioso   de la ribera mediterránea . 
El cuadro, obra del pintor murciano Manuel Muñoz Barberán, que era mi padre, nos trae el ambiente del coro de hombres que son los Auroros. Casi todos son mayores, pero llevan a sus nietecillos para que se "enseñen" a ser auroros y sobre todo para que tomen amor y afición a la tradición de serlo. A veces llevan violines y otros instrumentos de cuerda o percusión, creo que sólo en Navidad o en ciertas festividades, pero sus cantos son en su mayoría "a capella". Impresionantes, ancestrales, profundos. 

Y con esto, deseo a todo el mundo una 

FELIZ NAVIDAD.

18 diciembre 2012

Una idea para despedirse del mundo



En el libro "101 cuentos Zen" he encontrado esta joya:


Tanzan escribió sesenta tarjetas postales en el último día de su vida y pidió a un ayudante que las enviara por correo. Entonces murió.

Las postales decían:

Parto de este mundo.
Ésta es mi última declaración.

Tanzan
27 de julio de 1892




Subsiguiente pensamiento mío: 

¿Qué representaban las sesenta tarjetas postales? ¿Eran todas iguales? ¿Estaban personalizadas para el destinatario?

La curiosidad ha sido siempre mi problema y mi cualidad.

16 diciembre 2012

Linaje oscuro de Isabel Martínez Barquero

A principios de noviembre pasado Isabel Martínez Barquero, propietaria de un blog muy rico en ideas y en palabras, El cobijo de una desalmada, presentó su primer libro de cuentos -¿o relatos?- en la Biblioteca Regional, con un montón de gente dispuesta a escucharla y a ver cómo nos presentaba a su retoño literario. Isabel tiene otro libro -una novela- que puede bajarse uno de amazon, pero yo lo he intentado varias veces y no me deja, porque dice que no tengo una kindle, que es lo que tienen las personas normales. Bueno. Creo que un poemario que tiene también en el mismo lugar no pone tantos inconvenientes, así que cuando se me pase el berrinche de la novela, me voy y me lo bajo. Lo que se deduce de esto es que Isabel toca varios palos en la literatura. Tengo que suponer, ya que no he podido comprobarlo, que con la misma fortuna que los cuentos -¿o relatos?

La escritora en un momento de la presentación de 
"Linaje oscuro"

En aquel momento había mucha gente para que Isabel dedicara y firmara su libro, así que me fui con la idea de que me lo firmara más adelante, con una tranquila conversación y un café. Y además, para entonces ya lo habría leído y podríamos comentarlo un poco, desde mi modesta lectura.

La escritora escribe, que es lo suyo.  
Una dedicatoria en este caso.

El libro ha tenido que esperar un poco, sólo un poco, aunque lo he hojeado con frecuencia, leyendo aquí y allá unas frases. Eso era como un aperitivo lector.
Parece que desde que "tengo todo el tiempo del mundo", según me dicen, tengo menos tiempo que nunca, o quiero hacer tantas cosas que siempre me falta. Pero al fin lo comencé y lo acabé, precisamente en el campo de Ulea, al amor de la lumbre, donde mejor se lee un libro como el de Isabel.

El libro de cuentos "Linaje oscuro"

Francamente, lo he pasado muy bien leyéndolo. En un libro de cuentos, unos gustan más y otros menos, según gustos y predisposiciones, pero en este me han agradado casi todos. No me voy a poner a elegir, desde luego, por no influir en la lectura de posibles lectores. Cada cual juzgue según su criterio.
Aunque el tema común, como su título indica, es la relación conflictiva, paradójica y a veces cruel, en la familia, el tratamiento es muy variado, desde el cuento corto y cortante, hasta el largo relato, más de ambiente que de argumento. Algunos siembran la inquietud, otros sorprenden y dejan una sonrisa irónica al final, otros se recrean poéticamente en pequeños monólogos.
Recomiendo su lectura, sin duda, por su agilidad, su buen oficio y las sugerencias que el texto provoca.

Un apunte: No se lo he dejado aún a mi madre, pero si emite sabio juicio al respecto, lo recogeré. Aquí no me puede decir que no se ha ido al grano.


14 diciembre 2012

Los enamoramientos de Javier Marías


Mi madre tiene ochenta y dos años. Ella dice que no puede leer mucho, que se cansa y le duelen los ojos, pero el caso es que no damos la ida con la venida aportando novelas, que luego nos critica y explica con agudeza. Yo acababa de leer esta novela de Javier Marías, y como habla de los muertos que regresan o que se resisten a irse, pensé que quizás le interesaría en su especial y constante proceso de duelo. Resulta que no estaba en su casa, sino en la peluquería de abajo. No le llevaba el libro todavía, hasta que ella diera su visto bueno, pero me fui para allá, y me la encontré en pleno proceso de acicalamiento. Hablamos de esto y de lo otro, y voy y le digo que si quiere leer "Los enamoramientos" de Javier Marías. Sorpresa: ya lo ha leído. Esto me recuerda que los hermanos debemos hacer un cuadrante para poner qué novelas le hemos pasado y no insistir varios con la misma. A continuación, la crítica: no le ha gustado mucho, y la razón es que el escritor "se enrolla mucho", que a ella le gusta que vayan al grano. Me quedo de piedra, porque se acaba de leer "El cuarteto de Alejandría"  de Lawrence Durrell o las "Leyendas" de Bécquer sin emitir la menor crítica de que no vayan "al grano", y luego confiesa que le encantan las descripciones, por ejemplo, así que me imagino que debe de ser otra cosa, en la cual tal vez coincido con ella.
Reconozco que es la primera novela que leo de Javier Marías, y que no me ha defraudado, en el sentido de que escribe muy bien, tiene una trama interesante, incluso en algunos momentos muy tensa, y que la novela se desliza fácilmente para un lector avezado. Supongo que este escritor escribe sólo para lectores avezados, avisados y avispados, no para lectoras incansables de ochenta y dos años. Los problemas son estos, me parece: el exceso de digresiones y explicaciones enrevesadas, que a mí no me desagradan, pero que hacen perder fuerza a lo narrado (esto es lo que mi madre, lectora implacable pero inocente llama "no ir al grano"). Por otra parte, todos los personajes parecen más o menos el mismo, o sea, el mismo narrador (escritor, diría yo) que nunca pierde su voz ni su psicología. Y más aún, que todos los personajes saben muchísima literatura, aunque se vaya justificando por las profesiones, aunque no por las edades. A mí me ha parecido un alarde de artificiosidad bien construida, pero falto de hechizo y encanto. 
Voy a ver si me hago con otra novela de Marías, la leo y luego se la dejo a mi madre, a jugar al juego de las coincidencias, yo como lectora pedante, ella como lectora inocente.
Por cierto, sobre muertos que vuelven sin tener que volver, y los efectos perniciosos sobre los vivos, que se toman la cosa como una ofensa, hay un cuento maravilloso de doña Emilia Pardo Bazán, el cual se puede leer en este enlace:


10 diciembre 2012

KAME. Retrato de una artista japonesa.


Ilustración del libro "Colección de escritos Zen y pre-Zen"



Este pequeño relato zen me encanta por el retrato de mujer artista. Recomiendo también visitar la página del artista japonés Tochikiro Tokuriki, (enlazado en la leyenda de la imagen), descendiente de una larga familia de artistas y propietario de la casa de té Daruma-do en Kioto. 
Los comentarios los dejo a la discreción de las personas que lo lean.

"Una mujer de Nagasaki llamada Kame era una de las pocas personas que hacían quemadores de incienso en Japón. Esos incensarios son obras de arte que sólo se utilizan en salas de té o ante el oratorio familiar.
Kame, cuyo padre había sido un gran artista en el mismo campo, era bastante aficionada a la bebida. También fumaba y se relacionaba con hombres la mayor parte del tiempo. En cuanto conseguía reunir algo de dinero, ofrecía fiestas en las que invitaba a artistas, poetas, carpinteros, trabajadores, hombres de muchas vocaciones y profesiones. Hablando con ellos, evolucionaba en sus diseños.
Kame era extremadamente lenta creando, pero cuando terminaba su trabajo, éste era siempre una obra de arte. Sus incensarios se atesoraban en hogares cuyas mujeres nunca bebían, fumaban ni se relacionaban libremente con hombres. 
El alcalde de Nagasaki pidió en una ocasión a Kame que diseñara un incensario para él. Se demoró tanto ideándolo que transcurrió casi medio año. En ese momento, el alcalde, que había sido promocionado a una ciudad distante, la visitó para urgirle a que comenzara el trabajo sobre su incensario.
Cuando por fin se inspiró, Kame fabricó el incensario. Una vez terminado, lo colocó sobre una mesa. Lo miró larga y detenidamente. Fumó y bebió ante él como si fuera su única compañía. Lo estuvo observando todo el día.
Finalmente, cogió un martillo y lo hizo añicos, pues se dio cuenta de que no era la creación perfecta que su mente había imaginado".

(Del libro "Colección de escritos Zen y pre-Zen")

04 diciembre 2012

TALA, Thomas Bernhard



 No es precisamente Thomas Bernhard mi autor favorito. Intenté leerlo en otra ocasión y lo abandoné por falta de interés para mí en aquel momento. No sé qué pasaría ahora si volviera al libro que dejé a medio -cosa rara en mí-, que trataba más o menos de un abandono del arte por alguien que cree que no puede superar al mejor, ni igualársele tan siquiera. No creo que vuelva a intentar aquella lectura, pero esta novela, "Tala", vino a mí este verano por casualidad, y me dije que valía la pena intentarlo de nuevo con el autor, a ver qué pasaba. Ha dormido el sueño de los libros en espera hasta esta semana, y gracias a él he salvado al autor. No voy a caer en sus brazos, pero lo trataré con más respeto y cariño.


El escritor, un tipo interesante.

La novela, por si alguien se ve tentado, consiste en un monólogo interior sin capítulos ni partes, de la primera a la última página, los pensamientos de un artista que vuelve a Viena desde Londres después de veinte o treinta años -no queda del todo claro- de ausencia, para encontrar la decadencia del mundillo artístico vienés, sus intrigas y sus maldades pequeño burguesas, representadas por el matrimonio Auesberger, una pareja de vampiros banales. El escritor los contempla desde su sillón de orejas, el mismo que ocupaba hace veinte o treinta años cuando los visitaba de joven. Luego viene la cena y la sobremesa, como una segunda parte del libro. El suicidio de una artista fracasada, Joana, es el pretexto de fondo de la reunión; la visita de un viejo actor que triunfa con "El pato salvaje" de Ibsen, el pretexto aparente, y precisamente éste dará la sorpresa final a todo el monólogo, que se resuelve con el reconocimiento de la relación de amor y odio con la vieja y podrida ciudad de Viena. Toda la novela es un tratado de la banalidad y de la vanidad, dos cualidades que por su vacío pueden parecer indiferentes e inocuas, pero que son dañinas siempre.
 
 Prater, acuarela de Ernest Descals

Y buscando imágenes de Viena para ilustrar estas palabras sobre la novela de Thomas Bernhard, me he encontrado con un estupendo pintor, creo que residente en Epaña, que ofrece ese mismo aspecto desolado y pesimista sobre la ciudad, a la vez que lleno de amor y compasión. Esta preciosa acuarela que representa el Prater de Viena es una obra de Ernest Descals. Un descubrimiento para mí.

30 noviembre 2012

Amor no correspondido... de momento




Mira que se lo tengo dicho, que no se puede ir. “Eres sólo un objeto”, le digo, “no puedes irte cuando quieras”. Y le pido que me comprenda, pero sobre todo que me dé un tiempo para conocerla. También le digo que si me tomo ese tiempo, seguro que terminará por quererme y querrá quedarse conmigo, que ya le ha pasado a otras. Pero ella, que no, que no quiere dejarse conocer ni querer. 

A veces, la quiero muchísimo. A veces, la odio con toda mi alma, sobre todo cuando no hace lo que yo quiero. Creo que añora a la persona que la tuvo antes; desde luego, era mucho más joven y guapo que yo. A veces también la noto celosa de mi compañera anterior, que era pequeña y fácil de manejar, y yo, por mi parte, sigo prestándole atención, eso le debe de molestar mucho, que ante su superioridad no me haya rendido y abandonado a otra. Hay determinados lugares a los que no la llevo a ella, sino a la otra, y eso se ve que tampoco le agrada. Pero es que no me obedece y hace lo que le da la gana.









 La supercámara prestada a prueba


Tengo una extraña relación de amor y odio con la cámara que me ha prestado mi hijo para que la tenga el tiempo que quiera y aprenda a manejar una cámara más profesional que mi vieja cámara de bolsillo.  Sé que finalmente conseguiré que me quiera y entonces se la devolveré a su legítimo dueño, toda despechada, y si puedo, me compraré otra como ella o mejor.


 Mi pequeña y vieja cámara

Como bien se puede deducir, la foto de la supercámara está hecha con la vieja y pequeña, y la de la cámara de bolsillo con la supercámara. No sé cuál es mejor. Supongo que irá en gustos.

Con ciertos objetos establezco unas relaciones muy extrañas, como si fuera algo muy personal. No sólo con las máquinas -le hablo al ordenador, al vídeo, al frigorífico... ¿será grave esto?- sino también a otras cosas que sería cansado enumerar. Pienso que guardo en mi interior la niña animista que dota de vida a los objetos.

26 noviembre 2012

Lo romántico

 Teníamos en la casa del campo esta chimenea clásica, de ladrillo, que daba mucho calor, sobre todo si te sentabas dentro, digamos encima del fuego. Gastábamos leña a montón y la casa no estaba caliente. Fue la chimenea que quisimos al planear la construcción, porque es la imagen de hogar que tenemos en mente. Los ideales entorpecen mucho la vida, es la verdad.


Decidimos tirarla este año y llamamos a los albañiles. ¡Albañiles! Quien dijo albañiles dijo demonios emplumados y cuarenta furias desatadas, pero que suelen tardar mucho en venir, hay que llamarlos mil veces, suplicar, y luego ponerse a rezar para que todo salga medio bien. El hueco que nuestra clásica chimenea, hogar, o como se llame, ocupaba, quedó así. Ahorro contar cómo quedó la casa de polvo y otros materiales menos etéreos. Pero al final, se fueron los albañiles, recogieron sus demonios y sus furias, y se fueron.

 Y entonces vinieron otros, un poco menos furias y un poco menos demonios emplumados, y nos pusieron esta estufa de hierro, que consume poca leña, que no suelta hollín, que no hace humo, que calienta toda la casa y se porta muy bien. Todos contentos.



¿TODOS?


Todos no. Marcelo no lo está, no señor. Marcelo ha vivido una buena parte de su infancia en el campo y ha sido muy feliz allí. Esta foto, por ejemplo, es la que se hizo al lado del enterramiento de una lechuza que se coló en la casa y murió (supongo que de aburrimiento, porque no estábamos en ese momento). Marcelo la enterró... iba a decir cristianamente, pero no fue así. No le puso cruz, sino una piña que pilló por ahí, porque dijo que la lechuza no era persona cristiana, sino de la naturaleza. Y como epitafio puso: "Que Isis te proteja en el más allá". A Marcelo le ha gustado siempre la mitología, y casi la mitomanía. Marcelo se ha dormido muchas noches al calor de la vieja chimenea.



Y ahora, que tiene ya quince años, aunque parezca más, se ha dolido mucho de que hayamos tirado la chimenea para poner la casa mejor. Sí, dice que seguramente es mejor, pero que ha perdido...


ROMANTICISMO


P.S. Él ha ganado romanticismo, todo el que ha perdido la estufa, porque ha comprendido algo hermoso y terrible: el paso del tiempo, la "extraña flor de la melancolía".

19 noviembre 2012

Raúl Guerra Garrido, un autor descubierto

 Realmente no sé cómo llegué a este autor, a Raúl Guerra Garrido. Nadie me lo recomendó, no leí ninguna reseña, no lo vi en televisión ni lo escuché promocionarse en la radio. Mirando libros, no en las mesas de novedades, sino en los estantes giratorios que presentan colecciones o libros de autores, encontré este nombre. Los títulos me atrajeron: son realmente títulos muy sugerentes. Compré primero "La costumbre de morir", porque prometía ser una especie de novela negra o de intriga al menos. Dicho esto, se agradecería a los editores que no dieran tantos datos al respecto en la contraportada. Quien se anima a leer un libro es siempre un ser inteligente que sabe colegir un argumento de unas pocas palabras. Si alguien se decide a leer este libro, que no lea la parte de atrás antes de haberlo terminado. Demasiada información. Es un libro interesante y atractivo, con mucha intriga. No puedo decir que esté maravillosamente escrito; es limpio y transparente, ágil y sin florituras, como corresponde a un libro de suspense. No me explico cómo a nadie se le ha ocurrido convertirlo en un guión de cine. Quizás no sea políticamente correcto o agrave ciertos asuntos pendientes, quizás no convenga. Para mí fue un descubrimiento. Con lo cual, cuando terminé de leerlo, quise seguir con el mismo autor y me hice con este otro libro delicioso.



Para los provincianos que visitamos Madrid de vez en cuando, y que tenemos especial predilección por la Gran Vía y calles aledañas, es una verdadera delicia. Para los madrileños, supongo que lo será en otro sentido, más de reconocimiento de lo propio. Es un libro misceláneo, donde se combina la historia de la emblemática calle madrileña con relatos que bien pueden transcurrir en ella, si es que son pura ficción, que a veces no lo parece, conversaciones escuchadas al vuelo, anuncios de comercios, personajes, miradas retrospectivas, historia, esplendor y decadencia de nobles edificios. Como éste sí tiene un estilo bien marcado, y está muy bien escrito, aunque no renuncie el autor al sentido del humor y a la agilidad narrativa, no se lee con la premura de una novela de intriga, sino con el recreo del paseante observador.

En la mesa tengo un par más de Raúl Guerra Garrido, pero el comentario vendrá cuando los haya leído y disfrutado como estos dos.

12 noviembre 2012

Sunyata


 Amaia está en el porche, sentada en una hamaca, silenciosa, abrigada con una manta roja, con la mirada perdida. 
Le pregunto: "¿Qué? Aquí tan tranquila, ¿eh?"



Contesta como somnolienta: "Estoy mirando los dibujos de las nubes".

10 noviembre 2012

El mejor regalo

A cambio de esa edición artesanal de "Valentín", y de mi trabajo y compañía durante tantos años, mis compañeros querían darme algo. Buscaron lo que mejor les pareció que me convenía. Supongo que pensaron en libros, pues conocen mi pasión desmesurada -y a veces enfermiza- por los libros, pero finalmente me regalaron el libro de los libros. No la Biblia ni el Quijote, sino uno que puede contener esos y muchísimos más. Un libro electrónico. Una maravilla técnica y el mejor regalo para mí. Aunque, realmente, el mejor regalo eran ellos, su jovialidad, su alegría y buena amistad.


No contentos con sorprenderme con semejante don tecnológico, al abrirlo por primera vez me encontré con el siguiente obsequio, sentimental, amoroso, único. No sé si lo pensaron o les salió así, pero ninguna acción es casual, desde luego. Tres libros llevaba. Uno ni lo nombro de momento, aunque me atreveré a leerlo por gusto de saber qué suele contener un best-seller. Otro era "El gato negro" de Poe, que formó parte de los terrores nocturnos de mi primera juventud, cuando leer aquellas historias era prepararme para ser valiente. El primero que apareció ante mi vista, sin embargo, era "David Copperfield" de Dickens, casi diría que el primer libro largo -eso llamaba yo entonces a las novelas de verdad- que leí. Y tanto me gustó a mis doce años, que al terminarlo, sospechando que algo se me había escapado, ya que no sabía dónde estaba la fascinación que había sentido, volví a comenzar por el principio y, página a página, me lo leí entero de nuevo.
Ante esto, ante esta invitación del destino, no me ha quedado más remedio que volver a leerlo, ahora ya en este maravilloso lector que mis compañeros, tan generosamente, me han regalado. Vuelve a ser para mí una maravilla, en sí mismo, y porque me regresa a mis doce años.

31 octubre 2012

"Valentín"


sobre el orden, la intuición del mal
 
Todo llega, y todo tiene su momento. No lo tomé con impaciencia. Hice mis últimos trabajos. Leí en voz alta en la Biblioteca para despedirme, pero aún me quedaba una semana más. El último día esperé a una hora de cambio de clase, para oír por última vez el bullicio de estudiantes en los pasillos, sus risas, casi gorjeos o cantos de pájaros felices. Y me fui. Tan contenta, tan melancólica.


Rara vez he escrito un relato o un cuento sobre mi profesión. Sí hay uno en mi primer libro de cuentos publicado -"Mixtura"- que es el jocoso comentario de texto, totalmente en serio, del trabajo de un alumno con muchas, muchísimas faltas de ortografía y de otras leyes del idioma. Se llamaba "Oveja mía, oveja mía", de claras resonancias evangélicas.



En el nuevo libro de relatos y cuentos, "El dueño se va", aún sin publicar -y no se sabe cuándo ni dónde todavía, ni si alguna vez-, hay otro de esta misma temática: "Valentín", sobre las preguntas de un adolescente especial. He querido hacer este presente a mis compañeros y compañeras del Departamento que me acompañarán el viernes en una comida de adiós y hasta siempre. Fernando ha hecho una magnífica maquetación; mi hija, un dibujo sutil y misterioso de portada, que hemos modificado en colorido, de modo que no hay dos ejemplares iguales; yo, la parte artesanal. Veintidós ejemplares de una edición privada y exclusiva. Terminado de imprimir el día 31 de octubre del año 2012, festividad de San Wolfgang de Ratisbona, que fue maestro de escuela, monje y obispo. Pues más o menos como yo, ¿no? Yo creo que se hizo monje cuando ya no pudo más con los chiquillos, y luego ya lo de obispo vino por sus pasos.
Salud, amigos.

16 septiembre 2012

De nuevo




He aprendido en este tiempo a no hacer cuentas, y menos con el tiempo. Sin embargo, es cierto que empieza un tiempo que se cuenta solo: una nueva vida, una nueva forma de afrontar la vida, la vida que me quede. En cierto modo, no es algo nuevo, sino recuperar algo que se perdió, que quedó en espera. Volveré. Poco a poco.