25 febrero 2009

Historia de una maestra de Josefina Aldecoa

Hace tiempo que no escribo de lecturas. Parece que leo en secreto. En cierto modo, es verdad. Leer es una costumbre muy silenciosa y secreta. Cada día descubro esa intimidad de la lectura como uno de los grandes placeres de la vida. Sigo con mis libros, con variados temas de interés. Hay una imagen a la izquierda de las entradas que dice "Libro en la mesilla". Más o menos, dice la verdad, porque no es nunca un único libro el que está allí, junto a la cabecera de los sueños. Ahora mismo tengo uno de poesía, de Isabel Escudero, dos de ensayo, uno de Beauvoir y otro de Germaine Greer, unas memorias de Shonagon... Una mesilla superpoblada de ideas, sentimientos y narraciones.
Este que traigo aquí, me ha impresionado especialmente. Fue una recomendación de un grupo de profesoras y maestras, las Sofías. Siento esta novela como la vida de tantas y tantas mujeres, como la obra de tantas y tantas mujeres en la historia: ahí está, perfecto, fecundo, la gente lo trae, lo lleva, se lee, se vende y se regala, pero no reluce, no se comenta apenas. Hace su pequeña labor callada.
La novela de Josefina Aldecoa es la humilde historia de una mujer que dedica su vida a educar niños, como tradicionalmente han hecho las mujeres. Sanidad y Educación han sido las profesiones válidas para mujeres desde hace siglos, porque, como se dijo en algún momento, "son extensión de su función natural", cuidar y educar. Es la razón por la cual son labores consideradas de poca valía en la sociedad, malpagadas y mal consideradas. No sé si por eso las hacen las mujeres o si, por el contrario, las hacen las mujeres por eso.
Además de la educación, de la que envía una imagen totalmente distinta a la que tradicionalmente ha primado, la novela trata el tema de los sueños truncados por la realidad; del drama de la guerra; de la ignorancia intencionadamente mantenida en las pobres gentes; de la ternura y de la amistad que se transforma en ayuda mutua entre mujeres; de la obcecación masculina en un mundo gobernado por esa misma obcecación.
Lo más impresionante para mí es la naturalidad. Es de esas novelas que parece que se han esscrito ellas solas, a pesar de que se trata de un relato en primera persona. Esa magia de la narración que se desarrolla a sí misma, a pesar del narrador y a la par de él, con la naturalidad de lo que cuenta el pueblo, es algo difícil de encontrar, pero cuando ocurre, una se siente como ante un milagro.
Dejo unos párrafos de muestra, el primero sobre la vocación pedagógica.

"La escuela sería mi único recurso. Por entonces ya empezaba a sentir esa profunda e incomparable plenitud que produce la entrega al propio oficio. Me sumergia en mi trabajo y el trabajo me estimulaba para emprender nuevos caminos. Cada día surgía un nuevo obstáculo y, a la vez, el reto de resolverlo. Los niños avanzaban, vibraban, aprendían. Y yo me sentía enardecida con los resultados de ese aprendizaje que era al mismo tiempo el mío".

"Tenía que pasar mucho tiempo hasta que yo me diera cuenta de que lo que me daban los niños valía más que todo lo que ellos recibían de mí".

"Y aprendí una cosa más: que tan importantes eran esas lecciones como las otras, las oficiales, las obligadas por principio, porque todas guardaban relación entre sí, si pretendíamos educar de verdad a aquellos hombres y mujeres en ciernes".

"Lo que no se comparte no deja huella ni nostalgia. No se siente pesar por el bien perdido en soledad. Tampoco el dolor sufrido a solas sirve de referencia pesarosa".

"Pero ya entonces creía yo más en la justicia que en la caridad. Respetaba la labor de las monjas pero no era mi labor. Mi sueño iba por otros rumbos. Educación, cultura, libertad de acción, de elección, de decisión. Y lo primero de todo, condiciones de vida dignas,, alimentos, higiene, sanidad".

19 comentarios:

Joselu dijo...

Leí hace unos años la trilogía que comienza con Historia de una maestra y que hoy comentas. Este libro me interesó mucho, pero para mí la trilogía al final me decepciona un poco con Mujeres de negro y La fuerza del destino en que se muestran las relaciones de la maestra con su hija.
He revisado la biografía de Josefina Aldecoa y he sabido que hacia 1959 fundó en Madrid el colegio Estilo de orientación laica y basado en modelos anglosajones, algo así como la Institución Libre de la Enseñanza, que ella había conocido muy bien por su madre y abuela que también eran maestras como la protagonista. En el colegio Estilo se daba una gran importancia a la literatura y a las humanidades, dirección contraria totalmente a la que ha tomado nuestro sistema educativo en la actualidad. Una lectura muy recomendable y interesante.

Sarashina dijo...

Leeré la trilogia. Es cierto que todo el mundo habla muy bien de esta novela y no tanto de las otras dos, pero me gusta comprobar las cosas por mí misma, porque a veces en novelas no tan valiosas encuentro historias, ideas, situaciones, conocimientos, que no están en otro lugar, sino precisamente ahí, en esa novela de segunda y aun de tercera. Quizás a veces se ha juzgado una obra con un pensamiento lleno de ideas preconcebidas, o es una obra que se sale de lo esperable o de lo conveniente, y esto ocurre a menudo con las obras de algunas mujeres. Incluso hay con frecuencia un rechazo cuando la obra es de verdad femenina, en un sentido muy concreto, pues el mundo literario está dominado, queramos verlo o no, por voces masculinas, incluso por sintaxis y estilísticas masculinas. Respecto a lo que dices, Joselu, del sistema educativo que olvida las humanidades, toda la razón. No sé hasta cuándo llegaremos con esto, pero sí sé hasta dónde.

Anónimo dijo...

Y luego el homenaje lo hacen "al maestro". Esa campaña me está pareciendo que va a contribuir a más indignidad. Eso sí, las insittuciones se hacen publicidad con un descaro imcreíble, los cartelones perpetuos en los mejores lugares de la ciudad que, no sé por qué, ja, recuerdan la misma ranciedad que quienes los colocan, no que quienes los pagamos, nostros.
Y me salí del tema. Emopecé a leer el libro, pero lo dejé, no me apetecía-. Quizás en otra ocasión.

Anónimo dijo...

"Pero ya entonces creía yo más en la justicia que en la caridad. Respetaba la labor de las monjas pero no era mi labor. Mi sueño iba por otros rumbos..."
Mujeres excepcionales trabajando en circunstancias difíciles.
En alguna época, las maestras tenían que firmar un curioso contrato laboral que les marcaba desde cómo tenían que ir vestidas hasta los horarios y lugares de sus paseos, las compañías y muchas otras cosas más.
Y aún así tenían fuerzas para realizar su gran labor. Las medallas, siempre para otros.

mariamc dijo...

fui maestra de una unitaria durante 6 años y cuando leí este libro me reconocí en algunos aspectos.
Disfruté leyéndolo ,es una novela muy sencilla y directa que como dices parece que se ha escrito sola.
Las maestras hemos estado siempre muy mal vistas y lo seguimos estando, a veces con razón pero en muchos casos injustamente cuando se estereotipa y habla generalizando ,algo de lo que aborrezco y huyo cada vez que me tropiezo con la situación.
Admiro la labor que hicieron y qué pena que acabaran con la república, este país sería otra cosa en materia de educación.

Cabopá dijo...

Magnifica recomendación.La leí hace algunos años y casualmente la he releído hace poco. Respecto a la trilogía a mi si me gustó sobre todo "Mujeres de Negro".Besicos.

Sarashina dijo...

Sí, amigas, lo más triste de la novela es la pérdida de los sueños, del futuro. Primero, por los prejuicios raciales y el colonialismo; luego con la guerra civil y el fin de tantos proyectos prometedores que traía la república. Te sientes como la protagonista, sosteniendo la vida cuando todo se ha ido al traste, confiando aún en que algo se podrá hacer, pero completamente decepcionada.
Yo digo que todas las que nos dedicamos a la educación tendríamos que leer esta historia. A veces me he sentido como tú, brazo de cervantes, identificada con ella, por ejemplo, ante la incomprensión de las demás compañeras o de la administración. En fin, somos mayoría de mujeres, pero estamos en el típico harén pedagógico: las mujeres numerosas a pie de obra y los hombres dirigiendo el cotarro. Por algo será.

PMM dijo...

Preciosa novela, que aunque ya he leido siempre apetece releer. Y sí coincido contigo en que parece que se escribe sola a medida que vamos leyendo.

Sarashina dijo...

Eso es, PMM, su naturalidad, su palabra directa, como si fuera una amiga serena y dulce, con todas sus inseguridades y dudas, también con sus certezas, que te fuera contando su vida. Es perfecto el hecho de que supuestamente sea una narración para la hija que nace en el curso de la narración. Preciosa.

supersalvajuan dijo...

Educar niños. Vaya utopía hoy.

soy amarillo y azul dijo...

Tengo una amiga que estudió en el colegio Estilo, y es hoy profesora de primaria. Batalladora, comprometida, volcada en sus alumnos, una buena profa, resumiendo. Seguro que va trasmitiendo la semilla que en ella sembraron siendo estudiante.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Cuando la lei, hace ya bastante tiemo, me encantó. Coincido en las opiniones ya manifestadas anteriormente sobre que es la mejor de la trilogía, aunque he de reconocer que "Mujeres de negro" también me pareció muy interesante.

Creo que es toda na exposición de lo que debe de ser el espíritu de la enseñanza y además, en mi caso, tremendamente atrayente por lo que contiene de memoria histórica, al exponer temas como el espíritu de la educación en la República, la incidencia de los ideales de la Institución Libre de Enseñanza y aspectos del colonialismo.

Es una novela para releer.

Eme (Nada que ver con eme dj)) dijo...

Tiene buena pinta, por cierto todavía tengo los dos libros que me dejaste,normalmente nunca tardo tanto en devolverlos,que vergüenza!, pero es que no sé cómo, lo he ido dejando siempre para la semana que viene, y esa semana siempre era la siguiente y así..., total que voy por la página 20 del primero.

Sarashina dijo...

Yo, supersalva, creo en la utopía. De hecho tú eres una prueba de que existe. Si tus maestras no hubieran creído en la posibilidad utópica de educar, no podrías decir las cosas que dices, ni por asomo.

Profe, qué lujo, haber estudiado en ese colegio. Eso también confirma la utopía. Siempre, siempre, adelante.

Lo que tú dices, Ernesto, que es una novela con muchos aspectos, entre ellos la memoria histórica. Impresionante en ese sentido. Yo estoy todavia con el regusto de haberla leído, y vuestros comentarios me hacen revivir todo el placer de la lectura.

Eme, ¿cuál era la primera? Y no te preocupes, chica, que no los necesito para mañana. Tómate tu tiempo. Y si no te terminan de enganchar, los dejas y punto final. Ya sabes mis dos lemas: la lectura es libre y la lectura no es sólo literatura. Así que, ya sabes, libertad ante todo. Faltaba más.

Fernando Manero dijo...

No hay tarea tan admirable y dificil a la vez como la docencia. Es un mundo complicado, donde hay de todo y donde, por tanto, es dificil generalizar. Lo conozco bien. Por eso cuando me encuentro ante un profesor o profesora que se ilusiona con su trabajo, que se sobrepone a las dificultades, que se empeña en enseñar y sabe hacerlo, que lucha contra el tiempo y el menosprecio a su labor... entonces me siento tan abrumado que sólo puedo proferir palabras de gratitud y admiración. Conocí a Josefina Aldecoa, que es leonesa, cuando le dieron el Premio de Castilla y León a las letras. Asistí a una de sus conferencias y me cautivó, por su sencillez, por su brillantez, por su sentido del humor... y, sobre todo, por la defensa firme y convincente que hizo del oficio de enseñar, gracias al cual su vida habia cobrado pleno sentido. Cuidado con leer muchas cosas a la vez. Yo prefiero ir libro a libro. Quizá porque he perdido la capacidad para disfrutar de muchos al mismo tiempo. Un abrazo

Sarashina dijo...

Amigo Fernando, son libros muy diferentes los que yo leo y, naturalmente, no los leo a la vez, sino que, como yo digo, los llevo en danza. Siempre me aclaro y me gusta hacerlo así.
Qué suerte tuviste en conocer a Josefina Aldecoa. Para mí es una maestra, en todos los sentidos. Un abrazo.

alfonso dijo...

educar y cuidar, son dos de las tareas mas bonitas que podemos hacer, aunque tambien pueden ser tristes y desagradecidas, el libro ¿es triste?

Sarashina dijo...

Ya ves si estoy de acuerdo contigo en lo de que educar y cuidar es lo más grande que se puede hacer, que me dedico a ello como profesión. Y el libro, Alfonso, no es exactamente triste, es como la vida. Un poco melancólico, y con algunos episodios conmovedores. Un abrazo

Anónimo dijo...

Las mujeres podían hacerse cargo de la Sanidad y la Educación (con mayúsculas), ya que son dos de los grandes pilares de nuestra sociedad y que sólo vosotras dominásteis y seguís dominando. Los hombres somos bastante más torpes y tardíos.

Un libro que seguro valdrá la pena para ser leído. Ser mujer, madre y maestra es casi una heroicidad.
No sé si tendré tiempo de tanta lectura, pero queda anotado. Gracias.

Saludos republicanos. Toni Sagrel.

P.D.: acabo de acordarme de aquellos valientes maestros/as republicanos/as y ese cuasi genocidio que sufrieron durante la guerra y con el franquismo.