A propósito de gatos, la
Editorial Quaterni, especializada en literatura japonesa, publicó
este mismo año un librito pequeño, pero intenso, con protagonismo
de estos enigmáticos animales. Se trata en realidad de una breve
antología de relatos en los que el gato es el tema fundamental,
aunque no en todos con igual presencia y protagonismo.
A mí me gustan los gatos,
como todo el mundo sabe, y también me gusta la literatura japonesa,
así que esta combinación es perfecta para hacer mis delicias. Como
así ha sido. Son sólo cinco relatos, pero todos ellos interesantes,
aunque a mi parecer se destacarían dos de ellos, “El gato”, así
de simple el título, de Osamu Dazai, y “El honor de Otomi” de
Ryonosuke Akutagawa, este último bien conocido de lectores y
cinéfilos por ser el autor de los dos cuentos que Akira Kurosawa
refundió en su magnífica película “Rashômon”. Lo cuál no
quiere decir que los otros tres relatos no sean también de gran
calidad.
Abre el tomito antológico un
irónico relato llamado “La oficina gatuna”, de Kenji Miyazawa, una auténtica fábula
en la que donde pone Gato Negro podemos poner “jefe” y donde pone
Gato Ceniza podemos poner “último gato”, siempre despreciado y
sometido a acoso inmisericorde por sus compañeros felinos. Lo cierto
es que, a pesar de esconder una negra amargura por la competitividad y
la crueldad humana, el relato es en sí muy divertido cuando se
imagina el aspecto de esos gatos casi humanos y esa inoperante
oficina gatuna.
El relato “Ratones y gatos”
de Torahiko Tekada es un delicado y tierno
paseo por la vida cotidiana de una familia japonesa en su lucha
contra los ratones. Como el narrador es un padre de familia nipón y
no son ellos de luchar a brazo partido contra lo inevitable, al final
hay una pacífica convivencia de todos los seres sintientes de la
casa. Y una bella reflexión del narrador-protagonista al final del
relato:
“Últimamente los veo
sentados, con el lomo arqueado, en el leño del porche que hace las
veces de escalón. Observan el jardín iluminado por la luna de
otoño. Al mirarlos, siento la serenidad de la noche. A veces me
parece que estos no son los gatos que conozco sino seres de otro
mundo, un mundo del que los humanos no tenemos ni idea. Seguramente,
esta sensación no nos la provocaría ningún otro animal doméstico”.
Sin duda, mi relato preferido
de esta serie es “El honor de Otomi”, tanto que quizás le
dedique toda mi atención y lo analice a fondo, porque es de una
belleza asombrosa. Aunque a mí ya nada me asombra de Akutagawa, un
maravilloso narrador de talla universal. En “El honor de Otomi”
ha plasmado Akutagawa todo un período histórico de Japón, la
entrada de la era Meiji y el fin del feudalismo, de un régimen cruel
y militar a un estado civilizado, sin olvidar su implicación en los
acontecimientos de las vidas humanas particulares, con dos grandes
ejes, el amor y la ética. Y no digo más, porque hay que leerlo,
aunque me temo que no está fácil buscarlo en la red, si no es en
japonés.
De “La gata y la Muramasa”
merece la pena el extraño ambiente que se crea entre dos personajes
en un tren. Fuboku Kusakai recupera la figura del Bakeneko, el
espíritu malvado de un gato, en un relato sombrío y penoso, que da
más pena que miedo. Un cuento inquietante en la mejor línea de los
relatos fantásticos japoneses de yokais.
Y el último, una joya
diminuta que apenas ocupa una página, “El gato” de Osamu Dazai , otro de mis preferidos
por su sencillez y humor ácido. Realmente trata de un amor no
correspondido, que avisa de que donde no hay no se puede esperar
nada. O también, no hay que hacerse falsas ilusiones amorosas. O qué
simple es enamorarse. O hay amores muy interesados. O sea, que es un
cuento con múltiples lecturas a pesar de ocupar solamente quince
líneas de un libro pequeño.
Aparte los deliciosos textos,
el libro viene ilustrado con preciosas estampas de gatos. Vamos, que
es para no olvidarlo. Incluso es algo para recrearse de vez en
cuando, sobre todo cuando, como esta tarde, el tiempo está lluvioso,
hace frío y la naturaleza está callada.
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