Cuando aprobé las oposiciones de Agregados de Bachillerato -entonces teníamos ese altisonante título los profesores de instituto- mi vida estaba en una encrucijada. Ahorro en este momento explicaciones que quizás pudieran venir al caso, pero que son innecesarias para lo que viene luego. Con la palabra "encrucijada", tan de caminantes, caballeros andantes y aventureros, queda dicho lo fundamental.
Pues bien, en esa encrucijada, elegí el camino más extraño, el más insólito, que era más bien una huida hacia delante, y ese camino me llevó a Ceuta, la ciudad -autónoma dicen que es, pero no puede serlo- al Norte de África, extrañamente española, y más aún extrañamente marroquí. Marruecos la reivindica por territorialidad. España la posee y la quiere por herencia, y a mí me gusta así, ni una cosa ni la otra totalmente, con ese aire de colonia en entredicho, como me gusta Gibraltar tal cual es, con sus bobbies que se llaman Simpson o Requena, que igual hablan inglés que español gaditano.
Ceuta desde el Tarahal
Ceuta es una ciudad preciosa. Queda dicho. Generalmente no se piensa en ella bajo esta calificación, porque poca gente ha vivido su geografía especial como belleza. Más bien se la ve como una ciudad para comprar tabaco y otras fruslerías libres de impuestos, o un lugar lleno de moros y soldados. Esas cosas son ciertas, pero superficiales. Algunos moros que allí hay son españoles con rancios nombres andalusíes, otros son rifeños emigrados, que hablan una lengua bereber que suena como germánica, de origen desconocido, pero quizás sea la que hablaban los bárbaros guardianes de la frontera del Imperio Romano; los hay rubios y pelirrojos; algunos son ricos y llevan a sus hijos al colegio de las monjas, porque una buena educación católica les parece lo mejor, otros son muy pobres o recién llegados desde Marruecos a los barrios más deprimidos de la ciudad, pero también están los que pasan la frontera todos los días para trabajar o comerciar, y vuelven luego a los pueblos costeros entre la frontera y Tetuán.
También los cristianos son variopintos. Los hay de toda la vida, auténticos caballas de varias generaciones, pero cuanto más se remonte en el pasado, peor, pues tus antepasados serían o presos o carceleros, a no ser que fueran funcionarios y militares. Sea como sea, un caballa es un caballa, y a mucha honra. Hay funcionarios permanentes o funcionarios de corta estancia, trabajadores temporales y comerciantes, pero todos, según se dice, llegan llorando a la Ciudad y se van llorando. Ceuta cala hondo.
A estos dos grupos, los más numerosos, hay que añadir el de los judíos -que allí llaman hebreos por no ofender-, comerciantes acomodados de remoto origen en la Ciudad, y el de los hindúes, grupo exótico, tolerante, silencioso y discreto, también dedicados al comercio. Un día vi a uno de ellos rezando devotamente a la Virgen del Carmen en la Muralla Portuguesa. Pregunté a una alumna hindú cómo era eso y me respondió con una sonrisa: "Nuestra religión nos permite que adoremos a las divinidades locales". Muda me quedé y aún pienso a veces en esa frase.
Muralla portuguesa
Esta, muy sucintamente, puede ser la geografía humana de Ceuta. Interesante, siempre en difícil equilibrio de convivencia, mantenida con esfuerzo por todas las partes, con zonas apartadas simbólicamente en tan exiguo territorio para cada grupo, con imprecisos límites de contacto, de fricción o mezcla.
En Ceuta viví siete años muy felices de mi vida. Llegué allí huyendo hacia delante, dando un quiebro a mi vida, y volví porque no podía hacer otra cosa, con el sentimiento de no haber cerrado aquella etapa, porque Ceuta se había entrado poco a poco y muy profundamente en mi corazón para no irse nunca más. Mañana vuelvo a Ceuta para estar unos días entre mis recuerdos y mis amigos de allí.
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Escribiendo estas líneas, me llega una penosa noticia. Un ceutí inolvidable ha muerto. El doctor Sidi Abdelkrim el Sebti -el Ceutí. Era todo un personaje, querido y controvertido en la Ciudad.
Cuando mañana baje del barco, para revivir todos mis recuerdos de la Ciudad, Ceuta estará de luto por uno de sus hijos, un auténtico hombre fronterizo, un médico de los de antes, intuitivo y sagaz, afectuoso y compasivo, de esos médicos que parecen antiguos, que veía entrar por su puerta a un paciente y ya sabía qué mal le aquejaba. Descanse en paz.
11 comentarios:
¡Me ha gustado!
Pues pásalo bien y ya nos contarás a la vuelta, cómo está ahora...
Besicos y buen viaje.
Bienvenida a mi blog, AGB. Me alegra que te haya gustado. lo he escrito con emoción verdadera, y cada línea expresa mi sentimiento hacia esa Ciudad. Saludos.
Gracias, Cabopá. Ya os iré contando. Es un viaje que me anima mucho y por muchas razones lo hago con ilusión y gusto. Subiré fotos y contaré impresiones. Un beso.
Precioso texto, F, qué suerte haberte conocido (aunque haya tardado mucho)
¡Qué bueno! ¡Que tengas un buenísimo viaje a tus recuerdos y amigos de esa parte de tu vida...!
A pasarlo bien!!!
Espero que puedas volver a vivir aquel tiempo feliz. Me ha gustado mucha la pequeña crónica que has hecho de Ceuta y que yo desconocía.
Un beso.
He disfrutado mucho esta entrada. Conozco Ceuta (no con la profundidad que tú) y también me hechizó. Es una ciudad hermosa, llena de contrastes.
Disfruta de estos días.
Un beso.
Que usted lo pase bien.
que delicioso panorama, y un viaje para disfrutar, éxitos.
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