13 enero 2008

Dos, cinco y diez de enero: tres lecturas













Anoto las lecturas del dos a diez de enero: los libros cuyas portadas se ven aquí.
El día dos de enero apunto en mi Cuaderno:

Maestra de maestras, Emilia Pardo Bazán me ha traído y llevado últimamente por su Galicia rural, por Madrid, por La Coruña y hasta por París. He dado un buen paseo con la condesa, escuchándola hablar con su voz firme de mujer segura y tierna de mujer gallega, no exenta de malicia, que siempre le imagino. Gruesa y pesada de apariencia, me sorprende su agilidad impensable para recorrer sendas, caminos, hazas y senderos, lo mismo que su elegancia para entrar en los salones y en los grandes palacios como una reina, de casa en casa, de la orilla del mar a la montaña, curioseando en las cosas y, sobre todo, en las personas, cotilleando amores y desvaríos, siempre compasiva con la debilidad, implacable con la brutalidad y la maldad humana. Cuentos amables o escarpados como los acantilados, dulces o delicados como encaje.
Nunca me viene mal dar un paseo con esta vieja señora amiga. Aprendo lo indecible, me divierto y me preocupo. Es un pozo de ciencia y una maestra de la lilteratura.
Así que de nobleza a nobleza, después de su colección de cuentos "La maga primavera y otros cuentos", voy a frecuentar por unos días a un caballero vienés no menos amable y profundo, a Herr Zweig, en su novela póstuma, "La embriaguez de la metamorfosis". Él tampoco me ha defraudado nunca.

Y continúo en el mismo día, unas horas después, tras haber leído las ciento setenta primeras páginas de la novela de Zweig:

No sólo es que el caballero Zweig no defrauda, sino que además te arrastra en el vértigo de su narración. Comencé el libro a media tarde y a las once y media, con la interrupción de la cena y la visita de Brahim y Fatima, había avanzado ciento setenta páginas sin darme cuenta, pero disfrutando muchísimo de ese lenguaje fluido, apenas adornado de retóricas, que al tiempo parece no ahorrar detalles de fino análisis y observación. No podía dejarlo, en realidad, no quería dejarlo, porque lo estaba pasando francamente bien con la lectura. Tendría, sin embargo, que retrasarlo cuanto pudiera, para que el placer me durara algo mas. Siempre al final de uno de esos libros que parecen mágicos, queda un gran vacío que no se sabe cómo llenar y cuesta mucho encontrar otra lectura tan arrebatadora.

El cinco de enero se acabó lo bueno y anoto en mi Cuaderno:


Hoy termino de leer "La embriaguez de la metamorfosis", de Herr Zweig. Dura y triste novela, narración de la desesperanza. Es una novela póstuma, lo que quiere decir que la debió de escribir poco antes de pegarse un tiro o lo que fuera que hiciese para suicidarse. El estado de ánimo se nota en cada línea y en cada palabra, rezuma entre las líneas. Es un verdadero maestro del ritmo; como lectora, vas siguiendo el mismo proceso que la protagonista, incluso en el ritmo mismo de la lectura. Un milagro. Lento, arrastrado, pesado al principio; luego vivaz, falsamente alegre, a la carrera, enloquecidamente; después, en la parte final, de nuevo lento, pero ahora con la enorme tristeza del vacío. Un maestro del tiempo narrativo.

Recojo una anotación de Zweig sobre el viaje, de la página 46:

"...la energía del viaje, esa fuerza capaz de arar almas que con un único corte nos arranca del cuerpo la corteza dura de lo habitual y devuelve el núcleo desnudo y frustífero al elemento fluido de la metamorfosis".


Ese mismo día acepto la invitación de otro caballero, Mister Forster para acompañar a una joven inglesa y a su, al parecer, desafortunada prima, en su visita a Florencia y posteriores vivencias. Es una relectura que tenía intención de hacer desde este verano. El diez de enero lo termino, Ya no hay tanto tiempo de leer como en las vacaciones de Navidad, pero el ritmo continúa.




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