A cambio de esa edición artesanal de "Valentín", y de mi trabajo y compañía durante tantos años, mis compañeros querían darme algo. Buscaron lo que mejor les pareció que me convenía. Supongo que pensaron en libros, pues conocen mi pasión desmesurada -y a veces enfermiza- por los libros, pero finalmente me regalaron el libro de los libros. No la Biblia ni el Quijote, sino uno que puede contener esos y muchísimos más. Un libro electrónico. Una maravilla técnica y el mejor regalo para mí. Aunque, realmente, el mejor regalo eran ellos, su jovialidad, su alegría y buena amistad.
No contentos con sorprenderme con semejante don tecnológico, al abrirlo por primera vez me encontré con el siguiente obsequio, sentimental, amoroso, único. No sé si lo pensaron o les salió así, pero ninguna acción es casual, desde luego. Tres libros llevaba. Uno ni lo nombro de momento, aunque me atreveré a leerlo por gusto de saber qué suele contener un best-seller. Otro era "El gato negro" de Poe, que formó parte de los terrores nocturnos de mi primera juventud, cuando leer aquellas historias era prepararme para ser valiente. El primero que apareció ante mi vista, sin embargo, era "David Copperfield" de Dickens, casi diría que el primer libro largo -eso llamaba yo entonces a las novelas de verdad- que leí. Y tanto me gustó a mis doce años, que al terminarlo, sospechando que algo se me había escapado, ya que no sabía dónde estaba la fascinación que había sentido, volví a comenzar por el principio y, página a página, me lo leí entero de nuevo.
Ante esto, ante esta invitación del destino, no me ha quedado más remedio que volver a leerlo, ahora ya en este maravilloso lector que mis compañeros, tan generosamente, me han regalado. Vuelve a ser para mí una maravilla, en sí mismo, y porque me regresa a mis doce años.
6 comentarios:
Es un precioso regalo, y está bien que alegre se lo hayas agradecido. Llévalo, pues, bien cargadito en tus paseos y viajes; al fin y al cabo pesa relativamente poco y no abulta demasiado.
Y ten cuidadín con él, no te ocurra como nos acurre a casi todos con el paraguas; que lo dejamos olvidado en cuanto se abren las nubes y el sol aparece en lo alto.
Una cosa para el final: ¿Se puede subrayar y poner notas al margen? ¿Huele a papel de imprenta? ¿Conserva en su lomo y en el borde de las hojas rastro del sobeteo y del natural paso del tiempo?
Saludo cordial
No te preocupes, nunca me lo dejaré olvidado, aunque me parece mucho prometer con mi cabeza.
Por otra parte,sí, se puede subrayar (incluso manualmente) y ponerle notas al margen, es muy completo. Lo que no tiene es olor ni sabor, y costará mucho trabajo que esté bien sobado, pero no importa; a mí me gusta, como también me gusta el libro clásico de papel. Cada cosa lo suyo.
El año pasado se jubiló una compañera de nuestro Departamento. Y le regalamos lo mismo que te han regalado a ti. Nos pareció algo fascinante. Yo también quiero uno...
Un beso.
Querido Miguel, no esperes a jubilarte, hazte con uno antes de eso. Aparte las cosas inconvenientes que apunta Miguel Ángel, más bien de carácter sentimental, tiene gran cantidad de ventajas. Pero no nos vas a engañar, tú lo que quieres es jubilarte, jejeje
A disfrutarlo.
Gracias, Salva, eso estoy procurando. Un abrazo.
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