09 agosto 2006

TARÁS BULBA



Relectura de un clásico en un viejo libro, el mismo ejemplar que leí hace muchos años. Me lleva la curiosidad de saber qué ha cambiado en mí en treinta –el libro es del año 74 del siglo pasado– y lo cierto es que descubro que los cambios han sido drásticos. Sé mucho más de narrativa, veo claramente los aspectos técnicos, analizo sobre la marcha los aspectos ideológicos, las impresiones plásticas, la poesía escondida tras una escena o las palabras de un personaje. La impresión general que saco es que se trata de un relato extremadamente violento, con la violencia ingenua e inconsciente de los niños y de los pueblos primitivos, que tiene su encanto épico. Al mismo tiempo, reconozco en la historia la base fundamental de la violencia: la defensa y conquista del territorio en sentido lato, en cuanto representa la propia identidad, construida sobre unos cuantos principios sencillos de comprender y viscerales: la amenaza del “otro”. Los cosacos se sienten amenazados por los polacos sin un motivo real y presente. Atacan porque les han llegado noticias de que la religión ortodoxa está siendo humillada por los polacos católicos. Ellos se consideran los “cristianos”, como si los otros no lo fueran. Un profundo antisemitismo recorre el libro. Tres grupos son los “otros” en toda la historia: la mujer, el judío, el polaco. El polaco es el potencial enemigo porque constituye un grupo de mayor civilización, refinamiento y, por tanto, pérdida de la vida salvaje, libre y violenta de los cosacos; contra éste enemigo se lanza el ataque. El judío representa la inteligencia y la habilidad para hacer dinero y para salir de atolladeros por medio del ingenio; no son enemigos en cuanto están aceptados como grupo marginal, como chivo expiatorio y sector social en el que se puede descargar la violencia física y psíquica en cualquier momento. La mujer es, como en todo sistema patriarcal, de dos categorías: la madre, que no tiene más destino que sufrir las inclemencias de los varones –un momento dramático es cuando Tarás lleva a sus dos hijos adolescentes a la guerra a pesar del dolor de la madre– y, por otra parte, la mujer joven y hermosa, la mujer fatal, cuyos encantos arrastran a los hombres a la muerte y al deshonor, como en el caso de Andrés, enamorado de una bella polaca por cuya causa traiciona a los suyos.
La historia sigue teniendo al fondo de todo el mismo encanto primitivo que tenía hace treinta años.

1 comentario:

León dijo...

Hola Clares... pasé a saludar y darle una "limpiadita" a tu blog... nos has abandonado un poco... espero que estes disfrutando tus dias en la playa.

Date una vuelta por mi blog.
"Breve Síntesis, largo proceso.."

Saludos y besos desde este lado del mundo para ti y toda tu familia.