Nuestro viaje a Ceuta cumplió las expectativas que cualquier viaje produce de convertirse en una aventura; grande o pequeña, eso es lo mismo. En nuestro caso, pequeña, a la medida de nuestras posibilidades. Fue por culpa de la ya célebre -tuvo sus pocos días de gloria mediática- CICLOGÉNESIS EXPLOSIVA. Jamás habíamos oído semejante combinación de palabras y, por tanto, no la tratamos con el debido respeto. Después de conocer su carácter, la llamamos doña Ciclogénesis Explosiva. El día anterior a nuestra partida la oímos nombrar en el parte meteorológico, pero pensamos inocentemente que esas cosas sólo pasaban en el Norte. Allí siempre se ven muy afectados por los partes meteorológicos, mientras que aquí, en el Sureste la única conclusión que sacamos de ellos es que no va a llover. Una ingenuidad, un prejuicio. Porque además nosotros nos íbamos al Norte, aunque tiráramos para el Sur. Norte de África, que es otro Norte.
Esta tal doña Ciclogénesis Explosiva, que ha barrido el país, como una aspiradora gigantesca, también nos afectaba, y de qué modo. A las dos de la tarde habían cerrado el Puerto de Ceuta. El Estrecho era una barahúnda de vientos y oleajes desatados. El último barco que había salido de Algeciras había tardado cuatro horas en cruzar el Estrecho, imagino que con grandes molestias para los pasajeros, gran preocupación de los tripulantes y uso desmedido de bolsitas de papel. El intrépido Capitán se negó, seis horas después, a repetir la proeza. A las ocho de la tarde, se comunicó a los alborotados posibles pasajeros que se fueran buscando un sitio para dormir en Algeciras, a lo que nosotros obedecimos con gran diligencia, después de haber convertido el coche en cuarto de estar y luchando contra vientos huracanados y confusiones diversas.
Por culpa de doña Ciclogénesis Explosiva, que estaba de fiesta, nos concedimos una noche en un estupendo hotel, nada caro por otra parte, y una cena no menos estupenda en un bar llamado "La Capilla". Ya resignados a este fatal destino, nos sentamos allí, a ver si la fama andaluza se cumplía. La fama andaluza dice que te metas donde te metas, si es en Andalucía, siempre comerás bien. No sé si a más gente le ha pasado.
Los árboles desde la ventana del hotel no paraban.
Todos despeinados. Noche de huracán.
Como el bar se llamaba La Capilla, el que entrara un cura con otro señor, que no sabemos si también era cura, porque iba de paisano, nos pareció de lo más natural, además de asegurarnos que estábamos en el lugar adecuado para cenar. También estaban allí unos ingleses celebrando un cumpleaños. Bonita combinación. El cura era de mediana edad, apuesto, y más grande que un armario de sacristía barroca. Un pedazo de cura muy tranquilizador, y con toda la razón, porque cenamos de maravilla. Destaco algo especial, un paté de hueva con almendras. Esta combinación de palabras tampoco la había oído nunca, pero era igualmente efectiva, lo que me llevó a una conclusión: lo que está bueno por separado, si se puede moler, estará bueno hecho paté.
Luchando contra los caprichos de doña Ciclogénesis, volvimos al hotel, de excelente buen humor, debido a la cena y a nuestro natural ser. Y a esperar que la Señora de los Vientos Huracanados se calmara, a ver si al día siguiente permitía el cruce del Estrecho, que a veces se hace ancho por su culpa y la de toda su familia.
Al final, siempre sale un barco. Hay que aprender a esperar.
Siete años viví en Ceuta, siete años crucé el Estrecho con mucha frecuencia, y nunca había tenido que dormir en Algeciras ni me quedé en el Puerto de Ceuta, esperando a ver si salía un buque, pendiente del parte meteorológico. Destino fatal.
9 comentarios:
Vayamos por partes.
De vientos huracanados en la punta de abajo de esta piel de toro ya tengo experiencias: ¡horripilante! Si en Algeciras mal, en Tarifa mucho peor. Y eso que era verano.
Es vox populi que donde comen camioneros se come bien de cuchara; pero donde comen curas, se come fino y en abundancia. Lo de pagar luego, es otro cantar. Ahora bien, si dices que fue “apañao”, te creeré porque lo dices tú.
En cuanto a la mezcla de cosas buenas también tengo conocimiento. Con condimentos de calidad es difícil cocinar mal. Hay que ser un auténtico madero con ojos para pifiarla.
Me alegro que cenarais, durmierais y pasearais, a pesar de toda una señora doña ciclogénesis, a satisfacción plena del cuerpo.
Tú, como siempre, Miguel Ángel, tan fino en tus apreciaciones. Tal y como lo dices. En Tarifa dicen que el pueblo es un paraíso entre dos mares: la mare que parió al levante y la mare que parió al poniente, pero Ceuta y Algeciras tienen poco que envidiarle.
Un cura, otro señor... cosas de la ciclogenesis...
El nombrecico se las trae.
En nuestra casa cuelga un letrerito que dice "Que nunca falte en esta casa el buen humor". Creo que vosotros también sois miembros de la cofradía del buen humor y no hay Ciclogénesis explosiva que os amargue un viaje.
Un abrazo.
Pues la aventura fue benévola. Incluso diría que feliz. Mejor evitar tratos con la meteorología cuando esta se pone explosiva.
Un beso.
Desde luego que no perdemos nunca el humor, mientras se pueda hay que mantenerlo, que si no te hundes.
En nuestra casa, Thorton, no está escrito en ninguna parte, pero lo llevamos dentro.
Esa aventura algecireña se llama sacar partido de este viento petardo que no nos deja. Lo supongo allí, en el Estrecho, y me hago una idea del peligro que puede representar.
No recuerdo ese restaurante: "La capilla". Lo mismo es nuevo, ¡hace tantos años que viví allí! Lo que le cuadra muy bien y es hasta chistoso es lo del cura, jeje.
Me alegro que el entorpecimiento se convirtiera en motivo de regocijo. Es propio de seres inteligentes sacar tajada de los inconvenientes que se les presentan.
Un beso sin ventoleras.
que buenas fotografías acompañan tan buena aventura, saludos
cómo todo se ve bien? Espero que siempre inteligente y saludable. Espero que nos encontremos de nuevo http://jusherbal.my.id/gastroenteritis.abi
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