Plaza de Giraldo en Évora
A menudo me pregunto por qué soy tan aficionada a los viajes. No a los grandes viajes de aventura, como hace mi amiga Wilma, que se ha ido un año entero a recorrer el mundo; no tengo espíritu aventurero ni tanta curiosidad como ella y otras personas que cada año se marcan un destino nuevo, lejano y, quizás, dificultoso. Siempre me acuerdo con esos grandes viajeros de Margarita Yourcenar, que puso como título a su libro de viajes:“Le tour de la prison”, lo que quería decir: ya que estamos presos en este mundo, al menos nos esforzaremos por conocer sus cuatro paredes. Como mi concepto del mundo no es tan barroco ni pesimista, y no considero este mundo una prisión, aunque sea algo melancólica yo por mi carácter, no quiero conocer todas las paredes, sino sólo pasearme un poco.
Templo de Diana en Évora
Igual que me paseo por mi ciudad y cada rincón me sugiere lo entrañable o lo fantástico, o me trae un recuerdo tierno, o un pensamiento noble, del mismo modo viajo por otros lugares ajenos, buscando el recuerdo, el pensamiento, lo entrañable, lo fantasioso. Como no tengo grandes curiosidades en este sentido, ni me placen las grandes sorpresas, me gusta hacer de lo ajeno algo propio, y el modo de hacerlo es siempre volver a los lugares. Así he vuelto a Portugal.
Callejón evorense
Me gusta utilizar un recurso narrativo en mis cuentos que se basa en esa vuelta a los lugares ajenos, de modo que se hagan ya propios. Consiste en llevar a un personaje a un lugar querido para mí; hacerle sentir lo que yo siento, a saber, el distanciamiento de lo cotidiano en un lugar ajeno; hacerle mirar las cosas desde esa lejanía, y entonces que solvente un problema personal, que dirima una cuestión planteada en lo cotidiano propio, o bien que se deje llevar por ensoñaciones y recuerdos entrañables, por libres asociaciones de pensamientos y recuerdos, que vienen al hilo de las sugerencias del lugar en que se encuentra. No es ni más ni menos que lo que yo misma hago en mis viajes, en esos paseos más allá de mi propio ámbito. Al final, nuestros personajes creados hacen lo que nosotros mismos haríamos en esa situación.
Un rincón de Évora
Aparte otros preciosos motivos, a eso he ido a Évora. A convertir definitivamente esa ciudad en un espacio interior. Creo que lo conseguí. Desde los siete años era una ciudad soñada, y entonces el templo de Diana era un pisapeles pequeño de estaño, y Portugal una muñeca rubia en pantalones; la viví fugazmente al final de mi juventud, y entonces se convirtió en un lugar hermoso, sólo de paso; la recupero como ciudad muy mía, para mí, para siempre, cuando rozo ya los umbrales de la vejez.
28 comentarios:
Preciosa la crónica, de absoluto lujo, con esa evocación de Évora tan personal, tan ligada a la literatura y a tus propios recuerdos. Me ha gustado la forma de enjaezarla.
Por cierto, el templo de Diana es un caramelico.
Eso sí: protesto en una cosa, ya que no estoy de acuerdo en que roces la vejez. Aún te queda a ti para eso mucho, tanto por años, como, sobre todo, por tu actitud interna tan abierta a todo.
Querida Clares, comparto contigo la visión del viaje,de viajar....
Gracias a mi memoria fotografica
-no la de las fotos-sino esa que se posee y va contigo a todas partes, cuando viajo guardo en mi retina las imagenes de los lugares, tambien de las vivencias,anécdotas y o placeres...
Gracias por compartir uno de tus lugares preferidos
Besicos.
Ah, te puedo prometer que la Carmen de la pintada no soy yo...
Si no recuerdo mal a pocos kilómetros de Evora hay una finca con unos cuantos monumentos megalíticos, entre ellos un cromlech con más de 50 piedras formando círculo. ¿Lo visitaste?
Un saludo y gracias por tus visitas a mi casa, Clares.
Un profe cualquiera
A aprovechar los sitios, como tiene que ser.
¿Meláncolica, Fuensanta? ¿Entonces yo que soy? Jejeje
Yo hago a la inversa que tú. Escribo de sitios a los que no he ido y me invento como quiero que sean. Mi personaje suele sentir lo que yo siento sobre el Amazonas o Minas Gerais.
O los Budas Gigantes que jalonan el camino, que aún existen en mi mente infantil, que no ha permitido a los talibán que los destruyan.
A mí no me gusta viajar, pero soy inmensamente curioso, y aunque pesimista y locuelo, creo, como decían las Vainica que todo, todo, todo está en los libros.
Soy muy Kantiano en ese aspecto.
En cuanto a la vejez. La vejez no es mala, es sabia. Hoy en día se llevan las ancianidades bastante bien, y siempre que se pueda vivir dignamente yo creo que es como todo en la vida. No veo nada malo en ella. Será porque he querido tanto a mis abuelos, a los que conocí así, viejos. Como decía un amigo cuando le agobiabas a preguntas: Si quieres saber, cómprate un viejo.
Ay, Mameluco, es que veinte años, por lo menos, nos separan, más el carácter, que también tiene lo suyo. Tú sigue con lo tuyo, que cada cual con lo suyo honradamente va bien siempre.
Profe, lo de los cromeleques y menhires va en otro día, que si lo pongo todo me agobio. De nada, me encanta leer tus historias de instituto. Abrazos.
Isabel, me alegra que te haya gustado. Quiero ser breve y decir tanto con las palabras como con las imágenes, pues así es este medio. Pero, sí, amiga, no se puede andar con paliativos, rozo la vejez. Fíjate que no digo que sea vieja, sino que la rozo solamente; y ya sabes, con el roce viene el cariño y ya hasta me gusta.
Vaya, Cabopá, coincidimos en esto y en otras muchas cosas, lo confirmamos a menudo. A ver si coincidimos también en el espacio un día de estos.
¿Te gusta viajar, supersalva?
Yo, hace unos diez años, estuve en Evora, y viendo estas fotos he revivido aquellas vivencias. Me necanta viajar de este modo que tú cuentas...
Un beso.
Que no necesitamos viajar al culo del mundo para contemplar la última celebridad decretada por la dirección general de turismo.
Que desde el rincón de cada día podemos contemplar el valle de los dioses, los jardines colgantes de Babilonia, y los trescientos sesenta ángulos posibles del planeta.
Para abrazar la belleza esculpida en la Venus de Milo o refrescar nuestra mirada con las cascadas del Machu Picchu no hay que desplazarse mucho, basta con limpiar de telerañas nuestros ojos del alma.
Clares,qué linda crónica; yo estuve en Évora el verano pasado, y me gustó tanto que he vuelto éste. La foto de mi blog es una calle de Montemor-o-Novo, muy cerca de Évora. Tener Portugal tan cerca es un lujo, compañera.
Los viajes no siempre nos llevan adonde realmente queremos ir, por eso es preciso escoger sin prisas.
Mi padre, cuando veía las fotos de nuestros viajes, mofándosede nosostros, siempre se preguntaba por qué íbamos tan lejos a buscar las mismas cosas que tenemos a nuestro lado.
Ahora estamos aprendiendo a retomar rincones y Portugal, para eso, es nuestro tesoro.
Bueno, bueno, de vejez nada de nada, de nada.
Viajar es algo imprescindible en la vida, pero hay que viajar de verdad.
Los viajes más cortos, se convierten en los más largo y completos. Los viajes más cercanos, pueden ser placenteros e inolvidables.
Se puede viajar en coche o en tren. Me apasiona el tren.
Se puede viajar en libro o en el barco de un sueño. Ambos más que recomendables.
Se puede viajar con mochila, sin chavicos (así llamamos al dinero en Graná) y con todas las ganas del mundo. Así conocí Portugal. 27años, ha.
No dejemos nunca de viajar.
Buen viaje.
Otro que se apunta al grupo de viajeros, que no concibe la vida sin moverse, sin descubrir lugares, gentes y culturas diferentes. Y, como bien señalas, no tiene que ser necesariamente alugares lejanos, creo que antes es necesario conocer lo que nos rodea, y ese Portugal es un sitio especial. Évora, Lisboa, Sintra, Oporto... tierras mágicas y donde he vivido momentos inolvidables.
Gracias por tu crónica, y la visión de lo que significa el "viaje", más allá del movimiento y turismo.
Un abrazo, viajera sensible.
Que bonito, Portugal es un vergel para los ojos. A ver si recupero tiempo, ganas y nervios, para plantearme volver a ver mundo yo tambien.
Un supersaludo
Yo me lo he pasado muy bien, por el lugar, por la compañía, por mis recuerdos y mis pensamientos, todo ha sido muy sugerente. veo que a todos os gusta viajar y que este destino es verdaderamente un preferido de todos. Me alegra mucho coincidir con vosotros en esto. Besicos a todos.
No me sorprende nada lo que dices de Évora porque conozco la ciudad y te conozco a tí. Te imagino por esas calles llenas de encanto, misterio y sorpresas. Has elegido bien. Portugal nunca se acaba de descubrir, porque en cada lugar, en cada esquina, en cada plaza, en cada edificio de sus centros históricos siempre hay algo que sólo las miradas inteligentes, como la tuya, son capaces de descifrar.
Algo tiene Portugal que me lo hace entrañable. Quizás sea su resistencia melancólica frente a la modernidad, su aire antiguo, sus calles de piedra, sus tranvías. Uno tiene la impresión de que el tiempo tiene todavía alguna densidad ausentándonos de la vorágine de actividad que nos consume. Sus fuentes en que se bañan niños o la ropa tendida o la gente reunida charlando hacen que Portugal tenga un sello personal que hemos abandonado en España al hacernos maravillosamente modernos y estúpidamente pijos. Tiene algo de auténtico, o serán los ojos con que contemplo yo esa sensación de antiguo que me deleita, que me distiende. No conozco Évora pero la pongo en mis proyectos que no sé cuándo se realizarán. Y a mí sí que me atraen los grandes viajes, pero no puedo hacerlos por mi realidad familiar. Espero algún día, no resignado a la aceptación de la vejez, poderlos llevar adelante. Un saludo muy cordial.
Te has imaginado bien, Fernando, porque para mí recorrer esas calles, descubrir o redescubrir los rincones, es algo muy íntimo, muy personal. Si conoces Évora, sabes a qué me refiero.
Cuando iba por allí, Joselu, pensaba incluso que en una vida anterior fui portuguesa, como decía Murasaki, que no es que me lo crea, entiéndeme, sino que sentía que el espíritu de ese país, y concretamente de esa ciudad, era algo mío, muy mío.
Te aconsejo que no te pierdas Évora, de ningún modo; para ti será un descubrimiento. Y contiene más sorpresas de las que imaginas. Te las anunciaré discretamente en el blog. Ya verás.
Hermosas palabras, hermosas imágenes, compa Fuensanta. No conozco Évora, he estado varias veces en Portugal, pero nunca en esa ciudad, debe ser un lugar, por lo que nos ilustras y nos relatas, bien interesante. A mí me encanta viajar, sí, pero últimamente ando en el "dique seco"; espero retomar dentro de no mucho: llegará el momento, sin prisa, sin prisa...
Un abrazo y buena semana.
Manuel, Évora es un destino para perderse y para no perdérselo. Haz un esfuerzo, hombre, que es algo especial. Besos, amigo.
Mientras te leía he pensado en tus alumnos. Me ha dado la impresión de estar en el primer pupitre -por torpe- de tu clase. Embobado y no perdiéndome ni una coma.
Volver a los lugares visitados y acabar transformándolos en un espacio interior. No lo sabía, pero es lo que hago yo también.
Besos.
Anda ya, Thorton, que tú tienes sensibilidad para eso y para más, no serías precisamente de los alumnos torpes, y te puedo asegurar que mis alumnos no me miran con los mismos ojos: ellos lo dicen de otro modo, aunque a saber cómo sienten mi experiencia acumulada. No sé mucho de ellos, en el fondo. Lo que es maravilloso es que alguien te descubra lo que tú sientes sin saberlo, que eso me ha pasado a mí muchas veces. Espero que ya estés bien de tus aristocráticas dolencias, que lo son, de verdad, quiero decir aristocráticas. Muchos besos, amigos.
Lo titulas de una manera muy particular que no corresponde al contenido del artículo. Évora ya era parte de ti, como lo era Portugal, como lo es tu ciudad. Porque tus paseos no son desencarnados ni evasivos, sino incluyentes. Es tu estilo, ya lo sabes. Si al soñarla ya te la incorporaste, ahora en la madurez, que para nada vejez, -salvo que encontremos algún sentido de plenitud a esa palabra-, las has adoptado total y definitivamente.
Ya estoy esperando anhelante otros paseos semejantes de lugares para nada ajenos, sino muy tuyos, porque así los miras y los deseas.
Un saludo cordial y viajero para una viajera de mucha categoría.
Para mí a veces salir a la calle es un viaje, sí. Y de los lejanos lo que más me gusta es la sensación de aislamiento, de desconocimiento, de interioridad. En relaidad cada ciudad me parece lo mismo, es decir, dispuesta a que yo la recoja.
Para vieja yo que ya ni veo ¿pues no que me creía que Fernan era Marcelo?
Me encanta Portugal,he disfrutado leyendo tu particular visión de los viajes.¡ Qué generosa compartiendo estos momentos!
¡Qué gusto da viajar contigo desde el sofá!
¡Cuéntanos más!
Un abrazo
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