13 diciembre 2006

A pesar de los muchos trabajos, pusimos mucho tiempo, placer y esfuerzo en ver unas cuantas películas. Ya no iremos mucho al cine en la ciudad. Ahora cierran los cines del centro y los mandan a tomar viento a las afueras. Para ir hay que coger el coche, entrar en la vorágine de los miles de coche en la misma dirección, unos centros comerciales fríos, enormes, abarrotados y, a mi parecer, la muestra más patente de la estupidez que ataca, como pandemia, a nuestra sociedad, mono de imitación de los yanquis. De manera que nos olvidamos del placer de ir al cine andando -el pobre cine Rex, nuestro cine, ya agonizante- y nos conformamos con revisar los clásicos en dvd. Para empezar hemos tomado dos italianos: Fellini y Visconti. Poco a poco, y por menos gasto del que supondría la locura de los multicines en coche, vamos reuniendo una colección de películas de las que se ven más de una vez. La primera, esta que aquí se presenta. Ya vista hace años, el tiempo la ha hecho aún mejor. ¿O somos nosotros los que somos mejores? Comentamos que no aparecen imágenes de los crímenes de los nazis, pero que toda la violencia, toda la maldad, la degeneración y el horror están en la película. Impresionante, como siempre en Visconti, la puesta en escena y la interpretación de los actores. Teníamos la impresión de estar asistiendo a una tragedia de Shakespeare, a un Macbeth moderno y quizás más perverso. A veces, incluso a un Hamlet estúpido y abyecto. Ahora, Visconti. De nuevo y siempre, un maestro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parece, viendo esta película, que el nazismo no es el producto de una ideología, sino del tremendo vacío que encierra el corazón humano. Si renunciaramos a llenar la nada infinita que albergamos quizá otra cosa sería posible. Es posible.