15 febrero 2008

Herr Zweig: Momentos estelares de la humanidad


En definitiva, no sé si habrá más momentos estelares que los que Herr Zweig recoge para sus miniaturas históricas, pero con los que trae a este precioso libro, para mí suficiente, aunque no sea nunca así para una prosa tan elegante y unas apreciaciones tan finas y acertadas. Lo que, desde luego, demuestra, como siempre, es que era un narrador nato, atractivo y sabio. Nunca defrauda. Todas las que él llama miniaturas históricas, que no son sino precisos momentos de la historia que, al parecer del narrador, han tenido una importancia para el desarrollo posterior de la historia o de la cultura, son todas sin excepción pequeñas joyas literarias; claro que a mí, como lectora, me impresionan más unas que otras.
Por amor a la música, me ha dejado fascinada "La resurrección de Georg Friedrich Händel", como el retrato enérgico de un acto de creación excepcional; incluso he sufrido una suerte de aturdimiento al terminar de leer este artículo y unos irrefrenables deseos de volver a oír el Mesías, que, por cierto, no tengo entre mis discos. De momento me conformaré con seguir oyendo con deleite la Música acuática y la Música para los fuegos artificiales, ligera, cortesana y encantadora. Queda el Mesías para más grandes alientos -que vendrán con más largos ocios-, como dejo las lecturas largas, como la Historia de Genji, porque hay tareas y placeres que exigen ocio casi total y mucha tranquilidad de ánimo.
Creo que la última vez que escuché el Mesías, hace ya tiempo, fue en el estudio de mi padre. Él era un gran amante de la música, todo le gustaba y de todo disfrutaba, aunque luego tenía sus elecciones y afinidades particulares. Lo echo de menos, sigo echándolo de menos. Ahora me doy cuenta de que también era un atento lector de Zweig, cuyas obras completas tenía en su biblioteca, en unos tomos encuadernados en piel azul oscuro que allí deben de seguir; en esos tomos conocí yo las biografías del autor vienés y me aventuré por primera vez en sus exquisitas novelas. Cuánto he aprendido de mi padre.
Lo dicho ya, que todas las miniaturas de este libro son buenas, enseñan, entretienen, deleitan o apasionan, como la literatura de siempre, pero otra fue la que me dejó una viva impresión, la llamada "La lucha por el Polo Sur", sobre la aventura de final heroicamente desgraciado del capitán Scott. ¿Su fracaso? No sé cómo llamar a la empresa de un hombre que alcanza el Polo Sur para morir entre hielos a su regreso, pero que no ha sido el primero en ver las llanuras de hielo del Polo. El relato de Zweig es estremecedor considerado en sí mismo; luego vienen las reflexiones sobre la cruel competitividad masculina -de las patrias-, en las luchas políticas, y veo con otros ojos esa muerte heroica de Scott, heroica precisamente porque fracasó. Cuestión de horas o de días, él llegó allí y vio los hielos, pero también el trineo de Amundsen con la bandera noruega al frío viente. Zweig se pone de parte del vencido. Yo también. Pero en el fondo es una trampa. ¿Por qué siempre un vencedor y un vencido?

No hay comentarios: