El día dos de enero, para empezar el año con buen pie, escribí un pequeño texto en mi cuaderno sobre una de las tareas más cansinas y necesarias asignadas a las mujeres: la de limpiar. Hay un chiste machista que lo define todo: a las mujeres no las mandan a la luna porque allí no hay nada que limpiar. Y limpiar no es sólo una tarea física para las mujeres; a veces se convierte en una tarea más elevada. Pero eso no le quita dureza a la adjudicación ni un cansancio que ya se vuelve histórico.
La madre de una amiga elaboró un pensamiento muy original acerca de lo que había sido su principal trabajo a lo largo de toda su vida, o sea, limpiar en todas y cada una de sus variantes.
La mujer, en un alarde de universalización de la considerada humilde tarea, casi dedicación única reservada a las mujeres por siglos, decía que en realidad la "mierda" no se quita, sino que sólo se cambia de sitio. Si, por ejemplo, ella lavaba unos calcetines, la suciedad pasaba al agua, la cual la llevaría en su largo y tortuoso camino suburbano hasta el mar o un río, que a su vez, en su movimiento, la depositaría de nuevo en la tierra para que la volvieran a coger otros calcetines o cualquier otra prenda de vestir o parte del cuerpo humano, que tendría que ser lavado por otra mujer no se sabe dónde. Los recorridos se pueden multiplicar con un poco de lógica, imaginación y conocimiento de la naturaleza, naturaleza natural o naturaleza humana, multiplicados en miles de secuencias de "mierda" viajando por el mundo. Así se completaría un complejo ciclo de la "mierda", que no sería muy diferente a otros ciclos vitales. Y yo me pregunto si no sería posible ascender ese ciclo, descubierto por aquella señora y explicado con la mayor seriedad, al escalón del o psíquico e incluso de lo espiritual.
Todo esto me lo ha recordado el hecho de que me he pasado, hoy, segundo día del año que empieza, toda la mañana cambiando "mierda" de sitio.
¡Qué tarea tan humilde, cansina y necesaria!
La madre de una amiga elaboró un pensamiento muy original acerca de lo que había sido su principal trabajo a lo largo de toda su vida, o sea, limpiar en todas y cada una de sus variantes.
La mujer, en un alarde de universalización de la considerada humilde tarea, casi dedicación única reservada a las mujeres por siglos, decía que en realidad la "mierda" no se quita, sino que sólo se cambia de sitio. Si, por ejemplo, ella lavaba unos calcetines, la suciedad pasaba al agua, la cual la llevaría en su largo y tortuoso camino suburbano hasta el mar o un río, que a su vez, en su movimiento, la depositaría de nuevo en la tierra para que la volvieran a coger otros calcetines o cualquier otra prenda de vestir o parte del cuerpo humano, que tendría que ser lavado por otra mujer no se sabe dónde. Los recorridos se pueden multiplicar con un poco de lógica, imaginación y conocimiento de la naturaleza, naturaleza natural o naturaleza humana, multiplicados en miles de secuencias de "mierda" viajando por el mundo. Así se completaría un complejo ciclo de la "mierda", que no sería muy diferente a otros ciclos vitales. Y yo me pregunto si no sería posible ascender ese ciclo, descubierto por aquella señora y explicado con la mayor seriedad, al escalón del o psíquico e incluso de lo espiritual.
Todo esto me lo ha recordado el hecho de que me he pasado, hoy, segundo día del año que empieza, toda la mañana cambiando "mierda" de sitio.
¡Qué tarea tan humilde, cansina y necesaria!
2 comentarios:
me identifico totalmente con lo de cambiar la mierda de sitio, y lo dificil que resulta intentar cambiarla entre varios , parece que tenemos el carné de "manipuladoras de mierda", primer título que se nos concede encuanto nacemos .
Un beso.
Pues sí, hija, sí, en esas estamos por el momento. Veremos si las cosas cambian alguna vez.
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