En aquella fresca terraza donde yo cultivaba, o más bien dejaba crecer a su modo, petunias de variados colores, una noche de primavera Soren nos obsequió con este tierno poema. Es bello en sí, pero explicadas las circunstancias por él mismo, aún se hacía más bello. Un hermoso valle griego mirando al mar y en lo alto de una de las cumbres un rústico cementerio. Una de las tumbas era de una joven llamada Zafirula, extraño y sugestivo nombre. La lápida, como ocurre en muchas tumbas de cementerios pueblerinos, tenía su foto. La muchacha, eternamente, miró desde allí el valle y el mar entre los pinos. Es uno de los poemas de Soren que más amo. La muerte juvenil es dolorosa, pero detiene la imagen de la ternura para siempre.
ZAFIRULA MIRA AL VALLE
Con su falda bien plisada
cuajada de flor de almendro,
la vista absorta y confiada,
Zafirula mira al valle. Espectros
de oro humean las cimas de los amados
montes. La mocedad ruidosa corteja
en los miradores de Arajova,
al influjo vernal del parhelio
insólito. Una lengua de zafiro
y alumbre se insinúa en Itea
(el mar es que fisga por entre
el olivar, sonriente su rostro
antiguo). Sólo para Rula Dios abre
la puerta cancel de este húmedo
parquecillo íntimo, en la tarde
de primavera precipitada. Rumorea
con la noche más el plátano,
el madroño, el pino, el ciprés
y los canalillos de Castalia
la fría, asomados al vacío florido.
Los pétalos rosados, como fragante
rocío, sobre el nombre luminoso
y sus cortos años sencillos, llueven
quedos. A su juventud ofrendado,
para ella eleva Dios el valle mismo,
incensario de pancracios y muscaris
que graciosamente ciñen sus negros
cabellos y modesta frente. Aquel
que guía los pasos evanescentes
de la querida muchacha por las sendas,
por las sombras de los emparrados
blancos y las glorietas irisadas
que confluyen en la eternidad,
celoso se hoza en su mutismo,
impenetrable e impío enigma.
SOREN PEÑALVER
2 comentarios:
Muy bonito, gracias, va a ser un gustazo seguir la serie de poemas de Soren :)
Gracias por tu comentario. Es verdad que es un poema precioso y muy tierno, aunque también terrible en ese final en el que la divinidad, que ofrece un panteón natural espléndido a la niña muerta, a la vez hoza como un cerdo salvaje en el misterio impío de la muerte juvenil, toda una blasfemia.
No tengo muchos más poemas de Soren, pero los que tengo, ya que él me dio su permiso, los iré poniendo en el blog. Espero que gusten mucho, como me ocurre a mí.
Publicar un comentario