El día diez de febrero, agobiada por la loca campaña de la derecha española por rascar votos demagógicos, más bien de la xenofobia latente que llevamos dentro, escribí unas líneas en mi cuaderno del 2008. Tengo tantos amigos inmigrantes que se están esforzando por "respetar las costumbres españolas", que estoy por escribir un manual de sencillo manejo para ellos. La pena es que sólo les puedo contar "mis costumbres", tan parecidas a las de muchas otras mujeres europeas de mi edad y condición, que no sé si les van a valer. De momento, al inmigrante que más aprecio de todos, a mi querido Brahim, que dentro de poco será español de tanto que ha respetado las costumbres españolas -por fortuna sólo las buenas, en las que ya coincidía antes de empezar a respetarlas- le he dicho que vaya aprendiendo a ser un poco más maleducado, que es que se vino a este país y se creyó que el monte era orégano y que podía seguir siendo un hombre tranquilo, silencioso, reflexivo y prudente, y la cosa no va por ahí: que vocifere un poco y aprenda a hacer una paella los domingos, y luego ya veremos. Para mayo vamos al juez a decirle que sí, que puede ser español, ya que tan empeñado está.
Ahora transcribo estas desconcertadas palabras que escribí el diez de febrero.
"Loca campaña de la derecha española por rascar votos xenófobos es la de proponer unas "leyes" para que los inmigrantes se comprometan a respetar "nuestras leyes y costumbres".
Como ciudadana de este país se me cae la cara de vergüenza, pero parece que hay otros que sin más, va y les parece normal. Y yo no salgo de mi asombro. Como lingüista, la verdad es que más bien me da la risa floja.
¿A qué se refieren con respetar? Pero sobre todo, ¿a qué se refieren con costumbres? ¿Respetar es no decir que esas costumbres, o algunas de ellas, son horribles, por ejemplo? ¿O decir que son maravillosas, las costumbres más maravillosas del mundo?
Por ejemplo, un inmigrante no podrá expresar en público que no aguanta las procesiones de Semana Santa o que la tortilla de patatas no le gusta, porque, es un poner, le produce acidez de estómago. A continuación podría ser acusado de no respetar las costumbres españolas y caer el pobre bajo el peso de la ley que obliga a respetar las costumbres... y las leyes, incluida la ley que obliga a respetarlas... o sea, la razón de la sinrazón, etc., etc. Yo, sin embargo, y tan ricamente, sólo porque soy española porque no puedo ser otra cosa, puedo decir lo que me dé la gana acerca de la tortilla de patatas, de las procesiones y de otras mil cosas más que se me ocurran. La ley de la ley de las costumbres y de las leyes no irá conmigo. Jajajá, ahora voy y le digo a Brahim: yo sí puedo, y tú no puedes. Oye, qué asco de tortilla de patatas. ¿Y las procesiones? Un rollo. Me pongo bien atenta a ver qué cara pone. ¿Que me da la razón? Voy y lo denuncio por no respetar las costumbres. ¿Que no me la da? Como yo soy española y esa es costumbres española, la de renegar hasta de la tortilla de patatas, pues también lo denuncio, porque incluso en el caso de que no fuera costumbre generalizada, es mi costumbre, y, por tanto, española, españolísima, que lo soy hasta los tuétanos, aunque sea por no poder ser otra cosa.
De vestidos, la de jugadas que se me ocurren. Brahim tendrá que elegir de inmediato entre diferentes modelos: hippy trasnochado, intelectual con gafas y ojeras, joven heavy, joven pijo, ejecutivo americanoide, madelman de barrio, perullo del sábado, perullo del jueves, discotequero, campesino de pana, campesino de domingo, señor de misa, señor moderno, y otros muchos más modelos que se me olvidan. Si no tiene dinero, que despabile y que no haga el tonto, que las cosas se pueden poner muy serias con esto de respetar las costumbres.
Por lo de la música, yo podré oír lo que me dé la gana, incluso molestando a los vecinos, que aquí no se llama molestar, sino compartir y propagar gustos musicales. Puedo oír Beethoven, salsa, música árabe, rock o boleros. Pero, cuidado, amigo mío, tú no puedes oír lo que quieras, sino que para demostrar que respetas las costumbres, los marroquíes que oigan boleros, los latinos a Schumann y los del Este a Chab Khaled. Es un ejemplo combinatorio, pero hay muchos más que ellos mismos irán descubriendo. Eso demostrarán que están integrados y no apegados a sus cosas, como unos inmigrantes poco respetuosos. Lo que sí podrán hacer es ponerla bien fuerte y a cualquier hora, para respetar la costumbre de compartir los gustos musicales con el vecindario.
Si esta propuesta se refiere a las leyes, a las que la derecha llama costumbres, por su facilidad para saltárselas, habrá que insistir en el absurdo de hacer una ley sólo para inmigrantes, que obligue a respetar las demás leyes sólo a los inmigrantes. ¿Y los demás? Jajajá, de rositas. Los españoles bastante tienen con aguantar a sus políticos para tener encima que respetar las leyes.
¿Se referirá quizás a los bautizos y a las bodas? ¿A la religión, a la no religión de los españoles?
Yo creo que merecemos una explicación más completa, mi amigo Brahim y yo, por saber a qué atenernos y por reírnos más aún. Que nos estamos haciendo un buen lío.
Y ahora que lo pienso, ¿tengo yo que respetar las costumbres del resto de mis compatriotas? Lo digo porque no me gusta la cuajada ni la música celta ni el agua de sebá, ni las cocas. Y que tampoco podré oír en adelante ni contar chistes sobre las costumbres económicas de los catalanes ni sobre la cabezonería de los vascos.
Sinceramente, señores de la derecha española, los españoles no tenemos entre nuestras costumbres ser cortos de entendederas. Ya sé que algunos sí, no vamos a defender lo indefendible, y seguramente a esos se dirigen con sus absurdos. Al fin y al cabo son un puñado tonto de votos tontos.
Ahora transcribo estas desconcertadas palabras que escribí el diez de febrero.
"Loca campaña de la derecha española por rascar votos xenófobos es la de proponer unas "leyes" para que los inmigrantes se comprometan a respetar "nuestras leyes y costumbres".
Como ciudadana de este país se me cae la cara de vergüenza, pero parece que hay otros que sin más, va y les parece normal. Y yo no salgo de mi asombro. Como lingüista, la verdad es que más bien me da la risa floja.
¿A qué se refieren con respetar? Pero sobre todo, ¿a qué se refieren con costumbres? ¿Respetar es no decir que esas costumbres, o algunas de ellas, son horribles, por ejemplo? ¿O decir que son maravillosas, las costumbres más maravillosas del mundo?
Por ejemplo, un inmigrante no podrá expresar en público que no aguanta las procesiones de Semana Santa o que la tortilla de patatas no le gusta, porque, es un poner, le produce acidez de estómago. A continuación podría ser acusado de no respetar las costumbres españolas y caer el pobre bajo el peso de la ley que obliga a respetar las costumbres... y las leyes, incluida la ley que obliga a respetarlas... o sea, la razón de la sinrazón, etc., etc. Yo, sin embargo, y tan ricamente, sólo porque soy española porque no puedo ser otra cosa, puedo decir lo que me dé la gana acerca de la tortilla de patatas, de las procesiones y de otras mil cosas más que se me ocurran. La ley de la ley de las costumbres y de las leyes no irá conmigo. Jajajá, ahora voy y le digo a Brahim: yo sí puedo, y tú no puedes. Oye, qué asco de tortilla de patatas. ¿Y las procesiones? Un rollo. Me pongo bien atenta a ver qué cara pone. ¿Que me da la razón? Voy y lo denuncio por no respetar las costumbres. ¿Que no me la da? Como yo soy española y esa es costumbres española, la de renegar hasta de la tortilla de patatas, pues también lo denuncio, porque incluso en el caso de que no fuera costumbre generalizada, es mi costumbre, y, por tanto, española, españolísima, que lo soy hasta los tuétanos, aunque sea por no poder ser otra cosa.
De vestidos, la de jugadas que se me ocurren. Brahim tendrá que elegir de inmediato entre diferentes modelos: hippy trasnochado, intelectual con gafas y ojeras, joven heavy, joven pijo, ejecutivo americanoide, madelman de barrio, perullo del sábado, perullo del jueves, discotequero, campesino de pana, campesino de domingo, señor de misa, señor moderno, y otros muchos más modelos que se me olvidan. Si no tiene dinero, que despabile y que no haga el tonto, que las cosas se pueden poner muy serias con esto de respetar las costumbres.
Por lo de la música, yo podré oír lo que me dé la gana, incluso molestando a los vecinos, que aquí no se llama molestar, sino compartir y propagar gustos musicales. Puedo oír Beethoven, salsa, música árabe, rock o boleros. Pero, cuidado, amigo mío, tú no puedes oír lo que quieras, sino que para demostrar que respetas las costumbres, los marroquíes que oigan boleros, los latinos a Schumann y los del Este a Chab Khaled. Es un ejemplo combinatorio, pero hay muchos más que ellos mismos irán descubriendo. Eso demostrarán que están integrados y no apegados a sus cosas, como unos inmigrantes poco respetuosos. Lo que sí podrán hacer es ponerla bien fuerte y a cualquier hora, para respetar la costumbre de compartir los gustos musicales con el vecindario.
Si esta propuesta se refiere a las leyes, a las que la derecha llama costumbres, por su facilidad para saltárselas, habrá que insistir en el absurdo de hacer una ley sólo para inmigrantes, que obligue a respetar las demás leyes sólo a los inmigrantes. ¿Y los demás? Jajajá, de rositas. Los españoles bastante tienen con aguantar a sus políticos para tener encima que respetar las leyes.
¿Se referirá quizás a los bautizos y a las bodas? ¿A la religión, a la no religión de los españoles?
Yo creo que merecemos una explicación más completa, mi amigo Brahim y yo, por saber a qué atenernos y por reírnos más aún. Que nos estamos haciendo un buen lío.
Y ahora que lo pienso, ¿tengo yo que respetar las costumbres del resto de mis compatriotas? Lo digo porque no me gusta la cuajada ni la música celta ni el agua de sebá, ni las cocas. Y que tampoco podré oír en adelante ni contar chistes sobre las costumbres económicas de los catalanes ni sobre la cabezonería de los vascos.
Sinceramente, señores de la derecha española, los españoles no tenemos entre nuestras costumbres ser cortos de entendederas. Ya sé que algunos sí, no vamos a defender lo indefendible, y seguramente a esos se dirigen con sus absurdos. Al fin y al cabo son un puñado tonto de votos tontos.
8 comentarios:
me encantaría utilizar este artículo para la semana intercultural del instituto., no sé todavía cómo pero creo que su lectura sería muy interesante para el alumnado y más de un profe.
Bueno, ya hablamos. Un beso.
Puedes utilizar el artículo como quieras. Yo no sabría cómo, pero seguro que tú le sabes sacar partido. Un beso.
gracias.
besos.
Voló mi comentario, ha salido un error...
Ahora sí, bueno, pues decía que si no fuera por el tinte xenófobo de la ocurrencia nos ha servido para reírnos un rato. Hasta en Alemania hubo cachondeo, en los periódicos se preguntaban si los inmigrantes tendrían que hacer botellón los viernes...
las costumbres!! qué costumbres?? las mías son diferentes a las de mi vecino, incluso a las de mis hermanos!!
¿Y cómo afectaría este supuesto contrato a los inmigrantes alemanes, ingleses y noruegos que viven en nuestro país? ¿también ellos tendrán que dormir la siesta, hablar a gritos y escupir por la calle?
Ayer mismo tuve que hacerle el razonamiento a una compañera, una persona de tendencia progresista, pero que había caído en la trampa. A mí que me definan primero qué son costumbres y qué es respetar, porque uno no se puede comprometer y mucho menos firmar un contrato comprometiéndose a algo que jurídicamente no está explicado, y la explicación jurídica pasa por la explicación lingüística primero.
Es pura demagogia, acogiéndose a un sentimiento básico de la población más inculta.
Ah, y mi compañera quedó convencida.
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