Desde el barco, llegando a Ceuta, el Peñón de Gibraltar se ve en la lejanía.
La montaña que limita Ceuta con Marruecos, por Benzú, que los ceutíes llaman la Mujer Muerta, los marroquíes Jebel Musa, y que es en realidad el gigante Abyla.
Atardecer en la playa del Chorrillo.
Atardecer en la playa del Chorrillo.
La corona de luces es el antiguo presidio, el castillo del Hacho.
Hacía doce años que no venía a esta ciudad en la que estoy ahora. A menudo pensaba en volver de visita y recuperar amigos y recuerdos. Eso en los tiempos modernos se llama actualización. No tenemos muchas oportunidades de actualizar lo pasado, de superponer imágenes del momento a imágenes del pasado. Lo hacemos continuamente, como un fluir, con lo que nos rodea, pero cuando cerramos una etapa de la vida, mudamos lugares y personas, actividades, paisajes y sensaciones, resulta difícil actualizar, porque el tiempo que tenemos concedido es limitado, siempre limitado. Incluso sentimentalmente somos limitados. Y sin embargo, alguna vez ocurre.
Ha tenido que venir mi hermana Pilar a vivir a Ceuta, a trabajar aquí, a abrirse un mundo, como yo me lo abrí en su momento, para que yo decida que podría recuperar parte de lo que dejé atrás. Nunca es lo mismo, desde luego, pero hago lo que puedo: superponer las nuevas imágenes, aceptar los cambios y el fluir vital, dejarme cautivar de nuevo por una ciudad llena de vida, de una vida muy peculiar, quizás injustamente ignorada por los que viven al otro lado del Estrecho. Volver a pasear por el Revellín, recorrer el paseo Marítimo, con sus espectaculares atardeceres; subir al barrio de Hadú, donde tuve mi casa y fui feliz, muy feliz; tomar un té con hierbabuena en el cafetín de sólo hombres, donde el dueño es tan amable y nos cuida paternalmente; charlar con Cristóbal, tomando una cerveza en el bar de tapas de la Calle Real, al que conocí joven interino, soltero, y encuentro ahora director de un instituto de mil alumnos, padre de familia con hijo adolescente, comer con Nati, compañera de delicada belleza casi oriental, encontrar por la calle, casualmente, a mi amiga Aixa, que sigue siendo la misma, la dulzura personificada, recorrer la muralla Portuguesa, como hacía en otros tiempos. Fascinada por ese juego de espejos en el que Ceuta se refleja en sí misma y sólo sutiles cambios delatan que la ciudad no es la misma y sigue siendo la misma, del mismo modo que me ha sucedido a mí. Ha sido un día de cumpleaños muy peculiar, el más extraño y fascinante que haya tenido nunca. Un verdadero regalo.
Ha tenido que venir mi hermana Pilar a vivir a Ceuta, a trabajar aquí, a abrirse un mundo, como yo me lo abrí en su momento, para que yo decida que podría recuperar parte de lo que dejé atrás. Nunca es lo mismo, desde luego, pero hago lo que puedo: superponer las nuevas imágenes, aceptar los cambios y el fluir vital, dejarme cautivar de nuevo por una ciudad llena de vida, de una vida muy peculiar, quizás injustamente ignorada por los que viven al otro lado del Estrecho. Volver a pasear por el Revellín, recorrer el paseo Marítimo, con sus espectaculares atardeceres; subir al barrio de Hadú, donde tuve mi casa y fui feliz, muy feliz; tomar un té con hierbabuena en el cafetín de sólo hombres, donde el dueño es tan amable y nos cuida paternalmente; charlar con Cristóbal, tomando una cerveza en el bar de tapas de la Calle Real, al que conocí joven interino, soltero, y encuentro ahora director de un instituto de mil alumnos, padre de familia con hijo adolescente, comer con Nati, compañera de delicada belleza casi oriental, encontrar por la calle, casualmente, a mi amiga Aixa, que sigue siendo la misma, la dulzura personificada, recorrer la muralla Portuguesa, como hacía en otros tiempos. Fascinada por ese juego de espejos en el que Ceuta se refleja en sí misma y sólo sutiles cambios delatan que la ciudad no es la misma y sigue siendo la misma, del mismo modo que me ha sucedido a mí. Ha sido un día de cumpleaños muy peculiar, el más extraño y fascinante que haya tenido nunca. Un verdadero regalo.
13 comentarios:
Qué hermosa manera, compa Clares, de transmitir tus sensaciones y sentimientos, qué contradictoria esa mezcla de congoja, ilusión, impotencia e intensidad, un poco así, en plan batiburrillo, como la vida misma. Y qué bonitas fotos, que todo hay que decirlo. Espero que lo sigas disfrutando de la misma forma en que lo cuentas: maravillosamente...
Un abrazo.
Viajes en el tiempo. Para que luego digan que no existen el pasado ni el futuro, sólo el presente.
Nada, nada, a disfrutar!!!
Besa a tu hermana de mi parte. Y dile a ella que te bese de la mía. Pareja estupenda sois, oye.
Doble viaje, al lugar en si, que retratas y nos muestras a quiénes no lo conocemos, despertándonos las ganas de hacerlo; y el viaje al pasado, como bien dices a actualizarlo y, en alguna medida a recuperarlo de nuevo.
Disfruta de todo ello. Un beso enorme y otro para tu hermana Pilar.
Gracias por explicar Ceuta. Cuando la visité, hace unos 30 años no me enteré de otra cosa que la existencia de un enorme mercado de cosas que teóricamente eran imposibles en la península y de un cuartel que se extendía por toda la ella.
Luego oí hablar de un mosaico de razas y credos, de un lugar de paso, de alambradas, y otras cosas.
Tú ofreces una ciudad poblada de personas y repleta de historia. Y no te olvidas la geografía. No sé si en tan poco espacio caben más cosas.
Los Bertines bien gracias. Y el error ya está subsanado, con las explicaciones pertinentes.
S.s.s.q.b.s.m.
Miguel Ángel
Una entrada desde Ceuta....Ay, Clares eres única...Sí he montado en "cercanías", yo no soy yo.....Dónde no he estado nunca es en Ceuta, si en Melilla.......y me parece estar allí por lo que cuentas...Fuí en avión y volví en barco...(primeras experiencias viajeras)Tengo un recuerdo magnifico, es verdad que hace ya más de....teintantos...jajaja.
Conocí a Hadú joven mora que trabajaba en la casa donde estuve y que derramaba sonrisas por doquier........Besicos.........
Manuel, en eso sigo. Una de las cosas mejores es que estoy con mi hermana, que es estupenda, y lo pasamos muy bien juntas.
Gracias, Salva. Están siendo unos días maravillosos y sorprendentes. La ciudad está preciosa, mejor que estaba.
Eso es, Leandro, viaje en el tiempo, viaje en el espacio. Bien lejos, que dicen que el cumpleaños es bueno celebrarlo fuera, como bien sabe Rubén, pero no va a decirlo, jejeje.
Rubén, la estoy hartando de besos, entre los tuyos y los míos. Tenéis que venir, os encantará.
Mi hermana y yo, Ernesto, te dedicamos un recuerdo desde esta ciudad y te deseamos lo mejor. Un abrazo.
Ay, Miguel Ángel, Ceuta es todo eso que dices y más aún. Es una ciudad que parece hecha a capas y a teselas de mosaico. Es rica en gente y en experiencias. Para mi es importante. Ya digo, aquí fui muy feliz, entre otras cosas.
No conozco Ceuta, pero si que entiendo la nostalgia de volver a un lugar donde fuiste feliz. Me alegra que lo pasases tan bien.
Un supersaludo
Cabopá, si estoy en Ceuta tengo que hacer una entrada desde aquí, no puedo hacerla desde otro sitio. Mi hermana tiene de todo para hacerlo posible, y yo os lo comunico con gusto.
Superwoman, aquí sigo, hoy sábado, y esta noche salgo ya para Murcia. Ceuta, en efecto, es una desconocida para la mayoría de la gente. Merece la pena, por muchas razones. Besos
Precioso. Ha sido precioso poder revvir contigo tiempos felices. A mí tambien me gusta revivir momentos y épocas pasadas. Porque el espacio es importantísimo para la evocación temporal.
Un abrazo.
actualizarse.....
tengo que actualizarme
pasatelo bien con tu reencuentro con los recuerdos
Y qué buena pareja hacemos los tres, Rubén. Besico tornillo.
Y gracias a ti, Fuensanta, por estos días maágníficos que Ceuta ha contribuido a que vivamos. Y tantos amigos buenos.
Besazo y bienllegada
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