Hace unos meses mi amigo y compañero Manuel Delgado, pintor excelente y profesor de Arte, tanto en el IES Floridablanca como en la Facultad de Bellas Artes de Murcia, me pidió un favor muy especial: que escribiera un texto sobre un tema determinado, La Casa. La finalidad de este texto era aparecer en un catálogo también muy especial. Manolo lleva muchos años ya impartiendo un taller de Arte a un grupo de personas, la mayoría de ellas mujeres, en Puente Tocinos. En el curso pasado tomaron como tema de trabajo precisamente éste, La Casa. No recuerdo en qué momento me senté a escribirlo, ni cómo me surgió la idea. No fui demasiado consciente de lo que hacía, y a lo mejor por eso el texto ha sido tan apreciado.
Tuve un rato de conversación con las autoras de la exposición en La Nave de Puente Tocinos, en el mes de octubre, junto con Elisa, una pintora que me encanta, como artista y como persona. Fue un acto muy agradable e intimista: hablábamos de las relaciones entre las diferentes artes.
Anoche fue la inauguración de la exposición, ampliada, en el espacio de exposiciones de las Casas Consistoriales de Mazarrón. La casa consistorial es una maravilla del Modernismo, y el espacio habilitado para exposiciones temporales, casi mágico. Las pinturas y grabados lucían allí de una manera muy especial. Leí el texto en voz alta, y una vez más comprobé que un texto puesto en la voz humana crea fascinación entre los oyentes, atrapa, embelesa. Recibí muchas felicitaciones inmerecidas. Las que de verdad merecían felicitaciones eran las autoras (muchas) y los autores (unos pocos) de la exposición colectiva. Un catálogo es algo muy limitado, y puedo asegurar que había allí verdaderas joyas artísticas. La gente que las hace es gente del pueblo, mujeres y hombres que gustan de la pintura y el dibujo como forma de expresión personal, incluso con razonables aspiraciones artísticas.
Si alguna vez, en la noche, piensas que querrías volver a casa, mira qué casa es esa a la que deseas regresar. Pues bien sabes que no te es permitido por tu misma naturaleza, si eres lo que eres sin poder evitarlo. Mientras tanto, verás en tu imaginación los rectángulos blancos que dejaron los cuadros al ser retirados de la última casa de la que te fuiste y volverás a sentir la melancolía del abandono. Quizás veas ese sillón de orejas tapizado en recia cretona floreada que tan amorosamente te acogía con sus brazos de crin. No dejarás de recordar la mesa de camilla del invierno, sin piedad sustituida por la moderna mesita de cristal, y si te dejas llevar, traerás a la memoria ese reposo sensualen la música de cierto artista vienés al volver de un día ajetreado; incluso puede ser que mentalmente hagas el acopio de aquel olor caliente de la cocina, donde los azulejos se empañaban con el vapor de una olla bullente. Todo eso vendrá a tu imaginación y a tu recuerdo, pero tú sabes que tu casa no es un habitáculo con un suelo que pisar y un techo por encima de tus pensamientos, y que ni siquiera es los muebles con que se va llenando, con la justificada excusa de que son necesarios, ni aún las personas que la habitan, ni los objetos que terminan por amarse como parte del tiempo vital; ni siquiera los olores cálidos, ni la música encantadora de ningún artista.
Si piensas en volver a casa, toma tus lápices de colores y una hoja de un cuaderno escolar, preferentemente de dos rayas. Apoya la barbilla en tu mano y sóplate el molesto flequillo que siempre se te viene a los ojos, saca la punta de la lengua por un lado y muérdela un poco, suavemente. Concénrate, que tu tarea no es cualquier cosa fácil. Haz, como buenamente puedas, un cuadrado bien recto y ponle encima un triángulo que quede bien sentado; pinta ese triángulo de rojo vivo y no dejes de ponerle un pequeño rectángulo a un lado, del que brotará una línea rizada. Ahora recuerda que debes dibujar dos cuadraditos azules con un marco verde y una sencilla cruz que los divida en cuatro; traza, en el centro y bajo ellos, un rectángulo pequeño y lo redondeas por arriba; mejor lo pintas de color chocolate y le dibujas un pequeño pomo negro; un poco de hierba fresca abajo quedará bien con trazos serrados en verde. Dibuja a aun lado un tronco marrón y una buena copa redonda y verde. No olvides hacer tres círculos de rojo lozano. A lo mejor te gustaría que un sencillo pájaro, como dos cejas juntas en el ceño fruncido de la pregunta, volara por encima, cerca de una nube muy blanca y muy rizada, y si allí ha de ser siempre de día, harás un círculo coronado de rayos amarillos, con ojos y labios amigables. Sonríe y escribe debajo tu nombre en torpes mayúsculas. Entonces podrás decir que has vuelto a casa, a la única casa que tenemos.
16 comentarios:
Bonito texto, recuerda a la niñez, a la casa que se lleva en el alma. Besitos
Cuánto me alegro de que te hayas incorporado a la cibervida, amiga Eme. Luego te llamo y hablamos un poquico.
Esa era la idea, que nuestra única casa es la que llevamos en el corazón desde nuestra infancia, con todo el cúmulo de sentimientos y afectos. Besicos.
¿cuadritos azules con marco verde?
Hay pocas cosas como la sensación de volver a casa
La única casa es esta car-casa que tenemos alrededor del corazón, con puerta sin cerradura mejor. Muy bonito el texto, la casa que siempre pinté es exactamente así, solo que yo le añadía unas cortinillas cogidas coquetamente en los laterales de las ventanas, y esa era la vida, junto al humo de la chimenea. A veces me sorprendo a mí misma mientras hablo por teléfono con los mismos trazos de siempre, exactamente los propios, aunuqe cada vez tenga más devoción por no tener casa. Nos vemos pronto. Besos
Ya se pueden sentir satisfechas las pintoras, compa Fuensanta, contando con un texto así para glosar sus obras: si algún día pintara yo algo -que lo dudo...-, ya me gustaría, ya, que alguien lo glosara con palabras tan hermosas y sentidas. Felicidades...
Un fuerte abrazo y buen fin de semana.
Precioso texto te quedó Clares, recuerdo que algo comentaste sobre una entrada mía,te gustó y decías que te serviría de inspiración.....
Me alegré y ahora reconzco que tu texto es muy bueno...Besicos.
Curioso el texto del catálogo y ya veo como otras personas pintaban tambien cortinas en las ventanas y una buena chimenéa en la que el humo grisáceo salía hacia el cielo.
Me siento afortunada porque la casa que un día soñé es donde vivo hoy; tuve que tener cuatro palabras con los arquitectos pero conseguí convencerlos. Como yo me siento de vuelta a Casa, hay una camilla con las faldillas que mi madre me hizo, el sillón orejero enfrente de la chimenéa para ver el fuego mientras me caliento y leo un rato, se dán todos los tópicos de una casa acojedora, así lo siento.¡Ojalá todos los seres humanos pudieran tener su casa! Un abrazo
El que ha disfrutado de una infancia feliz, ese, ya va bien equipado para el resto de su vida. La primera obligación de los adultos, digo la primera, es contribuir con todas sus fuerzas a lograr esa felicidad. Se nota que tus mayores cumplieron con esa obligación. Este bellísimo texto que has escrito no es posible hacerlo si no has sido muy feliz cuando eras una enana. Es un texto escrito por alguien que cuando cierra los ojos, sonrie. Un saludo.
La casa es ese espacio que aflora en los sentimientos del recuerdo.
El hogar, es la parte de la casa que nos busca para rellenar los huecos del alma.
SaLiRe. Toni Sagrel.
Cabopá, me encantaría que me recordaras el enlace de tu post, porque no me acuerdo de él. Soy una despistada tremenda. No sé si sería anterior a este texto, porque lo escribí en mayo, creo. Gracias por tu aprecio de mi texto.
Me han dado ganas de ir a mi casa y disfrutar de las excelencias que tu comentas. Y es verdad. Nuestra casa es prácticamente una prolongación de nosotros mismos, de nuestra manera de ser, de nuestra personalidad. Y sí, hoy voy a mirar mis cosas de mi casa con más cariño. Gracias. El texto, bellísimo.
Un abrazo.
Miguel, disfruta tu casa, porque es algo físico, que nos rodea, pero tiene un valor simbólico y psíquico que muchas veces no apreciamos, por desgracia, hasta que no lo perdemos. No entendemos bien el problema y los daños que ocasiona el desarraigo hasta que no entendemos bien el valor psíquico de la casa. El gran triunfo, sin embargo, es saber que la casa la llevamos dentro, que viene de nuestra infancia y que la podemos reconstruir donde queramos. Más aún, como dice Pilar, la casa es nuestra car-casa, nuestro cuerpo serrano.
Toni, como otras veces, matizas el tema estupendamente. Es cierto, eso es el hogar, la casa, completar nuestros huecos anímicos. Saludos, amigo,
Thorton, la infancia, si no es problemática por causas naturales o por la maldad de los seres humanos, tiene un componente básico de felicidad, quizás por la inocencia que es su característica principal. Yo fui feliz, claro que lo fui, por eso sé que es la casa que tengo para volver, como tú dices, cuando cierras los ojos y sonríes.
Amiga Laura, cuántas cosas ligamos a nuestros sentimientos en nuestra casa. Qué sensación de comodidad, de estar con una misma en cada objeto y en cada rincón. Y tú lo sabes bien, que has hecho una extensión de tu casa en ese maravilloso jardín.
Buen texto que refleja perfectamente los sentimientos que nos produce la (nuestra) casa en cada uno de nosotros: refugio,espacio personal, calidez y todas las vidas que se desarrollaron y aún lo hacen entorno a ella.
El texto es bonito por lo que nos hace sentir, porque nos llevas no a tus recuerdos sino a los nuestros, Clares. Biquiños
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