"> Acabo de descubrir con consternación que soy una tonta. Una perfecta tonta, de remate, del haba, más tonta que el que asó la manteca, más que Abundio. Que no soy más tonta porque no me entreno, y que si fuera a un concurso de tontas me quedaría la segunda por tonta.
Además, he descubierto con no menos preocupación que mi sensibilidad y exquisitez están a la altura de las atribuidas tradicionalmente a las gallinas ponedoras. Un desastre.
Me lo creo, me lo creo. Estoy convencida de que así es. Primero, porque al reclamo de unos grandes almacenes de aparatillos tecnológicos, no he acudido con verdadero interés de demostrar que yo no soy tonta. Y segundo, porque ya me lo ha confirmado taxativamente el Defensor del Pueblo, el señor Múgica, que de tontos sabe mucho, no sabemos por qué vía de experiencia, si familiar o de entorno general.
Es el caso que de ahora en adelante todos los que no nos saquemos una entrada, de palco, sol o sombra, según posibilidades, para ir a una corrida (de toros), somos unos tontos de capirote. Pues muy bien. Yo podría alegar que estoy a favor de los toros. Pues claro, estoy a favor de los toros, de que los dejemos en paz en algún parque temático o algo así, pero no puedo estar a favor de la tauromaquia.
Yo soy tan tonta que no sólo no me gustan las corridas (de toros), sino que además me repugnan y me revuelven el estómago. Añado que estoy en contra de cualquier tipo de tortura a un ser vivo, sea animalico del Señor, tenga las patas que tenga, o persona. Y más aún, si esa tortura se convierte en espectáculo público, con mucho arte y gracia, más en contra estoy. Si hay leyes contra los que ahorcan galgos, alguna cosa se tendrá que hacer con los que matan toros en público, después de clavarles rejones, marearlos y asustarlos. Y no digo nada, porque ya es lacerante, de otras prácticas ancestrales según las cuales es muy divertido y tradicional quemarlos vivos, atarlos y apalearlos, tirarlos por un barranco y otras lindezas.
Eso se llama tortura, no arte, ni cultura. No puede tener otro nombre. Eso degrada a todo un pueblo.
Tradición dicen que es. Pues vaya una tradición. También es tradición un montón de salvajadas que luchamos por erradicar, y también eran tradición los sacrificios humanos, por ejemplo. Pero no todas las tradiciones merecen ser salvadas y conservadas. No pueden ser preservadas aquellas que se basen en la crueldad y en el desprecio al dolor del otro. Porque yo considero también un “otro” al animal inocente.
Para mí, esta cruel y salvaje tradición pertenece a la España más negra y terrible. Pero es que yo soy una tonta integral sin sensibilidad, y no puedo entenderlo. Gracias, señor Múgica por poner las cosas en su sitio, por defendernos tan bien a los tontos de este país, que no tendría ninguna sensibilidad y exquisitez si no fuera porque usted está ahí para decirnos cómo tenemos que sentir ante un espectáculo degradante, cruel, salvaje, sí, pero exquisito, sensible, refinado, como la tauromaquia. ¿Qué tal si vamos pasando a las luchas de gladiadores? Son más exquisitas aún, y mucho más enraizadas en el pasado. Además, hay más sangre.






















