Murcia, por la noche. Un paseo, de nuevo. No es que cambie gran cosa la ciudad, por lo menos al anochecer, pero hay algo diferente en el aire, y en la gente que te cruzas. A este joven no me lo crucé, que casi que iba conmigo, pues era uno de mis sobrinos, así de guapo. Es un artista, para que no decaiga, para que haya más muñoces artistas por esta ciudad. Pero él es moderno, y de vuelta de una preciosa exposición, encontró este panel publicitario. No pudo resistirlo; se hizo con él para cualquier uso creativo que se le ocurriera. ¿De qué se iba a vestir en carnaval? Pues a ver de qué, con esos pelos, de Corazón de Jesús. Que el carnaval no pierda nunca su espíritu transgresor.
En la Plaza de Santo Domingo, unos niños hacían unas enormes pompas de jabón, que, si Machado las ve, cambia lo de los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón, por pompones de casi increíble vuelo. Acérquese la foto para un mejor visionado del asunto. Si hubiera podido, me habría ido detrás de la fina bola de aire, flotando, hasta la altura del enorme ficus de la plaza, el Ficus por excelencia, que es nuestro árbol tutelar.
Del mismo modo en que habría entrado en ese emblemático establecimiento murciano, si no fuera por las arterias y otros deterioros debidos al tiempo que hace que nací, para saborear todo lo que se podía ver en el escaparate. Tiene su punto también que el Horno se llame como yo, pero puedo asegurar que no se lo pusieron en mi honor, sino en el de la Patrona de Murcia. No pierdo la esperanza de que alguna vez la gente crea que es por mi el rótulo, los helados del mismo nombre, la calle, la plaza y las mil cosas que aquí se llaman "de la Fuensanta" o "de la Fuensantica", que es como me decían de pequeña, y algunos muy cariñosos también de mayor.
En la Plaza de Santo Domingo, unos niños hacían unas enormes pompas de jabón, que, si Machado las ve, cambia lo de los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón, por pompones de casi increíble vuelo. Acérquese la foto para un mejor visionado del asunto. Si hubiera podido, me habría ido detrás de la fina bola de aire, flotando, hasta la altura del enorme ficus de la plaza, el Ficus por excelencia, que es nuestro árbol tutelar.
Del mismo modo en que habría entrado en ese emblemático establecimiento murciano, si no fuera por las arterias y otros deterioros debidos al tiempo que hace que nací, para saborear todo lo que se podía ver en el escaparate. Tiene su punto también que el Horno se llame como yo, pero puedo asegurar que no se lo pusieron en mi honor, sino en el de la Patrona de Murcia. No pierdo la esperanza de que alguna vez la gente crea que es por mi el rótulo, los helados del mismo nombre, la calle, la plaza y las mil cosas que aquí se llaman "de la Fuensanta" o "de la Fuensantica", que es como me decían de pequeña, y algunos muy cariñosos también de mayor.
Nadie puede negar que con un escaparate así tiene mucho mérito que me reprimiera y me siga reprimiendo, tanto más que casi todos los días paso por delante, con gran sacrificio por mi parte para no entrar y ponerme púa de chocolates y otras monerías que hacen para el mantenimiento de los murcianos.
¿A quién no le habría gustado alguna vez volverse invisible? Hay situaciones en las que sería la solución perfecta, pero yo, la verdad, no lo he conseguido nunca. Este hombre sí, por gracia del arte y del ingenio. Un niño que pasaba, estaba estupefacto mirando. Su madre tiraba de él para que dejara de mirar, pero al fin tuvo que echarle una moneda en la caja, para que hiciera algo y se rompiera el hechizo del crío. Como era el hombre invisible, cabía la tentación de echarle una moneda invisible también.
No así a los músicos rumanos, los de siempre. No hay vez que pase junto a este hombre, el moreno del bigote y la gorra de visera, que no le eche unas monedas. Toca maravillosamente bien. Antes iba siempre solo y nos deleitaba en las noches de primavera y verano con hermosísimas canciones francesas al acordeón. Ahora lo acompañan sus hijos, que como dúo no se comían una rosca. Por desgracia no se puede añadir a esta foto la deliciosa música austríaca que interpretaba. Un toque en la noche.
Desfile de meninas en no sé qué metalazo en la Trapería. Esculturas de Manuel Valdés con las que han inundado la plaza de Santo Domingo y todo su entorno. No sé, me pasa que cada vez que las veo me parecen morteros puestos boca abajo, pero también reconozco que esta sucesión de meninas amorteradas tiene su gracia. No sé si serán para siempre o sólo para unos días. Preferiría esta última opción, pero vaya usted a saber con los modernísimos gobernantes o lo que sea que tenemos.
Y al final, siempre estará esta torre, con su reloj luminoso dando sin tregua el tiempo de los murcianos. La torre es como nosotros, de distintos siglos, de distintos estilos, pero con su reloj. De noche impone más, es más grande, más inaccesible y parece vigilarnos desde su altura. Si no se mira hacia arriba, los naranjos de la plaza de la Cruz, las charlas de la gente, el bullicio de la Trapería, puede hacerte olvidar la severidad de la Torre. Pero ahí está, como una dama eterna, gobernando vidas.
¿A quién no le habría gustado alguna vez volverse invisible? Hay situaciones en las que sería la solución perfecta, pero yo, la verdad, no lo he conseguido nunca. Este hombre sí, por gracia del arte y del ingenio. Un niño que pasaba, estaba estupefacto mirando. Su madre tiraba de él para que dejara de mirar, pero al fin tuvo que echarle una moneda en la caja, para que hiciera algo y se rompiera el hechizo del crío. Como era el hombre invisible, cabía la tentación de echarle una moneda invisible también.
No así a los músicos rumanos, los de siempre. No hay vez que pase junto a este hombre, el moreno del bigote y la gorra de visera, que no le eche unas monedas. Toca maravillosamente bien. Antes iba siempre solo y nos deleitaba en las noches de primavera y verano con hermosísimas canciones francesas al acordeón. Ahora lo acompañan sus hijos, que como dúo no se comían una rosca. Por desgracia no se puede añadir a esta foto la deliciosa música austríaca que interpretaba. Un toque en la noche.
Desfile de meninas en no sé qué metalazo en la Trapería. Esculturas de Manuel Valdés con las que han inundado la plaza de Santo Domingo y todo su entorno. No sé, me pasa que cada vez que las veo me parecen morteros puestos boca abajo, pero también reconozco que esta sucesión de meninas amorteradas tiene su gracia. No sé si serán para siempre o sólo para unos días. Preferiría esta última opción, pero vaya usted a saber con los modernísimos gobernantes o lo que sea que tenemos.
Y al final, siempre estará esta torre, con su reloj luminoso dando sin tregua el tiempo de los murcianos. La torre es como nosotros, de distintos siglos, de distintos estilos, pero con su reloj. De noche impone más, es más grande, más inaccesible y parece vigilarnos desde su altura. Si no se mira hacia arriba, los naranjos de la plaza de la Cruz, las charlas de la gente, el bullicio de la Trapería, puede hacerte olvidar la severidad de la Torre. Pero ahí está, como una dama eterna, gobernando vidas.
32 comentarios:
Hace tres lustros molaba más todavía.
Pues sí que sí, hace tres lustrosos lustros todos estábamos más idem, porque éramos más jóvenes. Ay, Salva, que todo tiempo pasado fue, por lo menos, anterior.
Mira que no conozco Murcia!!
Después de esta tu introducción tengo la sensación de que algo me estoy perdiendo, ¿verdad?
A mi las meninas de Valdés me parecen cencerros, jajaja.
Un fuerte beso, profa.
Pues sí que sí que parecen cencerros, es que no sabía por qué decidirme para una comparación adecuada. Qué cosas. Tienen su encanto de todos modos, por la novedad. Colega, un abrazote.
Si pudiéramos ser invisibles, creo que soló haríamos fechorías... Besitos
Ay! La Trapería... Yo dormí una vez allí en un hostal por coyunturas...
En esa pastelería he comido yo alguna que otra mona. Aunque cuando yo iba donde (aparte de recorrer -con sumo aburrimiento por mi parte- La Oca, que sale al final de una de sus fotos) acabábamos indefectiblemente era en Bonache que estaba como más cerca del Museo de Ramón Gaya ¿no? (perdone, pero mi orientación por Murcia es como de realismo mágico) para comer pasteles de carne.
De Murcia de noche me acuerdo de los paseos por todas esas calles que usted dice y después tomar algo en el Café del Arco.
Murcia es hermosa, pero no porque lo diga un programa de la tele, sino porque lo digo yo. Que conste.
Yo diría que algunos harian fechorías y otros harían travesuras, incluso habría gente que lo utilizaría para hacer cosas buenas, De hecho, los que hacen cosas buenas de verdad suelen ser invisibles. Creo, EME, que me entiendes. Un besico.
Tú, Mameluco, dormiste en el hostal Hispano, que es de lo más castizo y murciano. Lo de ir a Bonache estaba pero que muy bien, chico, que los pasteles de carne de Bonache es lo único que yo echo de menos por no comer carne, aunque tengo una pastelería debajo de mi casa que ahora es de las mejorcicas de Murcia, el Antolinos, que todo lo hacen de maravilla. Tampoco está mal lo del Café del Arco, sobre todo ahora que empieza la primavera. Punto estupendo para ver pasar y criticar a todo el que pase, con buena fe, claro. Comentar, no criticar, vamos. Cuando quieras, te vienes para acá y echamos unos paseos. Otro día hablaré del Malecón, que es otro punto bueno.
Hasta parece más bonita de lo que es, eso te lo digo yo,que vivo aquí.
Digamos que hay noches especiales donde por lo que sea somos más receptivos a todo lo que pasa alrededor, nos empapamos de las historias que hay en cada esquina. Ah, qué bien canta y toca el del bigote, buenísimo, un honor tenerlo en la ciudad y oirlo mientras caminas.
Un personaje que se va haciendo murciano, y simpático que es.Bonita entrada.
Ah, los pasteles de Bonache los mejores.
Es que es más bonita de lo que parece, jejeje. Quiero decir que los que vivimos aquí no tenemos distancia para verla como realmente es. A mí me gusta esta ciudad, aunque a veces me requeme y quiera salir corriendo. Voy a ir recogiendo rincones agradables, paseos buenos, ya verás. En foto queda divino.
Como cambian las ciudades por las noches, se liberan de agobios, se mudan las personas, y seg´n va avanzando la noche todo sigue cambiando, otras faunas urbanas, paseos más relajados. Me gusta pasear calles semivacías, tienen otro sabor.
Gracias por esta ronda nocturna que nos has brindado por tu ciudad.
Pero, Ernesto, si es un paseito de lo más inocente, con chocolatería incluida. Espera y verás cuando pasee por la Murcia canalla. Eso sí que impresiona, jeje. No te lo creas. Murcia es de lo más provinciano en ese sentido.
¿A quien vamos a engañar?
Criticar a quien más y a quien menos nos gusta a todos...jajajaja.
Aunque lo denominemos observaciones subjetivas acerca de realidades y/o cualidades no favorables de personas que pasan por azar delante de nuestras narices y que, sin faltar a la verdad, no diríamos en presencia de los aludidos
Jejeje...
En ese sentido lo decía yo, Mameluco, a ejemplo de mi madre que decia lo de comentar, esto no es criticar, es comentar... pero tu definición científica es mejor, mucho mejor.
Todas las ciudades son dos en una. La cuidad diurna y la nocturna. A mi me resulta mucho mas atractiva la segunda, llena de una vida oculta, que casi nadie conoce, pero que mueve a miles de personas. No puedo evitar evocar callejones oscuros y hombres con gabardina entrando en una puerta pequeña de un callejón solo iluminado por una pequeña farola situada sobre la puerta. ( Todo esto, claro, acompañado del sonido del saxo )
O tres o cuatro, depende de barrios y de horas. Y qué literariamente sugerente es tu imagen, Malbicho. De eso no hay por aquí. Eso lo has visto en Betanzos, seguro.
Qué bonito, y ameno, paseo por la noche murciana. Me ha encantado. Qué hermosas las fotos, y qué frescura y alegría en tu narración. Un placer.
Un saludo
Es agradable pasear de noche por esas calles de Murcia, por esas, desgraciadamente son las únicas bonitas que nos quedan...
Ya se ha hablado de las esculturas de las meninas, pero ¿qué te parecen las otras, las del tontodromo, las de las cabezas gigantes con sombreros y como no, qué opinas de "la dama"?
Tienen su gracia.
Gracias, Miguel, por tus apreciaciones. Si sirve para que Murcia tenga una imagen mejor y entren ganas de conocernos, yo tan contenta. Estás invitado, amigo.
La del Planeta, tenemos que darnos una vueltecica por Murcia juntas, para comentar (criticar) y reírnos un rato. Lo de las cabezas me gusta menos, y la dama, lo mismo, que siempre me ha parecido un mortero al revés. Manías mías.
Te hemos acompañado en tu paseo nocturno, y yo me he sentido como si caminara por esas calles junto a la chocolatería, los músicos rumanos, el hombre invisible, las meninas (que me han encantado: no en vano estoy muy acostumbrado a ver arte moderno, del cual la mitad es un bodrio insuperable y la otra parte, realmente aporta algo muy interesante)... Dicen que nuestro microcosmos en realidad nos comunica con todo el universo. Esa es tu Murcia, una ciudad provinciana, pero también lo era Oviedo y un señor se sacó a Vetusta de la manga para hacerla un símbolo con valor universal. Un cordial saludo.
las meninas me persiguen!!!
Muy bella la noche en una ciudad como Murcia.
Un sugerente paseo que nos has dejado con ese desfile de escaparates, disfraces de figuras invisibles, bohemios con desparpajo, artistas callejeros, músicos incombustibles, figuras estrambóticas (pero atrayentes).
Lo mejor de una noche en una gran ciudad son sus gentes tan variadas y esos descubrimientos tan distintos, tan dispares.
Gracias por acercarnos las diferencias entre la noche y el día, las sugerencias entre esa luz del astro sol y las luces que llegan a su puesta.
Saludos republicanos. Toni Sagrel.
Joselu, decía Tolstoi: "Canta a tu aldea y cantarás al mundo". A lo mejor tenéis razón, tú y Tolstoi. Lo que me gusta de verdad es que a ti te guste, y que te hayas sentido paseando por aquí. Un abrazo.
¿Te persiguen? No lo dudes, denúncialas, que luego pasa lo que pasa, y estas meninas se las gastan malas. Y estas más, que son de hierro o yo qué sé.
Toni, tu que vives en la ciudad más hermosa del mundo, sabes que la noche y el día son muy diferentes siempre. Son verdaderos estados de ánimo. Saludos republicanos.
Tomo nota querida Fuensanta, un día de estos, cuando se vaya el frío, paseo y cerve. Cuando sea una gozada tomar una caña en una terracita.
Un besico.
Maravillosa descripción de su ciudad que hace dar ganas de conocerla.
Saludos desde Bogotá.
Bonitas fotos! :), me gusta lo que he visto de tu ciudad, la última foto me recuerda muy ligeramente a la catedral de Lima, ;).
Bueno estimada Fuensanta ahora voy a revisar ese artículo de Jane Eyre que me comentaste ;), luego revisaré el del blog donde hay un artículo dedicado a Lima que me mencionaste, gracias por los avisos.
Un abrazote!!
Aluciné con tres trailler longos con ellas encima yd e recogida a casa. Me gustó más verlas asomar por los camiones que la misma instalación. Bueno, a mí que haya escultruas en la calle me gusta, y estas me son familiares. De otras ni hablo.
Hola, Minerva, espero que te hayan gustado mis recomendaciones. Un beso muy cariñoso para ti.
Pilar, a mí también me gusta que haya esculturas por la calle, y estas especialmente no me desagradaron, las hay peores, desde luego. Me hubiera encantado verlas poner y quitar. Un espectáculo sería. Qué suerte tuviste.
Me ha encantado ir de paseo por la ciudad a través de tu relato y de las imágenes...
Alguna de las mejores noches de mi vida han pasado en las calles de esa ciudad, entre pasteles de carne del barrio del carmen y "reclutas" mmm...
¡No me digas! No me imaginaba que hubieras disfrutado de estas noches murcianas, y que conozcas los pasteles de carne de Barba, otro enclave del pastel de carne, aparte Bonache. Vuelve, que hay más noches murcianas esperándote, Oshimatoti.
Yo me pirro por las del Espinosa...
Pues nada, lo que tú digas, del Espinosa. Te esperan.
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