14 febrero 2010

Amor de segundas de don Carlos María


"Una dulzura penumbrosa le traía la imagen de su mujer, perdida demasiado pronto: siempre habria sido demasiado pronto. Había sido para él un ángel, desde el día en que bajó los ojos tímidamente y aceptó la petición que se le hacía por boca de su padre. Don Carlos María había visto correr unas lágrimas por aquella cara menuda hasta perderse en el cuello cerrado del traje de luto. Bibiana iba de segundas, pero él la quería para madre de sus hijos y para compañera de su vida. Sería la que ocuparía el lugar de la hermana muerta, y en ello veía don Carlos María algo del destino arcaico que regía las vidas bíblicas. Había estado enamorado de la hermana mayor de Bibiana, y como pretendiente aceptado por la familia la cortejaba honestamente. Cayó enferma la madre de la novia, y ésta, en el último momento, cuando el sacerdote entraba a la alcoba para darle los últimos auxilios, se echó de rodillas ante el Sacramento y ofreció su vida por la de su madre, ofrecimiento que fue aceptado por el Altísimo sin reparos, pues a los pocos días mejoró la madre y murió la hija generosa. Pasado un tiempo prudencial de respeto al luto, don Carlos Maria pidió la mano de Bibiana, la hermana menor de la novia difunta. Ahora, entre sueños cercanos a la muerte, el anciano comprende el sentido de aquella decisión y agradece al Cielo la inspiración de tomar como esposa aquel ser angelical que extendía ahora con su imagen un bálsamo de consuelo sobre su alma cansada".

Estas palabras son un fragmento de una semblanza que en el año 1988 hice sobre mi tatarabuelo don Carlos María Barberán, con motivo del centenario de las procesiones de Lorca. Se publicó entonces un opúsculo de don Carlos en el que analizaba el sentido religioso de las procesiones de su ciudad, porque lo cierto es que con tanto personaje pagano, mitológico y bíblico, aquello se parecía bastante a una ópera de Verdi, y de algún modo habría que justificar la cosa. Escribí entonces esta semblanza que se publicó en la edición conmemorativa y he elegido este fragmento por ser hoy día 14 de febrero, pues cuenta un caso de amor algo extraño. La prometida pide al Cielo morir ella misma en lugar de su madre moribunda y su ruego es escuchado. Don Carlos María, después de hacer el duelo, se conforma y pide la mano de la hermana menor de la muerta, a la que llega a querer con enorme ternura y con la que tiene un montón de hijos guapos y artistas, la mayoría de los cuales mueren tempranamente.

18 comentarios:

Fernando Manero dijo...

El romanticismo no tiene límites cuando se topa con sentimientos románticos que se resisten a perder ese pálpito pasional que justifica sus vidas. No ha mucho he echado el ojo intuitivamente a Don Carlos María, que su conocimiento ulterior me lo presenta como un varón de prosapia, digno de ser reseñado. El amor formó parte de su ser de modo que, pasase lo que pasase, nunca renegó de su voluntad de juntar su vida a la de una dama que el propio destino puso en su senda como venida del cielo. Y el cielo, a fe mia, estuvo de su lado, pues propició que Bibiana emergiera, al fin, como la opción más apetecida y convincente para él. Me le imagino haciendo preces al altísimo en porfía de tanta fortuna, complacido por saberse feliz y al tiempo satisfecho porque sus propias ambigüedades, que anidaban en su espiritu liberal con sentido de la tradición, habian cobrado cuerpo en una Semana santa donde lo pagano y lo divino coexistían para demostrar que las fronteras entre el placer y el sufrimiento son mucho más sutiles de lo que parece. En esa charnela donde Carlos María se sentía confortado.

Sarashina dijo...

Ya ves, Fernando, que tú le llamas liberal, y era carlista, aunque su mejor amigo, Eulogio Saavedra, sí que era liberal de los buenos, pero esto no demuestra que la ideología no impide la amistad cuando es profunda. Era un tipo este antepasado mío con muchos temas que tocar. Interesante de verdad.

supersalvajuan dijo...

Estos carlistas...

Pilar dijo...

Pero bueno, esto parece Camino, que por cierto la vi el otro día y me encantó. Pues pobre hermana mayor, y gracias a Bibiana que hizo posible -pasada una generación- a una de las criaturas más milagrosas de mi vida, la que sería mi abuela, la mejor persona del mundo, la más hermosa y tierna, el rastro de emotividad de una familia.
Una buena historia de amor para no tener nunca en cuenta, los mayores males de los más intensos deseos.
Besicos, que pases un día bonito y amoroso, y todos los demás, pero hoy me da gusto recordar que se puede celebrar algo delicioso. Para miserias ya tenemos bastantes. Acabo con besos, que dejen buen sabor.

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

No dejas de sorprenderme, Clares. Es un gozo del alma venir por aquí y escuchar…

Se nota un cierto toque de familia. Debería haberlo previsto, de casta le viene al galgo…

Sarashina dijo...

Ya sabes, salva, los carlistas eran el otro lado del romanticismo. Sabes que hay dos romanticismos, el liberal y el tradicional. Mi antepasado pertenecía al tradicional más clásico, pero su mejor amigo, Eulogio Saavedra era del otro lado, liberal acérrimo.


Pilarica, este era nuestro tatarabuelo. Ya ves qué historias más impresionantes. Seguramente Bibiana, su mujer, dejó a nuestra abuela no sólo el nombre, sino también esa bondad natural que era célebre. Que tú también tengas un día -lo que queda- muy, muy amoroso, bonica mía.

Sarashina dijo...

¿Has visto, Miguel Ángel? Los genes, los genes, que se transmiten de siglo en siglo, jajaja. Y yo me alegro de que tú disfrutes con estas cosas que recuerdo y que escribo. Un abrazo.

Fernando Manero dijo...

Como me intereso por la figura de Don Carlos me siento en el derecho de opinar, humildemente y a sabiendas de que puedo estar en el error. ¿Carlista?. Matizado. En tiempos estudie la incidencia del carlismo en la cultura empresarial vasca y llegué a una conclusión inequívoca: eran cerriles, obtusos, misoneístas, refractarios al cambio. Lo mismo que en el Maestrazgo. No creo que ese sea el caso de Don carlos María. Apoyaría sin duda al pretendiente frente a la rama borbónica reinante, pero de ahi a comulgar con el ideario reaccionario, ultramontano, agresivo y bravucón del carlismo que provocó las guerras civiles del XIX, se opuso a la I República (que Don Carlos Maria supo entender) y que a la postre acabaría sustentando la ideología de Sabino Arana e incidiendo en la psicología de la barbarie etarra..... hay un abismo insondable. Cuidado con Don Carlos María. Es más complejo, en mi modesta opinión, de lo que parece a simple vista. Yo lo veo más en la línea de la burguesía murciana cultivada, amante de las tradiciones y sobre todo un romántico de tomo y lomo. Perdón por el atrevimiento.

Sarashina dijo...

Ningún perdón tienes que pedir, que cada cual es muy libre de pensar y decir lo que quiera, y más si lo dicen con tanta propiedad como tú y lo piensa con tanta sensatez. Yo creo que las ideologías son lo que son y luego están las personas que las asumen como propias. Quiero decir que unas ideas determinadas vienen matizadas siempre por una serie de circunstancias, como la clase social, el entorno, incluso el lugar geográfico. Y a eso hay que añadir el carácter y la formación. Yo creo que don Carlos María asumió el carlismo por tradicionalismo, porque pertenecía a esa rama romántica de altar y trono, pero que era un hombre de amplio carácter y en una tierra muy amable. Él era de origen valenciano, pero ya había nacido en Lorca. Sus hijos eran pintores y músicos, era un hombre culto y educado. No era un ultramontano. Cuando yo digo carlista, naturalmente pienso en algo diferente a los carlistas del Maestrazgo y otras zonas norteñas. Cuando él firmó el bando en el que se tranquilizaba a la población, supongo que no estaba muy de acuerdo con que hubiera una república, pero era hombre de paz y culto, con lo cual entendió al punto que había que serenar los ánimos y esperar acontecimientos. Era un verdadero personaje lorquino, un prohombre, muy querido en la ciudad.

Ernesto dijo...

Sigo descubriendo no sólo la interesante saga familiar, sino verdaderos datos históricos, enriquecidos por tu exquisito manejo de las palabras. Es un verdadero placer ir desgranado estos datos y,a la vez, reflexionando sobre ideologías, relaciones sociales y tantos otros aspectos.

Un abrazo.

Isabel Martínez Barquero dijo...

Este Don Carlos María me interesa muchísimo, amiga Clares. Mis motivos tengo, por supuesto. Mi mente anda en Lorca y por su época. Así que bienvenido sea, como todas las entradas en que nos hables de él.

Sarashina dijo...

Tanto me alegro, Ernesto de que sea de tu gusto esta historia familiar tan remota. Es cierto que el pasado no vale de nada si no le encontramos el punto de relación y de reflexión con el presente,

Isabel, algo te traes entre manos, y ya veremos lo que es. Para datos valgo yo poco, Para eso, mejor puedes irte un día por el archivo municipal de Lorca, que allí tienes un verdadero erudito, mi hermano Manuel. Si algo quieres saber de Lorca, él lo sabe o sabe dónde está.

Leandro dijo...

Hombre, hasta cierto punto parece lógico que Don Carlos María fuese carlista

Joselu dijo...

En respuesta a Fernando Manero sobre la naturaleza cerril y conservadora del carlismo, he de decir que tiene razón, pero que hay referentes literarios extraordinarios que lo llenan de heroísmo y romanticismo. Por ejemplo, la trilogía de la guerra carlista de Ramón María del Valle Inclán. Sus títulos son Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño. Valle se consideraba carlista estético, más tarde se hizo revolucionario pero supo extraer de aquel confuso magma un prodigio literario que invito a leer a los que lo desconozcan. Muy hermosa la historia, hermosa y misteriosa. Un cordial saludo.

Miguel dijo...

Me ha parecido primorosa la reseña. Y por lo que respecta a lo de carlistas o borbones, yo pienso que esto es agua pasada y que está bien que la historia lo juzgue y lo cuente.

Un abrazo.

Sarashina dijo...

Leandro, si lo dices por el nombre, es verdad, que ya le venía al hombre de familia la tendencia. Yo creo que era por puro romanticismo.

Miguel, sí que parece agua pasada, pero esa división de nuestro país, en cierto modo, persiste. De aquellos polvos vinieron estos lodos. Gracias por llamar primorosa a mi reseña. Es palabra que me gusta mucho.

Sarashina dijo...

Toda la razón tienes, Joselu. Las secuelas literarias de las guerras civiles son una preciosidad. Creo que olvidas a don Pío Baroja, que es santo muy de mi devoción. Aviraneta es también digno de lectura.

Anónimo dijo...

todos tenemos por las venas corriendo un buen chute de genes..