Cuando yo era niña y compartía el dormitorio con mis hermanas menores, mi padre colgó en la lámpara de nuestra habitación con un fino hilo, un caballito de mar, que no es éste que veis en la foto. Éste de la foto es el que mis hijos tenían en su lámpara, colgado con un fino hilo, cuando eran pequeños. El delicado esqueleto, casi de encaje, de este animalillo marino está asociado en mi memoria con la infancia y la crianza, con sentimientos y matices de ternura.
Más adelante, en uno de esos documentales sobre animales marinos que dan en la televisión en horas algo soporíferas, pero que siempre suelen ser interesantes, me enteré de una de las características más curiosas de este pez tan extraño. Da a luz a sus hijos. La hembra pone sus huevos, el macho su esperma, como es natural, pero los huevos fecundados se alojan en el vientre del macho, no en el de la hembra, el cual los incuba el tiempo necesario y los expulsa en un verdadero parto multitudinario, con un esfuerzo agotador.
De pronto este animal me pareció, como también me parece el caballo de tierra, el verdadero caballo, un animal cargado de simbolismo. Era un macho que paría a sus hijos. No se asusten los varones. En absoluto se pretende que sean a partir de ahora ellos, merced a avances científicos, los que paran a nuestras crías. Sería contraproducente y harto peligroso. Esto funciona sólo como símbolo, no como invitación a la realidad. Recuerdo que en una tribu primitiva, creo que de África, cuando una mujer se pone de parto, el marido, sugestionado culturalmente, hace lo mismo que la mujer, se acuesta y sufre los mismos dolores y esfuerzos que su esposa: los antropólogos lo explican, siguiendo las razones que dan estos hombres y los mitos ancestrales, porque, según dicen, no quieren ser padres de sus hijos, sino madres también. No se trata de envidia de los varones por el alumbramiento, sino que así pretenden borrar la terribilidad del padre, el temor a la figura paterna, y desarrollar los instintos de aceptación del hijo y la ternura necesaria para cuidarlo como las mujeres.
Algunas veces he oído decir que los hombres actuales están desconcertados ante la liberación femenina, su independencia, su autonomía, el nuevo papel que les tocaría jugar en una sociedad igualitaria. Creo que en ese nuevo papel entraría el caballito de mar y los maridos paridores. Para explicarme mejor, el hombre nuevo tendría que desarrollar la ética del cuidado que desde tiempo inmemorial han desarrollado las mujeres por imposición secular. La ternura, el cuidado, la educación de los menores, no es algo marcado como femenino. Es cierto que hasta ahora ha sido así, pero la evolución de la sociedad humana no puede mantener a los hombres alejados de los valores que se han llamado femeninos. El hombre nuevo tendría que tener como emblema al caballito de mar.
Más adelante, en uno de esos documentales sobre animales marinos que dan en la televisión en horas algo soporíferas, pero que siempre suelen ser interesantes, me enteré de una de las características más curiosas de este pez tan extraño. Da a luz a sus hijos. La hembra pone sus huevos, el macho su esperma, como es natural, pero los huevos fecundados se alojan en el vientre del macho, no en el de la hembra, el cual los incuba el tiempo necesario y los expulsa en un verdadero parto multitudinario, con un esfuerzo agotador.
De pronto este animal me pareció, como también me parece el caballo de tierra, el verdadero caballo, un animal cargado de simbolismo. Era un macho que paría a sus hijos. No se asusten los varones. En absoluto se pretende que sean a partir de ahora ellos, merced a avances científicos, los que paran a nuestras crías. Sería contraproducente y harto peligroso. Esto funciona sólo como símbolo, no como invitación a la realidad. Recuerdo que en una tribu primitiva, creo que de África, cuando una mujer se pone de parto, el marido, sugestionado culturalmente, hace lo mismo que la mujer, se acuesta y sufre los mismos dolores y esfuerzos que su esposa: los antropólogos lo explican, siguiendo las razones que dan estos hombres y los mitos ancestrales, porque, según dicen, no quieren ser padres de sus hijos, sino madres también. No se trata de envidia de los varones por el alumbramiento, sino que así pretenden borrar la terribilidad del padre, el temor a la figura paterna, y desarrollar los instintos de aceptación del hijo y la ternura necesaria para cuidarlo como las mujeres.
Algunas veces he oído decir que los hombres actuales están desconcertados ante la liberación femenina, su independencia, su autonomía, el nuevo papel que les tocaría jugar en una sociedad igualitaria. Creo que en ese nuevo papel entraría el caballito de mar y los maridos paridores. Para explicarme mejor, el hombre nuevo tendría que desarrollar la ética del cuidado que desde tiempo inmemorial han desarrollado las mujeres por imposición secular. La ternura, el cuidado, la educación de los menores, no es algo marcado como femenino. Es cierto que hasta ahora ha sido así, pero la evolución de la sociedad humana no puede mantener a los hombres alejados de los valores que se han llamado femeninos. El hombre nuevo tendría que tener como emblema al caballito de mar.
11 comentarios:
Menos mal que los humanos podemos ir contra natura y podemos abstenernos de intentar el apareamiento con fines reproductivos...
Yo no pienso tener descendencia.
Lo mio va a ser como la caída de la casa Usher pero en versión Morales.
Yo desgraciadamente no soy un hombre nuevo, soy un hombre rancio.
Que no significa que sea un reaccionario y que no esté a favor de las igualdades. Es otro concepto.
Yo soy de los que opino que no soy quien (por mis ideas extrañas y perniciosas para con la raza humana) para traer criaturitas a este mundo. Mis hijos serían tremendamente infelices.
Yo es que no le veo futuro ni razón al hombre como especie.
Pero claro eso es desde la óptica que rige mi vida. El negativismo, el mecanicismo y el materialismo (no el de los dineros, el otro, el de que solo existe la materia)
Como verá soy un **** egocéntrico y siempre empiezo con un yo. Lo que decía en mi post hoy... las horas bajas y los síntomas que suben...
No te quiero convencer, porque cada uno toma sus determinaciones... en ciertas épocas de la vida, que luego pueden cambiar. Sería muy tierno ver a un Mameluquito o Mameluquita. Seguro buenas personas, porque, quieras o no, intuyo que serías un caballito de mar.
Magnífico post, cargado de belleza en su texto e historias, pero también acertadísima disección de una realidad asociadea al papel de los hombres y de la maternidad. Original, crítico, agudo y muy significativo. Gracias por crearlo. Abrazos.
Mameluco, estando en gran parte de acuerdo con tu postura, que evidentemente respeto, no se te olvide que muchas veces la razón se ve alterada por la pasión (sea del tipo que sea). Saludos.
Hace veintitantos años, todas las tardes--noches, en el Mar Menor, mi padre nos cojía los caballitos que salían moribundos a la orilla. Ahora, la putrefacción de la laguna, se los ha cargado a todos. ¿Algo que decir, Mercader'
Gracias, Ernesto, por tu valoración de esta entrada. Creo que la ética del cuidado tiene que entrar en el mundo de la masculinidad. Al fin y al cabo, los varones también han sufrido la separación dramática de los mundos.
Amigo salvajuan, esto va así. Los mercaderes, en efecto, callan, pero nos van estropeando la vida. Tu padre era de los buenos, de los que cogen caballitos de mar para sus hijos.
Y ánimo a todos, que ya queda poco para terminar.
La última vez que fui al Mar Menor (hace 3 años), aún quedaba caballitos de mar. La única vez que los he visto en mi vida ha sido en ese lagoon galipuchoso (que agua más calenturria, pardiez). Se enredaban en los dedos. Era por Los Urrutias.
Yo sería un mal hipocampo. Tendría muy mal genio. Y eso no quiero que lo sufra nadie. Ya tuve yo bastante.
A mi me parece cruel eso de coger pececitos tan frágiles para que se secaran al sol, pero bueno, no seré yo, el carnívoro, quien juzgue a nadie.
Un rato con mis sobrinos es ya exasperante.
Pues yo me río mucho con los críos, aunque me agoten, que ya no está una para esa energía que despliegan. Fíjate en sus modos de hacer las cosas y en lo que dicen y ya verás qué cosa más surrealista y divertida.
A mí también me parece cruel secar al sol a los pobres caballitos. Mi padre consiguió el nuestro de unos pescadores, que les habían salido unos cuantos en las redes y éste de aquí no sé cómo lo conseguimos, ya no lo recuerdo. No lo secamos al sol nosotros mismo, sino que quizás lo compramos. No recuerdo.
Para un hora está bien, y uno por uno. Pero 3 a la vez, no los aguanto yo.
Mi último invento fue hacerles sellos con patatas en forma de estrella...
La tinta llego hasta el último rincón. Le hablo del domingo pasado.
A mi los chavales me gustan cuando se puede hablar con ellos de forma coherente. A partir de los 6 años para alante.
Si quiere verlos en acción despiojandome vaya a
http://flickr.com/photos/mameluko/page7/
soy un blando y me dejo hacer de todo...
Pues yo prefiero que los críe el estado. Ya está bien de tanto capullo malcriado. Luego pasa lo que pasa, que te akatanan.
Ah!Y que el embarazo lo aguante un tubo de ensayo, que no tiene riñones y sufre las patadas en silencio. Además, es como si tuvieras una pecera.
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