Antes de entrar en la vorágine del trabajo final, hemos visto algunas películas. Algunas revisitadas después de muchos años. No es un secreto que me gustan mucho las películas cuya base narrativa es una novela o una obra dramática. Tampoco es un secreto que me gusta Coppola, muchísimo. Pero tampoco lo es que odio la guerra, la injusticia, la crueldad y el abuso por encima de todas las cosas. Hasta me de rabia poner la palabra "odio", pero es que no puedo encontrar otra para significar la revuelta interior que me producen estas cosas que he nombrado.
Con esas premisas, se me antojó revisar una novela que había leído hace ya mucho tiempo: "El corazón de las tinieblas" de Joseph Conrad, un autor al que acudo de vez en cuando en busca de seriedad, reciedumbre y energía. La relectura me ha regalado una novela completamente nueva. No sólo esta vez he recorrido con enorme curiosidad el río Congo hasta encontrar al personaje misterioso que es Kurtz, perdido en la naturaleza, alejado de la estupidez humana, la codicia, pero tan cerca de la crueldad primitiva, sino que he reflexionado y he sentido, precisamente afirmándome en esos sentimientos que rechazan la violencia, la injusticia, el abuso. Al final de la novela, yo misma he dicho con él: "El horror, el horror..." Para entonces ya no sabía si me refería a los colonialistas belgas en el Congo, con sus refinamientos y sus estulticias codiciosas, o al reinado de las tinieblas de Kurtz.
Una novela de recorrido, recitada por una voz cansada y lenta, muy distante. va alternando el relato de Marlow, en primera persona, protagonista y testigo, con un relato en tercera persona que, se supone, cuenta alguien que escuchó en los muelles o a bordo de un barco atracado, el relato de Marlow sobre su camino hacia las tinieblas de Kurtz.
Todo lo que va contando es un retrato descarnado del colonialismo belga, tan cruel y despótico como todos los colonialismos; al tiempo, una penetración en la jungla africana y en los corazones de los hombres.
El viaje de Marlow es un viaje hacia sí mismo, donde cada encuentro y cada suceso va marcando los límites de su personalidad. Una novela dura, en la que hay que abrirse paso a machetazos, como en una verdadera selva.
Así, me fui hasta la película de Coppola, inspirada en esta novela: "Apocalyse Now". Son lo mismo en dos lenguajes distintos; novela y película son complementarias. Una película impresionante, que lo sigue siendo muchos años después. Es de una enorme violencia interna, como la novela, una violencia contenida qeu te va agarrotando por dentro. El ambiente es recreado magníficamente y el viaje por el río -aquí es un río vietnamita- de una belleza calma, idílica, que sitúa a la naturaleza paciente, distante, mientras el ser humano se debate entre la racionalidad y su tendencia natural a la bestia.
La aparición de Kurtz, ese Marlon Brando mayor, que parece hecho de limo selvático, rojizo, con las enormes manos acariciándose la cabeza rapada... Qué animal teatral era Marlon.
"El horror, el horror..." es lo que hace abdicar al ser humano de toda su racionalidad y petulancia de pequeño ser mal dicho inteligente. No queda ya tampoco piedad ni mirada hacia el otro, sino como oponente, como objeto de depredaciòn, y todo empieza a verse cmo una manifestación más del poder y de la voluntad ciega de la naturaleza. Dicho sin retorcimientos, que la cabra tira al monte. Por reírnos un poco en medio de esta desolación. Lo malo de los seres humanos es que ni siquiera saben si son cabras o qué: si son cabras, no saben de qué clase, y una vez que más o menos lo comprenden, tampoco tienen muy claro para qué monte tirar. ¿Por qué no nos aclaramos de una vez y nos construimos como personas y no como fieras o cabras? ¿Para cuándo que cese todo esto?
Con esas premisas, se me antojó revisar una novela que había leído hace ya mucho tiempo: "El corazón de las tinieblas" de Joseph Conrad, un autor al que acudo de vez en cuando en busca de seriedad, reciedumbre y energía. La relectura me ha regalado una novela completamente nueva. No sólo esta vez he recorrido con enorme curiosidad el río Congo hasta encontrar al personaje misterioso que es Kurtz, perdido en la naturaleza, alejado de la estupidez humana, la codicia, pero tan cerca de la crueldad primitiva, sino que he reflexionado y he sentido, precisamente afirmándome en esos sentimientos que rechazan la violencia, la injusticia, el abuso. Al final de la novela, yo misma he dicho con él: "El horror, el horror..." Para entonces ya no sabía si me refería a los colonialistas belgas en el Congo, con sus refinamientos y sus estulticias codiciosas, o al reinado de las tinieblas de Kurtz.
Una novela de recorrido, recitada por una voz cansada y lenta, muy distante. va alternando el relato de Marlow, en primera persona, protagonista y testigo, con un relato en tercera persona que, se supone, cuenta alguien que escuchó en los muelles o a bordo de un barco atracado, el relato de Marlow sobre su camino hacia las tinieblas de Kurtz.
Todo lo que va contando es un retrato descarnado del colonialismo belga, tan cruel y despótico como todos los colonialismos; al tiempo, una penetración en la jungla africana y en los corazones de los hombres.
El viaje de Marlow es un viaje hacia sí mismo, donde cada encuentro y cada suceso va marcando los límites de su personalidad. Una novela dura, en la que hay que abrirse paso a machetazos, como en una verdadera selva.
Así, me fui hasta la película de Coppola, inspirada en esta novela: "Apocalyse Now". Son lo mismo en dos lenguajes distintos; novela y película son complementarias. Una película impresionante, que lo sigue siendo muchos años después. Es de una enorme violencia interna, como la novela, una violencia contenida qeu te va agarrotando por dentro. El ambiente es recreado magníficamente y el viaje por el río -aquí es un río vietnamita- de una belleza calma, idílica, que sitúa a la naturaleza paciente, distante, mientras el ser humano se debate entre la racionalidad y su tendencia natural a la bestia.
La aparición de Kurtz, ese Marlon Brando mayor, que parece hecho de limo selvático, rojizo, con las enormes manos acariciándose la cabeza rapada... Qué animal teatral era Marlon.
"El horror, el horror..." es lo que hace abdicar al ser humano de toda su racionalidad y petulancia de pequeño ser mal dicho inteligente. No queda ya tampoco piedad ni mirada hacia el otro, sino como oponente, como objeto de depredaciòn, y todo empieza a verse cmo una manifestación más del poder y de la voluntad ciega de la naturaleza. Dicho sin retorcimientos, que la cabra tira al monte. Por reírnos un poco en medio de esta desolación. Lo malo de los seres humanos es que ni siquiera saben si son cabras o qué: si son cabras, no saben de qué clase, y una vez que más o menos lo comprenden, tampoco tienen muy claro para qué monte tirar. ¿Por qué no nos aclaramos de una vez y nos construimos como personas y no como fieras o cabras? ¿Para cuándo que cese todo esto?
6 comentarios:
A mi me decepcionó la novela. No sé por qué.
La leí hace dos o tres veranos y me dejó un poco frío. A lo mejor había puesto muchas esperanzas en ella. Quizás demasiadas. Debería darle otra oportunidad.
La película si me gusta mucho.
A mi siempre me parecerá escalofriante es el papel de Robert Duvall (que interpreta a un personaje real del 7º de Caballería)
La palabra odio existe desde que el hombre es hombre. Es inherente al ser humano. Guerras siempre habrá, siempre. Nunca cesarán. Por H o por B nos masacraremos los unos a los otros. Por intereses económicos, religiosos, por orgullo o por aburrimiento.
Puede parecer un planteamiento pesimista, pero creo que es objetivo. A lo largo de la historia ha existido la guerra, y han ido "in crescendo". Ahora somos más que nunca y hay más conflictos armados que nunca. Hay más abusos, más injusticia, pero es mera estadística. La superpoblación es la primera de las desgracias. Que seamos tantos es la primera de las crueldades.
Y aviso para navegantes... los humanos somos fieras. Las pobres cabras no hacen nada (bueno, provocan desertización, pero eso es otro tema).
El mayor depredador de la naturaleza.
El odio es un sentimiento tan humano como el amor.
¿Por qué olvidamos eso siempre?
Será porque nos avergonzamos de ser como somos, claro. Fieras.
Es que el papel de Duvall es tremendo. Nunca se me olvidará el surfing en medio del horror... Qué disparate, que es una parábola del disparate de la guerra.
No estoy de acuerdo contigo en que siempre habrá guerras. Tendrá que dejar de haberlas, por las buenas, porque nos decidamos a ello, o por las malas, porque las guerras acaben con nosotros. Al menos, tengo que creer en la utopía para seguir viviendo. En el fondo, tengo cierta fe en el ser humano.
Ya sé que el odio es connatural al ser humano, pero por encima del odio se pueden superponer otras cosas. No somos naturaleza, sino algo más, una elaboración. Lo peor es negar la base, porque entonces asoma siempre. Hay que aceptar lo que somos para poder construir sobre eso otras cosas.
La única manera de ganar es no jugar. Esta guerra está ya perdida. Todo se va al carajo.
Te encuentro nihilista, supersalvajuan. venga, hombre, un poco de fe. Buen fin de semana.
Siento disentir.
El mundo es distópico, no utópico.
Siempre, siempre, habrá guerras.
Si mañana cogemos y convertimos a todas las personas en iguales, con las mismas posesiones y derechos, pasado habrá una que tenga 10 y 10 que no tendrán nada, y así sucesivamente.
Yo no tengo fe en nada.
Bueno, a lo mejor es ser muy categórico. Pero no en grandes asuntos.
A mi me maravilla la naturaleza, pero me repugna el hombre en algunos aspectos. En otros también es maravilloso, claro. Pero los repugnantes son los que guían la máquina.
Yo tengo otra teoría acerca de la guerra y del poder, pero es larga de explicar. Lo que sí sé es que es algo que no es natural, que no está en la naturaleza del ser humano, sino que responde a estructuras profundas, de carácter cultural, sistemático, Es cierto que la guerra nace de la desigualdad, pero no del modo en que tú lo planteas. En fin, es largo y complicado. Quizás otros puedan sintetizarlo de mejor manera, nuestro colega Diego o Ernesto. Yo sigo siendo pacifista por convicción y por fe. Y estoy de acuerdo en que el ser humano puede ser repugnante y maravilloso, según toque. Esa es su tragedia y su grandeza, que puede ser modificada, según la construcción que hagamos tanto en lo social como en lo individual.
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