31 enero 2009

Poesía y titiriteros

El fin de semana pasado, como ya dije, y yo no miento, estuve en Barranda. El objetivo o pretexto era asistir a un curso de Literatura tradicional de transmisión oral. Misión cumplida. Asistí. Luego me mandarán un titulillo que lo acredita y si alguien quiere verlo, que lo diga, que yo pronto lo escaneo y así doy fe sin necesidad de ningún notario.

Es la cosa que tengo otras pruebas irrefutables, como por ejemplo, fotos. También tengo pruebas poéticas, como el entusiasmo que concretamente tres personas transmitieron a todos los docentes, y algún que otro no docente, que allí estábamos. Lo decía una de mis compañeras, que ya no era lo que se aprendía o no, sino recuperar el entusiasmo por la enseñanza, una enseñanza diferente, creativa, dinámica, jovial, enamorada de la profesión. Toda la razón tenía. Yo lo he experimentado algunas veces. Cuando, siendo muy joven, asistía a las Escuelas de Verano en Murcia, y venía Federico Martín, que nos mostraba una forma nueva y diferente de enfocar la enseñanza de la literatura. Pues aquí estaba, de nuevo, después de tantos años, y yo no pude por menos que hablar con él un momento, después de una de las sesiones y decirle: "Gracias a ti sigo siendo una maestra, aunque lleve más de veinte años rodando por esos institutos del mundo". Creo que le gustó que se lo dijera, porque él sabe perfectamente qué quería decir.

Su labor ha estado siempre en enseñar que la literatura no es materia muerta en la educación, sino materia viva y ceadora. Un juego para los más pequeños, un juego serio para los adolescentes, que encuentran en ella el refugio y el aprendizaje. Jugar con las palabras, jugar con las palabras y con las ideas, y con los sentimientos, expresar e interpretar, imaginar, transformar, pelear con el mundo y con nosotros mismos para encontrar la poesía oculta en la vida misma. Su extraordinaria memoria y el poder de creación que tiene es capaz de maravillar y entusiasmar a cualquiera. Profe, no te quedes nunca en el comentario de texto. No creas que los poetas escriben para que tú te ganes el sueldo buscando y listando metáforas. Las metáforas se encuentran con el corazón. Nada es tan difícil como lo cuentan, todo es tan fácil como lo cantan. Contar, cantar, y hacer números. Geometría de la poesía y barcos de nubes dibujando seres fantásticos en el mar del cielo. Cantar. Cantar romances y semitonar los cuentos. Y nunca perder la niñez, que no tiene vergüenza ni reservas. Desde aquí quiero dar las gracias a Federico Martín de nuevo, por haberme enseñado a conservarme siempre maestra. Por sus palabras nunca adquirí la seriedad total de quien cree que Garcilaso era una fábrica de métrica italianizante y de recursos literarios de lo más fino.
Ríete, profe, me dijo una vez un pequeñajo que me vio muy seria por el comportamiento de la clase. No lo pudo soportar y vino a la mesa a decirme: Ríete, profe. Más no me pude reír ni tampoco asombrar, ni admirarme, que con el tiritero Rodorín, del que se dice en un folleto de un festival de títeres:

"Retablillo de Títeres y Cuentos. José Antonio López Parreño, Rodorín, es el titiritero del optimismo y de lo minúsculo. La obra transcurre alrededor de una mesa. Oralidad y juego. Cuentos dramatizados a través de la manipulación de libros, marionetas y objetos que se utilizan de manera paradójica, humorística, poética o irónica".


Nos dejó boquiabiertos, como a criaturas. Era como si de nuevo estuviéramos en el parque viendo los títeres, los cristobitas. Rodorín hace hablar a los objetos más variopintos. Un trozo de gomaespuma puede ser una oruga simpática; con un coletero de piel y su mano puede hacer hablar a un avestruz en diferentes edades; un trozo roto de loza, con un pañuelo y una varilla, se convierte en la Muerte del romance del Enamorado. Sobre una mesa, despliega figurillas y edificios... de papel, y va degranando un cuento delicioso... de papel. Con un viejo espejo retrovisor de moto, simplemente añadiendo una pajarita amarilla, crea un personaje lleno de vida, y despliega un libro-caja del que sale una retahíla de palabras y... papel. Si quieres describir la mirada de un niño con palabras, sencillamente no puedes hacerlo. Esto ocurre con Rodorín, no vale acumular adjetivos. Hay que verlo.
Aún me queda algo que contar y terminó de contagiarnos la alegría de vivir, el placer de enseñar y la jovialidad de la palabra, pero para no cansar, contaré lo de Boniface Ofogo en la siguiente entrada que haga.

Para que se vea que aprovecho bien las enseñanzas, un cuento de transmisión oral, primicia mundial, puesto que es algo que ha ido desde mis bisabuelos, rodando, rodando, hasta mí.

"En Lorca, hace mucho tiempo, pero no tanto como os estáis imaginando, había un barrio donde los vecinos, sobre todo los hombres, eran muy trasnochadores. Un día, cuando uno de ellos volvía de alguna jarana, le salió al paso una brujilla pequeña, con un desharrapado vestido, los pelos de punta y unos finos tacones, con los que hacía mucho ruido en los adoquines de la calle. Esta aparición nocturna hizo que el trasnochador se cayera al suelo, enredándolo con sus danzas frenéticas y diciendo a voz en cuello: "Salustiano, ¿quieres bailar? Salustiano, ¿quieres bailar?". El caso es que el hombre no se llamaba Salustiano, ni tampoco los que en sucesivas noches se encontraron con la brujilla, duende o lo que fuera. Así estuvieron una buena temporada, un poco atemorizados y sin ganas de salir mucho de jarana por la noche, hasta que por casualidad descubrieron el truco para hacer que la aparición se desvaneciera. Había que decir: "¡Estefanía, Estefanía!", y entonces la brujilla ponía el oído atento, y daba un salto muy grande diciendo: "Me voy, me voy, que me llama mi tía". Luego desaparecía. Así los hombres pudieron seguir trasnochando y corriéndose juegas sin miedo de que los saltos y danzas de la bruja los tirara al suelo con gran riesgo de sus huesos".






25 comentarios:

Mameluco dijo...

Yo creo que lo que dice es totalmente cierto. A la gente -incluso a la que le gusta leer- no le encuentra el chichipirri de la poesía porque siempre nos han puesto a buscarle metáforas, diástoles, anadiplosis y cosas que parecen enfermedades en vez de cosas de disfrutar.
Y claro, si tienes que leer "Campos de Castilla" y subrayar esta serie de cosas no sientes el frío del Moncayo, sientes un sopor abominable. Lo digo por experiencia propia. Por suerte siempre me siguió gustando Machado, pero hasta que no logré deshacerme de las armaduras y las ligaduras del análisis, no logré ser feliz leyendo poesías. Y lo conseguí de un modo raro. Haciéndolas yo. Después te pica la curiosidad de ver como la hacen otros, y te dan ganas de llorar, porque te das cuenta que has escrito una mierda, jejeje, pero a la vez te alegras porque descubre un mundo literario nuevo lleno de posibilidades.

Sarashina dijo...

Creo que los dos tenemos razón, qué bien, al fin de acuerdo. Lo de los análisis y todo eso, viene luego, en efecto, cuando quieres saber dónde está el truco, que no es un truco, sino puro juego con el lenguaje y necesidad expresiva.

supersalvajuan dijo...

Joder, incluso algunos tenéis vocación. Por lo menos eso me dijo Eme el otro día, que tenía vocación.
Probaré lo de Estefanía, que por las tascas hay mucha brujilla.

Sarashina dijo...

Sí, yo tengo vocación, pero no te creas que no me ha costado tenerla. La vocación no es una llamada secreta, de algún ser superior, o una voz interior, sino un trabajo diario, una construcción personal. Yo nunca me creí que hubiera en ello nada mágico, sino un esfuerzo de comprensión de aquello que la vida te había deparado. Y a mí me deparó ser maestra. Ni siquiera ahora, después de treinta y tres años enseñando, me atrevo a decir que lo he conseguido. Ahora tengo vocación, pero ser lo que soy es un intento cotidiano.
Lo de la Estefanía es muy divertido. Lo coantaba mi padre con mucha risa y gracia.

Anónimo dijo...

Tú lo has dicho Clares:

"Aunque seas profesora, nunca dejes de ser MAESTRA".

¡ Qué palabra con tantísimo contenido !

Un maestro/a es quien en verdad te enseña, te transmite (oral o por escrito), te ayuda a encontrar los verdaderos valores de la vida.

Dentro de muy poco se cumplirán 70 años desde el fallecimiento del gran poeta y filosófo D. Antonio Machado. Lo recordaremos.

Saludos. Toni Sagrel.

Clara González dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Joselu dijo...

Estos titiriteros de la palabra tienen un don especial para el que no nos preparan a los especialistas en lengua que hemos de hablar de temas menos divertidos como son la naturaleza del adjetivo o las características de hiatos y diptongos, o el uso de la hache. Estudiar lengua no siempre se presta al juego. La cuestión es cómo hacer interesante lo que ha de ser comprendido y estudiado, y aquí está el problema. Muchas veces las clases son difíciles de hacer funcionar. No siempre podemos ser titiriteros. Además hemos de evaluar, lo que transforma radicalmente nuestra función que no sólo es entretener; evaluar, controlar la actitud, la agenda, las tareas...

En cuanto al análisis de textos, quizás sea excesivo pensar que sólo consiste en comentar figuras retóricas. Leer a Antonio Machado requiere -para entenderlo- una contextualización histórica. Si no, muchos de sus poemas son incomprensibles. El poema dedicado a un olmo seco, por ejemplo, no se entiende si no sabemos que Leonor, su joven esposa está enferma, muy grave, y él anhela ver en esa ramita que ha florecido, un símbolo de su curación. Esto ha de encaminarlo el profesor, y no es ocioso hacer resaltar cómo el poema funciona cargándose de significado cuando al final el poeta nos descubre la raíz de sus palabras que no es otra sino la esperanza en la recuperación de su mujer. He enseñado a Machado muchos años y pienso que igual que otros poetas necesitan de cierta orientación para ser entendidos. Lorca no tanto, sus musicales canciones tienen un ritmo que las hacen más divertidas y asequibles para los niños.

Sin embargo, me gusta la idea de ser titiriteros de las palabras y la de seguir siendo maestros, pero tú, tengo entendido, Clares, que das clase a alumnos mayores que estos de la primaria o la ESO. En tal caso te pierdes los quebraderos de cabeza que suponen la rebeldía y riqueza que tiene la adolescencia. Es interesante pero es terriblemente difícil.

Un cordial saludo.

Sarashina dijo...

Joselu, yo le doy clase a alumnos de Tercero de la ESO, a alumnos de Artes Escénicas, primero de bachiller de esa modalidad, y Lengua y Literatura de primero de Bachiller. No te preocupes, no me pierdo nada. Me encantan los adolescentes, me gusta su rebeldía y su infantilismo, todo lo que supone esa iniciación a la vida.
Es cierto que enseñar literatura no se reduce a estos recursos creativos. Son muy útiles en la primera educación, en Primaria y en Secundaria, hasta tercero más o menos. Luego viene otra fase, en la que la creatividad puede seguir funcionando, pero va en otro sentido. Sin embargo, para un joven que no ha pasado por el disfrute de la poesía y de los cuentos, como oralidad y como juego, la literatura está un poco muerta, falta de entusiasmo, y tendrá que recuperarla de algún modo.
No estoy de acuerdo, sin embargo, con el planteamiento de lo de Antonio Machado. El sentimiento que expresa ese bello poema puede estar motivado por cualquier otra circunstancia melancólica, de las que en la vida hay muchas. Yo procuro siempre que no se ciñan a lo anecdótico. Si tienen curiosidad, ya se buscarán la información, o yo directamente los invito a ello. Les hago, por otra parte, pensar en alguna situación semejante en su vida o en la de gente cercana a ellos. Sigo siendo una maestra, amigo. Por lo menos lo intento.

Sarashina dijo...

Joselu, aparte esto, es verdad que tenemos que enseñar todo eso que tú dices, pero hasta eso cobra interés cuando el alumno tiene una disposición previa, creada por el juego, para interesarse por el lenguaje. Creo que la mayoría de nosotros adolecemos de un limitador academicismo que nos lastra como comunicadores. Yo no soy una titiritera. Federico Martín tampoco lo es, es un hombre serio en sus planteamientos y con una erudición literaria utilizada no para pedantear sino para hacer evolucionar la enseñanza. No quiero que saques una impresión equivocada, de un mundo feliz donde todo es juego y risa, sin seriedad en la enseñanza.

Eme (Nada que ver con eme dj)) dijo...

No hace falta demostración yo me fio de lo que tú digas. Mañana nos vemos! :)

Sarashina dijo...

Gracias por tu fe, eme. Ya me he enterado por supersalva de que eres vocacional, qué bien confirmarlo, pero, no sé por qué intuición, lo sabía ya. Sólo hay que verte y ver las caras de tus alumnos en clase. Mañana nos vemos. de nuevo. Un beso.

Joselu dijo...

Disculpa, Clares, desconocía que existía la especialidad de Artes escénicas en la ESO. Es algo que no conozco por aquí en Cataluña. Tiene que ser magnífico tener a esos alumnos orientados a lo dramático. En cuanto a lo de Machado y su poema al olmo seco u otros semejantes, puede ser que puedan ser asimilados en otros contextos, pero conocer el que le dio origen lo enriquece. Pero entiendo tu punto de vista. Un abrazo.

Joselu dijo...

Sí, me temo que estamos lastrados algunos por un limitador academicismo, pero las carencias que me encuentro cada día son tan profundas que necesitas orientarte a lo elemental, que es la ortografía, los usos de los tiempos verbales, la variedad de vocabulario... Hubo un tiempo en que lo básico se daba por supuesto y entonces podías dedicarte a crear. Hoy es muy difícil dar ese salto, porque como digo, lo que está en la base es muy deficitario. Un saludo.

Sarashina dijo...

No tienes que disculparte, colega y amigo. No es de la ESO, es una modalidad de Bachiller nueva, implantada este año. Yo lo imparto con carácter experimental de momento. Estamos en ello, y las fotos que ves en la presentación arriba son una parte de esos talleres de teatro para alumnos que irán a la Escuela de Arte Dramático o seguirán sus estudios de Música o Danza. Si quieres más detalles, te envío toda la información. Seguro que en Cataluña hay algún instituto con esta modalidad de bachiller.

Anónimo dijo...

Que nunca falte la poesía, los titiriteros, la adolescencia, la transmisión oral, la métrica ..., pero sobre todo que no falten ni los maestros ni el entusiasmo.
Enhorabuena.

Mameluco dijo...

Yo solo he dado clase en la prácticas del C.A.P. y aquí todos los alumnos llaman a los profesores maestros, incluso a mi. Yo les dije que me llamaran por mi nombre o que si me tenían que llamar algo genérico que me dijeran licenciado (que es lo que soy, vaya, y por hacer un chiste con las telenovelas). Pero no por vanidad mía - a los nenes eso les trae al fresco - . En mi pueblo, en todos los pueblos, supongo, el maestro Juan, o el maesto Pepe, es un poner, es un viejecito que sea zapatero o carpintero, sabe mucho de su oficio y de la vida, y no todos llegan a ese grado, por muy viejos que sean. No todos pueden (podemos) ser maestros (aunque a los de magisterio les den un título que lo ponga). Eso es así. Tanto en la enseñanza como en la vida. Otra cosa es que pongamos empeño en ser los mejores profesores posibles. Pero maestros que marquen a los alumnos de por vida, de esos, hay pocos. (Lo genial es que a veces son unos profesores malísimos, pero eso ya es otra historia).

Sarashina dijo...

Querido Mameluco, es que la palabra maestro tiene muchas acepciones. No así la palabra maestra, que tiene una fundamental y única. No se pretende, por mi parte no, ser la persona absoluta que guíe la vida para nadie, sino algo mucho más sencillo. Los niños que me llamen como quieran. En los pueblos te llaman maestra y en las ciudades profesora. Da igual. Lo importante es qué haces tú, y maestra para mí es lo que yo pretendo hacer, en la ESO, en Bachiller y donde quiera que trabaje. Implica la cercanía, el sentido del humor, la paciencia y la empatía, considerar lo que se enseña no como un gran misterio, sino como algo humano que todo ser humano puede aprender, la consideración de los alumnos como seres humanos completos, en construcción, como una misma, el aprendizaje mutuo, y muchas cosas más que harían esto muy largo. También ser maestra es un trabajo cotidiano por serlo. También un maestro puede ser una maestra. Esto lo dejo ya como misterio. Si alguien quiere pensarlo, que lo piense.

PMM dijo...

Maestra quería ser de pequeña, y maestra quiero ser todavía. Aunque de las clases del instituto he pasado a otro tipo de clases, me siento "maestra" en mi interior, con ese concepto que tú le das.

Sarashina dijo...

Pues ya somos dos por lo menos. Creo que has entendido perfectamente lo que quería decir con esa palabra. Me encanta, pero sé que no es fácil y que no se da como un regalo, sino que se gana día a día. Un placer, pmm.

Mameluco dijo...

Eso es lo que yo quería decir. Y sigo diciendo que no todo el mundo puede llegar a ser maestr@ ¿les sirve la arroba? Y por supuesto no pongo en duda a ningun@ de ustedes -es más, intuyo como son y me inclino a pensar en positivo (en mi es raro)-.
Pero yo hablo en términos generales.
Mi abuelo era impresor y fue maestro con muchos discípulos. Cada uno fue diferente y hoy son ya algunos octogenarios. Unos se fueron a ver mundo y han terminado hasta siendo escritores. Y mi abuelo era el que le dictaba la ortografía dudosa por los lejanos tiempos de la República y le enseñaba uno de los mejores oficios del mundo, el de la tipografía.
Enseñar es algo poderoso. Es algo increíble. Y si a quien enseña tiene memoria -como yo la tengo- siempre te recordará. Por eso digo que todos no son maestr@s.

Anónimo dijo...

La entrada se lee con facilidad y su texto es claro, conciso y didáctico, pero lo más importante es apreciar el valor de la vocación de "maestra" en el sentido más amplio de la palabra. Maestro, para mi, es aquella persona que se preocupa no por dar datos, fórmulas o lecciones para memorizar, sino que logra despertar el interés por lo que explica, sea literatura, historia, artes escénicas o cualquier materia. Yo recuerdo haber tenido tanto en mi infancia, en mi juventud de universitario, como ya bien adulto, profesores y "maestros" que consiguieron despertar mi curiosidad por conocer.

Por cierto,como amante de la Historia, creo que ésta sólo puede ser entendida y apreciada explicada de una manera agradable, sencilla y sin acumlación excesiva de fechas y nombres.

Me ha recordado todo esto la interesante labor de las Misiones Pedagógicas de la República con sus métodos de difusión de conocimientos.

Ramón de Mielina dijo...

Tener la suerte de dar conunbuen cuentacuentos es increible...

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

Te he leído y he disfrutado. Un aunténtico gustazo.

Anónimo dijo...

Ese es el gran poder de las rimas, y todavía hay quien dice que no entiende la poesía, quizás porque sospecha que para eso se tiene que repasar el tema 3.

Pues a Federico Martín efectivamente lo he oído yo también como estudiante hace montón de tiempo y como madre cuando las enanas eran enanas, que estuvieron encantadas de seguir sus palabras. Las metáforas están en el corazón, pero no todos los oídos son papeles en blanco. A pesar de eso, emoción, siempre emoción.

Besico

Anónimo dijo...

Como ya habeis comentado tanto, poco queda por decir, así que me quedo con tu cuento de la brujilla de Lorca, Salustiano y Estefanía, con lo bien que lo cuentas, me ha hecho sonreir...

Un beso, maestra.